#ANÁLISIS Juegos Olímpicos del 68 y el ‘desarrollo’ de México

Mié, 10 Oct 2018
Académico de la IBERO analiza la justa veraniega en nuestro país, a 50 años de haberse realizado
  • Exposición DUOTONO (PEDRO RENDÓN/IBERO).
Por: 
Dr. Erasmo Zarazúa Juárez, académico del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

Con bastante acierto, se declara que los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México de 1968 habían sido los mejores. Decían que México no era un país maduro, que las instalaciones no estarían listas a tiempo, que México no podría asumir todos los gastos del evento, pero “el mundo entero tuvo la oportunidad de constatar cómo ninguno de estos presagios pesimistas se cumplió.” Así terminaba el informe de aquellos juegos.

1968 fue un año histórico para todo el mundo, el cambio, la lucha, la protesta, la reflexión y más, fueron las claves de ese año y esa década. La Primavera de Praga, los movimientos de París, la Revolución Cubana y la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría en una de sus etapas cálidas, la carrera espacial en etapas críticas, enfrentamientos y problemas eran el pan de cada día en los medios de información. 

Se llegó a dudar de la realización de los Juegos Olímpicos debido al contexto internacional y a que en esa ocasión sería un país no considerado de la familia mundial el que los realizaría.

México tenía por fin la sede después de los intentos de 1956 y 1960; nuestro país tenía por fin la oportunidad de proyectar su imagen. A pesar de dos décadas de crecimiento económico sin precedentes y más de tres décadas de reformas socioculturales, el mundo continuaba viendo a nuestro país bajo la misma perspectiva que sus predecesores de inicios del siglo XX. 

En un encuentro del Comité Olímpico Internacional, previo a 1968, se mencionaba que México sería la primera nación del ‘tercer mundo’ que tendría la sede de unos Juegos Olímpicos; un funcionario mexicano (sin identificar) reemplazó el término por ‘en vías de desarrollo’. 

Este hecho es relevante porque muestra que México estaba presionando para entrar en el ‘mundo desarrollado’, y quería crear la impresión de que merecía la entrada en el grupo, por la eficiencia con que había organizado sus Juegos.

Ahí estaban, el diseño de las instalaciones deportivas y la infraestructura, la utilización de las telecomunicaciones más avanzadas, los primeros Juegos a color y los sofisticados métodos científicos para medir los efectos de la altitud y realizar controles antidopaje por primera vez. México 68 es también un ejemplo de buen manejo económico; el bajísimo precio de 2.80 dólares por atleta por día en alimentación y hospedaje no se había visto antes. 

También se hizo un esfuerzo para relacionar una visión de arte moderno con las raíces mexicanas prehispánicas, en el uso de las líneas concéntricas del huichol para el diseño del logo de México 68. Ese diseño representa una muestra simbólica de la fusión exitosa de lo antiguo y lo moderno, y de la compatibilidad de las culturas indígenas y mestizas. 

Si nos adentrarnos en este simbolismo, podemos comprobar la profundidad de dicha compatibilidad. Se hicieron grandes esfuerzos para equiparar a los mexicas con los griegos clásicos, que ya se había hecho desde el Porfiriato. El fuego olímpico permaneció en Teotihuacan antes de hacer el viaje final hacia el Estadio Olímpico Universitario. Dicha llama ya había recorrido el viaje de Cristobal Colón y de Hernán Cortés.

México dio muestra de su gran avance en la diplomacia internacional con estos Juegos, y de lo que ahora llamamos ‘poder suave’, al mostrarse y posicionarse como líder internacional, con su reacción al boicot propuesto por las naciones africanas si el equipo sudafricano competía. México permaneció inflexible de que Sudáfrica debía ser excluida del movimiento olímpico, México continuó resistiendo los ‘golpes’ de países que abogaban por la no mezcla de política y deporte para dar entrada al país africano, pero los principios del olimpismo y de México continuaron y los juegos del 68 no tuvieron boicot. 

México salió victorioso de la votación gracias a la captación de votos tanto de capitalistas y comunistas, todo un caso durante plena Guerra Fría. Los bueno oficios y el lobby habían coronado así las políticas ‘lopezmateístas’,  los mejores años de la diplomacia mexicana. 

Otro ejemplo de esta proyección diplomática fue que México tomó la posición de defensor de las naciones más pequeñas del mundo. Plenamente consciente de que era la primera vez que un país hispanoparlante acogía los Juegos, México estaba determinado a presentarse a sí mismo como representante de Latinoamérica.

Un tema dominante fue la fraternidad entre los países latinoamericanos, una fraternidad que salió del discurso a los hechos cuando se ofrecieron entrenamientos y apoyos económicos a las naciones más pobres de Centroamérica. 

Con actividades culturales de todo el mundo, a lo largo de un año, México mostró su deseo de hacer de los Juegos Olímpicos la fiesta más inclusiva posible. Ya que no todos los países podrían competir contra otros que tuvieran mejores medios de entrenamiento, al menos todos los países podrían presentar una contribución única y equivalente en las llamadas Olimpiadas Culturales, y así podrían terminar su participación sintiendo que el honor nacional había sido satisfecho. 

En México 68 se dio lo que conocemos como derechos humanos. Cómo olvidar la protesta del black power en pleno podio olímpico, o a Enriqueta Basilio, la primera mujer que encendió el pebetero olímpico, algo que se repetiría hasta el año 2000. 

En estos Juegos Olímpicos se mostró al mundo algo que prevalece hasta ahora, el alto grado de anfitriones que somos, el carácter verdadero del pueblo mexicano, lo que nos ha convertido en una potencia organizadora de eventos deportivos. Si bien es cierto los olímpicos no han regresado a nuestro país, hemos llevado a cabo dos mundiales de futbol y vamos por el tercero, siendo el primer país en lograrlo, además de eventos como Centroamericanos y Panamericanos. 

México gracias a los olímpicos del 68 tuvo un parteaguas, se obtuvo un lugar sociocultural en el mundo, un autoconcepto, el comienzo de la democracia y los derechos, es decir, un nuevo impuso a cambios políticos, económicos y sociales. México obtuvo nueve medallas, toda una hazaña. Lamentablemente, el legado del 68 fue por todas las vías menos en la deportiva, una olimpiada después una de las peores participaciones, el deporte nacional décadas después repuntaría.

México tiene la capacidad organizativa, económica y política para realizar nuevamente unos Olímpicos, pero socialmente aún hay la asociación de los hechos del 2 de octubre en el recuerdo colectivo de la Ciudad de México, por lo que una nueva gesta olímpica tendría que ser en Guadalajara o Monterrey, además de requerir todo un trabajo con la sociedad, que es uno de los puntos por los cuales los olímpicos se encuentran en crisis en diferentes países y ciudades del mundo que han rechazado su organización.

PRL/ICM

 

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