A raíz del primer contagio de ébola confirmado en Europa y los primeros brotes positivos en Estados Unidos, de no existir medidas adecuadas, es muy posible un brote próximo en nuestro país, advirtió el doctor Enrique Beascoechea Aranda, académico de la Universidad Iberoamericana y especialista en epidemiología.

El día de hoy fue confirmado el primer caso de contagio de virus del ébola en Europa. Una enfermera que atendió en un hospital de Madrid al misionero español Manuel García Viejo, quien falleció hace dos semanas debido a complicaciones por el virus que contrajo en Sierra Leona, dio positivo en las pruebas, según las autoridades sanitarias de aquél país.

Esto ocurre semanas después de que el primer caso de ébola fuera detectado en Estados Unidos, en un residente de la ciudad de Dallas, Texas, quien viajó a Liberia el mes pasado y hoy se encuentra bajo estricto monitoreo.

A nivel local, y en caso de que el virus llegara a territorio mexicano, el académico Enrique Beascoechea, presidente del Comité de Ética en Investigación (CEI) de la Ibero, sugirió una estrategia más eficiente que las acciones gubernamentales llevadas a cabo en 2009 para la prevención de la pandemia de influenza AH1N1.

“Todavía hoy no sabemos con certidumbre dónde comenzó el brote de la influenza AH1N1”, alertó, y explicó que en ese momento se procuraron medidas muy ineficaces, como el uso prolongado de cubrebocas, los cuales, señaló, sólo previenen el contagio durante menos de cuatro horas.

Recomendó que, además de la emisión de avisos en los aeropuertos internacionales de nuestro país, se debe realizar una estrategia de comunicación que explique de una forma adecuada a los ciudadanos lo qué es el virus del ébola, cómo se transmite y cuáles son los síntomas, así como incluir el factor de precaución, pues éste virus es de alta mortalidad.

“No se trata simplemente de sugerir a quienes presentan síntomas el acudir al médico: hablamos de aislarlos. Lo hemos hecho con otros problemas, como el paludismo, la fiebre amarilla, las enfermedades tropicales. Tendríamos que hacer algo equivalente con el ébola”, clarificó el doctor Beascoechea.

Añadió que, a diferencia del virus AH1N1, “el ébola tiene una transmisibilidad baja y mortalidad alta. Afortunadamente, éste es más manejable. Se transmite más o menos por las mismas vías, por contacto directo”.

De acuerdo con el también consejero nacional de la Comisión Nacional de Bioética, las medidas para controlar una posible epidemia del virus del ébola a nivel global, “se están tomando despacio y tarde”, y advirtió que el número de casos va en aumento, por lo que la amenaza tiene un gran potencial de expansión.

Una de las medidas urgentes para evitar la proliferación de la enfermedad, consideró el especialista, es el establecimiento urgente de cercos sanitarios, delimitados por los protocolos para la prevención de epidemias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con la cooperación de los gobiernos locales de las zonas de riesgo.

Recordó que los gobiernos locales de países como Sierra Leona, país en el que se han registrado más de 600 muertos por el virus, no cuentan con los recursos suficientes para manejar un problema de esta naturaleza sin la intervención de una organización como la OMS.

“Las epidemias son algo que está en el horizonte potencialmente hablando: nosotros no podemos saber en un momento dado qué es lo que sigue”, explicó el investigador, en referencia a la aparición del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH) en la década de los 80.

Advirtió que el surgimiento de una enfermedad contagiosa en un lugar aparentemente incomunicado no puede considerarse un problema aislado, pues siempre contará con el potencial de extenderse, y más en un momento histórico en el que la facilidad para viajar se da por sentada. 

¿Qué es el virus del ébola? 

De acuerdo con la OMS, el virus del ébola causa en el ser humano la enfermedad homónima, cuya tasa de mortalidad puede llegar al 90 por ciento. Se transmite por contacto directo a través de las membranas mucosas o soluciones de continuidad de la piel con órganos, sangre y secreciones corporales de una persona infectada, o por contacto indirecto con materiales contaminados con dichos líquidos. 

El período de incubación del virus oscila entre 2 y 21 días antes de la aparición de síntomas, entre los que se incluyen la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa y dolores musculares, de cabeza y de gargante, vómitos, diarrea, erupciones cutáneas y disfunción renal y hepática. 

LLCh/BMMS