Alimentación infantil. ¿Qué hacer para prevenir el sobrepeso?

Vie, 11 Nov 2016
La familia, más importante en la buena alimentación de las niñas y los niños que saber qué y cuánto comer: Dra. Ericka Ileana Escalante Izeta, del Departamento de Salud de la IBERO
Hay varios factores que intervienen en la elección de los alimentos: sociales, comerciales y personales
  • (Foto: Pixabay)
Por: 
Dra. Ericka Ileana Escalante Izeta, del Departamento de Salud de la Universidad Iberoamericana

La obesidad infantil se ha convertido en un tema de análisis, estudio y debate durante la última década. Principalmente ha resaltado la necesidad de comprender la manera en que los niños y niñas reciben los nutrientes necesarios para crecer y desarrollarse.

Como lo ha documentado la Dra. Isobel Contento [1], la forma como elegimos los alimentos depende de diversos factores, entre los que destacan la disponibilidad (que fácilmente los podamos encontrar en mercados y tiendas cercanas a nuestros domicilios); la accesibilidad (que se ajusten a nuestro presupuesto); el gusto (que nos resulten sabrosos); la norma social (lo que nuestros amigos y conocidos aceptan como adecuado para comer); los medios de comunicación (la regulación de la publicidad engañosa); la cultura (las tradiciones generacionales que marcan el ingreso o salida de determinados alimentos en nuestra dieta); y las políticas para comercializar alimentos.

Por todo esto, dar solución al problema no es una cosa fácil ni podrá ser a través de un solo medio.

Considerando el núcleo familiar como el primer referente donde aprendemos a comer, será necesario repensar la manera en que comemos dentro del hogar como una de las formas para prevenir la obesidad infantil. 

Albert Bandura [2], psicólogo canadiense, explica que desde la infancia aprendemos a través de lo que observamos. El aprendizaje tiene grandes connotaciones sociales y estará determinado por lo que el grupo social de referencia evalúa como correcto. Hacer lo que los demás hacen nos da un sentido de pertenencia, que es vital como seres sociales y nos da identidad.  

Por otro lado, los primeros años de vida son fundamentales para que el niño pueda construir sus aprendizajes vitales así como iniciar el desarrollo de una vida en bienestar físico y emocional.

Para que ocurra este crecimiento y alimentación en armonía, la Dra. Lisa Newland [3] resalta que es necesario que los niños y las niñas cuenten con un medio familiar que ajuste sus estilos de crianza a proporcionarles siete elementos básicos: 

1) Afecto. Los niños necesitan recibir de su familia calidez y ternura. Esto incluye abrazos, caricias, besos, palabras de amor y cariño. Dicho afecto no debe asociarse con alimentos poco saludables como premios. 

2) Adaptación a las demandas. Los pequeños suelen elegir los alimentos que más les gustan sin considerar lo más saludable, por lo que los padres deberán resistirse a ceder a sus deseos y caprichos con tal de evitar confrontaciones. La mejor herramienta es la negociación. 

3) Motivación. Hay que alentar a los niños a explorar, esforzarse, atreverse a nuevos retos y creer en ellos mismos. En términos de alimentación, es necesario que los padres ofrezcan alimentos saludables motivando a probar sabores y consistencias diferentes. El juego es el medio ideal para no “luchar” con la comida, sino integrarla en la dinámica familiar sana. 

4) Enseñanza. Es necesario que los adultos encargados de la crianza estén informados sobre las propiedades y funciones de los alimentos. Enseñar a cocinar y heredar recetas es fundamental para preservar nuestras raíces culinarias. Enseñar las habilidades de picar, pelar, cocinar, sazonar, amasar, etcétera, ayudan a los niños a ser pacientes, tolerantes, centrar su atención, valorar el trabajo del otro y colaborar en familia. 

5) Compromiso. El compromiso de los padres durante la alimentación radica en prever que los chicos cuenten con alimentos saludables siempre. También establecer tiempos de comida en familia, evitando pantallas que impidan la comunicación familiar (TV, teléfonos móviles, PSP, tabletas, etcétera).

6) Disciplina positiva. Se caracteriza por corregir las equivocaciones del niño evitando gritos y amenazas, razonando en los motivos de la falta, explicando las consecuencias, fomentando las disculpas y basándose en el ejemplo de los comportamientos apropiados. Es fundamental que los padres sean ejemplo, consumiendo alimentos ricos en proteínas, vitaminas y minerales (como verduras, frutas, leguminosas y cereales). 

7) Copaternidad/maternidad.  Es el compromiso compartido entre los padres para establecer acuerdos comunes para la crianza. Si ambos padres dan la misma información sobre alimentación, el niño tendrá la confianza de saber qué alimentos son saludables y cuáles pueden ser un riesgo para su salud. 

Como vemos, para prevenir la obesidad infantil no es suficiente con sólo saber qué y cuánto comer. Implica preparar a las siguientes generaciones a vivir en armonía, a conocerse a sí mismos, a mantener su centro y fomentar la vida en familia.

Puede parecer que estas sugerencias suenen difíciles, y tal vez así lo sean. Pero vale la pena intentar cambiar los paradigmas de la vida caótica posmoderna que nos rigen. 

Así que la labor más ardua de los padres no sólo es cómo enseñar a sus hijos a comer de forma saludable, sino buscar en familia una vida en paz y en equilibrio, siendo ellos mismos, los adultos, quienes inspiren a sus pequeños a vivir en bienestar. 

Referencias 

[1] Contento, Isobel R. "Nutrition education: linking research, theory, and practice." Asia Pac J Clin Nutr 17.1 (2008): 176-179.2.

[2] Bandura, Albert. "A social cognitive perspective on positive psychology." Revista de Psicología Social 26.1 (2011): 7-20.3.

[3] Newland, Lisa A. "Family well‐being, parenting, and child well‐being: Pathways to healthy adjustment." Clinical Psychologist 19.1 (2015): 3-14.

 

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