A cuatro años, México reprobado en cultura

Mar, 13 Dic 2016
  • Insignificantes, los logros en la materia: Alberto Soto.
Por: 
Análisis del doctor Alberto Soto Cortés, académico del Departamento de Arte de la IBERO

Los resultados obtenidos en el ámbito de la cultura durante los primeros cuatro años de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto reflejan la trivialización ya visible en el Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018 (PND) que, sin sorpresa, es correspondiente a la casi nula presencia de temas de cultura durante la campaña que lo llevó al poder.

Así lo señala el doctor Alberto Soto Cortés, académico del Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana y coordinador de la Licenciatura en Historia del Arte, en el siguiente análisis de las políticas culturales, el cual comparte con ocasión del cierre de 2016:

Los insignificantes logros están cobijados por la ignorancia que distintos actores políticos tienen respecto a la importancia de fortalecer la construcción individual y social a través de la cultura. De hecho, persiste en diversos funcionarios una idea vaga sobre cuáles son los mandatos que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos impone en el artículo 4º, y por lo mismo confunden la cultura con el entretenimiento.

El Poder Legislativo no es mejor en cuanto a su visión y desempeño, ya que al desconocer casi todo en materia cultural no genera un contrapeso efectivo hacia el Ejecutivo, y aplaude las numeralias fantásticas que presentan “cientos de miles de eventos culturales” realizados con “millones de beneficiados”, al tiempo que aprueba recortes presupuestales que sofocan la iniciativa cultural y cancelan el derecho a la cultura de las mayorías.

El Primer Informe de Labores de la Secretaría de Cultura contextualiza las afirmaciones anteriores. La flamante dependencia constituye, para el pensamiento de su titular, “el principal logro de esta administración en materia cultural” (1er Informe de Labores, 2015-2016, p. 18), lo cual es irrelevante en sí, al tratarse únicamente de una reorganización burocrática que no da muestras de efectividad. De acuerdo con el mismo discurso, la cultura tiene el poder de transformar a México y ubicarlo como líder de América Latina, pero no se hace evidente que se conozca cómo lograrlo.

Si dicho criterio es compartido por el Presidente de la República y por los funcionarios del sector, ¿por qué el principal logro tiene que ver con una reforma administrativa que no corrigió el criterio decimonónico, otorgado a la cultura en el antiguo régimen priista, como un conjunto de actividades, programas y eventos que cosifican, patrimonializan y exaltan una ficción sobre lo mexicano? ¿Por qué el Poder Ejecutivo recurre a evaluaciones cuantitativas carentes de una metodología científica, a cifras exageradas, a la interpretación libre de los indicadores y a la opacidad?

Detrás de la retórica se encuentra el menosprecio por la ciudadanía y un atentado en contra de su inteligencia: se establece, por ejemplo, que el cine mexicano “ha estado presente en más de mil 400 festivales internacionales” en los últimos tres años, o que hay un “millón de productos culturales virtuales” a disposición de los mexicanos, según palabras de Rafael Tovar y de Teresa, quien fuera el primer titular de la Secretaria de Cultura. Sería interesante conocer el nombre de los mil cuatrocientos festivales internacionales de cine y el registro autoral del millón de productos virtuales.

El informe referido está estructurado con relación al Programa Especial de Cultura y Arte 2014-2018 (PECA) que obedece a los lineamientos establecidos por el PND. El PECA indica cuáles son los objetivos que deben de alcanzarse en el sexenio, para lo cual establece las estrategias y líneas de acción para el cumplimiento. Desafortunadamente, dicho programa fue realizado como un ejercicio mal estructurado de gobierno por resultados, pues no hay vinculación con metodologías estrictas de planeación estratégica, y las acciones se estructuran sin que exista una visión de mediano o largo plazo que parta de un reconocimiento de la realidad.

Antes de establecer una reforma al campo, por ejemplo, hay que contar con un diagnóstico que atienda a la realidad regional, a las problemáticas de educación, salud, alimentación, calidad de la tierra, infraestructura, disponibilidad y costo del crédito, entre otras. Dichos indicadores no pueden desapegarse de la realidad y las aspiraciones humanas, del combate a la impunidad, la discriminación, los cacicazgos políticos, entre muchas otras cuestiones. ¿Por qué la planeación cultural sigue sometida a una visión poco humanista, acientífica, caprichosa, prejuiciada…?

La política cultural que se basa en números es sospechosa. México no necesita, en el corto plazo, más foros, casas de cultura, centros de convenciones, exposiciones blockbuster, bailes públicos, visita de legisladores o funcionarios a bienales, pagadas con presupuestos de cultura. De acuerdo con el Plan Nacional de Desarrollo, la cultura es un “medio para la formación integral de los ciudadanos”. Si esto es así, hágase una verdadera encuesta nacional sobre el beneficio de los programas culturales a la población mexicana, que no pregunte si visita museos o si regresaría a los mismos, sino que valore la riqueza que le aporta.

Como investigador y analista considero que la tarea del Estado en materia de cultura no tiene un rumbo definido y se concreta a darle continuidad a lo que hace décadas servía para mantener a flote un régimen político que requería de una imagen intelectual para construir su credibilidad. La simulación, el centralismo, la desarticulación, la opacidad, la falta de rigor metodológico para medir los resultados de sus acciones, la predilección por la evaluación cuantitativa, la escasa protección a los trabajadores del sector cultural, entre otros aspectos, no han sido remediados, menos aún discutidos.

Apenas estamos a tiempo para que los grupos políticos que aspiran a gobernar el país a partir de 2018 tomen la cultura en serio, y comiencen a elaborar el PND, el PECA y las directrices de la cultura, pensando que ya llegó el momento de convertirla en la base de la democracia.

JTGI/ICM

 

Las opiniones y puntos de vista vertidos en este comunicado son de exclusiva responsabilidad de quienes los emiten
y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de la Universidad Iberoamericana.

Para mayor información sobre este comunicado llamar a los teléfonos: (55) 59 50 40 00, Ext. 7594, 7759
Comunicación Institucional de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México
Prol. Paseo de la Reforma 880, edificio F, 1er piso, Col. Lomas de Santa Fe, C.P. 01219