“Gasolinazo” enciende alarma y hace urgente una transición energética

Mar, 31 Ene 2017
Además de sustituir las fuentes fósiles por tecnologías con insumos renovables, es necesario respetar a las comunidades y pueblos originarios
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Por: 
Programa de Medio Ambiente*

A pesar de que el gobierno prometió que con la reforma energética los combustibles bajarían de precio, 2017 comenzó con un alza en los costos de las gasolinas, el gas y el diésel. El descontento popular no se hizo esperar, ya que en las primeras semanas del año han surgido numerosas movilizaciones en rechazo a este “gasolinazo”, las cuales han ido desde manifestaciones, bloqueos y tomas de gasolineras o instalaciones de Pemex hasta episodios de vandalismo y saqueos, que han generado suspicacia por su dudosa intención.

La efervescencia en el ánimo colectivo, así como la intensidad y generalización del enojo, da muestras de un desgaste social acumulado a lo largo de varios sexenios. La injusta distribución de la riqueza se agudizó con la liberación del precio de los combustibles.

Un problema complejo como éste debe observarse desde múltiples ángulos. Desde una perspectiva ambiental, creemos que el “gasolinazo” y el descontento que provoca son sólo la punta de un iceberg de problemas más graves que ya dejan sentir sus consecuencias.

Sin duda, un factor preocupante que se ha puesto en evidencia es que las relaciones sociales de producción, es decir, nuestras actividades económicas, son altamente dependientes de los combustibles fósiles. La economía mexicana sigue siendo adicta al petróleo, y las finanzas públicas no han encontrado mejor fuente de ingresos que la ya muy exprimida Pemex. Las cadenas de suministro y distribución, las redes de transporte, la producción de energía eléctrica y otras actividades industriales clave siguen alimentando sus motores con estos energéticos.

Por otro lado, la quema de combustibles fósiles sigue siendo la causa principal del calentamiento del planeta, detonante del cambio climático global. De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, 2016 ha sido el año más caluroso desde que se llevan registros globales; más aún, a partir del año 2000 se han reportado 16 de los 17 años más calurosos desde 1880. Esta tendencia añade más incertidumbre a nuestra capacidad para predecir los patrones climáticos y atmosféricos de un planeta en cambio global. A escala más local, la precaria calidad del aire en la Ciudad de México es un recordatorio constante de las consecuencias que la economía basada en el petróleo tiene para la salud.

Visto desde otro ángulo, las reservas mundiales de combustibles fósiles se están agotando. Es un hecho inevitable: los yacimientos de gas, carbón y petróleo están llegando a su fin. Aunque no se cuenta con datos precisos, debido a que muchos países productores reservan esta información por temas estratégicos, proyecciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (opep) apuntan a que para mediados de este siglo existirán problemas de suministro debido a la escasez de reservas. Los recursos petrolíferos han sido fundamentales para mantener un crecimiento económico constante a lo largo de los últimos dos siglos, a pesar de los altos costos ambientales que han implicado su extracción y consumo; pero ahora es momento de prepararse para cuando ya no dispongamos de ellos.

El descontento por el “gasolinazo” fue provocado por una decisión gubernamental: permitir que el mercado y la competencia determinen el precio de las gasolinas, el gas y el diésel. Otras medidas de gobierno podrían mitigar o revertir el alza en el precio de los combustibles. Pero cuando las reservas empiecen a escasear, no bastará con decisiones fiscales y políticas para remediar el desabasto energético. A la luz de esto, cabe preguntarse qué tan preparados estamos sociedad y gobierno en México para enfrentar las situaciones futuras.

La transición energética hacia fuentes renovables es una tarea fundamental para las sociedades del siglo xxi. Las políticas climáticas de la Unión Europea han motivado que países como Alemania apuesten por una reducción considerable de sus emisiones de carbono. Para ello, han logrado disminuir en 50% su consumo de combustibles fósiles comparado con el de 1990. Esto significa que las relaciones sociales de producción de los alemanes se están desacoplando de esta clase de energéticos, y cada vez  dependen más de energías limpias. Asimismo, países más cercanos en lo geográfico y el contexto sociocultural como Costa Rica, han planeado y construido infraestructura suficiente para generar su demanda total de electricidad sin usar combustibles fósiles hasta por 250 días al año. Está claro que la población mexicana y su demanda de electricidad es mucho mayor que la costarricense, pero no es pretexto para postergar la necesaria transición hacia otras fuentes de energía.

Un último, pero no menos importante factor a considerar es el aumento de demanda energética, derivado de nuestros estilos de vida y el crecimiento de la población. Estimaciones recientes señalan que para el año 2050, la demanda será de cerca de 3 mil 500 megawatts por hora, comparados con los 2 mil 200 megawatts por hora en la actualidad. Más allá de encontrar fuentes alternativas, es imperativo adoptar estrategias de uso eficiente y ahorro energético en los diferentes sectores productivos estratégicos para revertir esta tendencia incremental.

En conclusión, la estabilidad del clima, aunada al agotamiento de las reservas de combustibles fósiles, nos imponen un límite al consumo. Si bien muchas de estas acciones y decisiones son competencia de los gobiernos, también corresponde a la ciudadanía revisar sus estilos de vida y patrones de consumo energético.

Más aún, es trascendental exigir a las autoridades una política clara rumbo a la transición energética. Y en este rubro cabe resaltar también que no basta con sustituir las fuentes fósiles por tecnologías con insumos renovables (el sol, los ríos, el viento, la biomasa, las mareas...), sino encontrar un modo justo y adecuado de adoptar estas tecnologías con pleno respeto de los derechos territoriales de los pueblos originarios y las comunidades locales.

*El Programa de Medio Ambiente forma parte de la Dirección de Programas de Incidencia de la Dirección General del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana

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