La lógica de las alianzas: ¿Qué pretenden Barrales y Anaya?

Lun, 29 Mayo 2017
En política, el tiempo es un factor clave, el conocido timing que supone una planeación, una intencionalidad: experta IBERO
  • Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, líderes nacionales del PAN y el PRD, de manera respectiva, durante el anuncio de un frente contra el PRI (@RicardoAnayaC).
Por: 
Dra. Ivonne Acuña Murillo*

El 20 de mayo, Ricardo Anaya, presidente del PAN, y Alejandra Barrales, del PRD, llamaron a formar un frente amplio opositor para 2018. El objetivo: sacar al PRI de Los Pinos y conformar un proyecto de nación, que no se sabe qué tan nuevo, qué tan coherente y qué tan adecuado a la realidad que vive el país.

Como sea y para evitar malos entendidos, ambos dirigentes aclararon que esto no se traduciría en una alianza PAN-PRD, pues la idea es que otras fuerzas políticas, así como académicos, intelectuales, grupos de la sociedad civil, etcétera, se sumen en la conformación de dicho frente.

Son muchas las interrogantes que suscita este llamado y muchas más las lecturas que los diversos analistas políticos están haciendo al respecto. Aquí, una de ellas.

Primero, es de notar que las críticas al interior del PRD no se hicieron esperar, en especial por parte de la corriente Izquierda Nacional Democrática (IND), encabezada por René Bejarano y Dolores Padierna, que afirmó que semejante alianza para 2018 “sería un salto directo al vacío” que terminaría por desdibujar al Sol Azteca y convertirlo en una fuerza testimonial.

Por su parte, Raúl Morón, senador del PRD, calificó de inaceptable el acercamiento con el PAN, pues va contra la naturaleza política, ideológica y humanista de la izquierda mexicana, y es un intento de la oposición para resquebrajarla.

Otros integrantes del partido no parecen ver con tan malos ojos una alianza entre PAN-PRD. Es el caso de los gobernadores de Tabasco, Arturo Núñez; de Michoacán, Silvano Aureoles; y de Morelos, Graco Ramírez, quienes afirmaron apoyar a Alejandra Barrales en la búsqueda de alianzas para el 2018, ya sea con el PAN o con las izquierdas.

Segundo, que el rechazo que dicha idea ha provocado dentro del PRD no se ha replicado al interior del PAN, tal vez porque, de concretarse dicho vínculo en 2018, el PRD sumaría votos a Acción Nacional dándole la oportunidad de hacerse con la Presidencia de la República, como ya lo hizo en las elecciones de 2016, en las cuales el blanquiazul ganó siete gubernaturas, en cuatro de ellas fue en alianza con el Sol Azteca, sin que estos triunfos significaran mucho para este último, más allá de mantenerlo vivo dentro del espectro político, aunque en un lejano cuarto lugar.

Tercero, que no ha habido una respuesta espectacular de otros partidos, intelectuales, grupos sociales, universidades para subirse a la convocatoria lanzada por PAN-PRD.

Más allá de las reacciones provocadas por el anuncio de Anaya y Barrales al interior de sus propios partidos, y fuera de éstos, las preguntas en torno a lo que ambos dirigentes pretenden continúan.

¿Por qué Anaya y Barrales hicieron su anuncio justo dos semanas antes de las elecciones que tendrán lugar en cuatro estados: México, Coahuila, Nayarit y Veracruz, y después del llamado de Andrés Manuel López Obrador para la unión fast track de todas las izquierdas en la madre de todas las elecciones, previo a la del 2018, la del Estado de México?

¿Es acaso que quieren ganarle la mano a López Obrador, para que el próximo año no pueda él hacer lo mismo? ¿Piensan que el PRI no tiene posibilidades reales de seguir en la Presidencia y se adelantan para frenar las intenciones de López Obrador? Si se concretara dicha convocatoria, ¿cuál de los dos proyectos de nación, cuál agenda, la del PAN o la del PRD, se instrumentaría una vez ganada la Presidencia? ¿Quién sentaría en la silla presidencial a su candidato o candidata, el PAN o el PRD?

En política, el tiempo es un factor clave, el conocido timing que supone una planeación, una intencionalidad, el cálculo de las posibles consecuencias, debió guiar a Barrales y Anaya para lanzar tal convocatoria justo en el momento que lo hicieron. Siendo así, no se puede pasar por alto que el anuncio de una posible alianza PAN-PRD para 2018 se da en el marco de una batalla electoral entre la izquierda representada por ciertas corrientes del PRD (Nueva Izquierda, en particular), comandada por los llamados “Chuchos”, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, y la izquierda representada por López Obrador.

El líder de Morena ha llamado a declinar al PRD y al PT (partido que ya lo hizo) en favor de Delfina Gómez; mientras que el PRD hizo el mismo llamado al PAN y al PT en un principio, y más recientemente a Morena, en favor de su candidato Juan Zepeda. Estos emplazamientos pintan de cuerpo entero el perfil de ambas izquierdas.

Por un lado, Morena afianza su posición ideológica en torno a lo que debería ser un proyecto político social de izquierda en favor de los menos favorecidos. Por su parte, el PRD sigue fiel al desdibujamiento que lo ha caracterizado los últimos años, dejando de lado el proyecto que alguna vez lo identificó, pasando por alto las diferencias ideológicas y programáticas entre su partido y el PAN.

Este último, apunta a dejar al mercado, la ‘famosa mano invisible’, la distribución de la riqueza, por lo que el combate a las desigualdades económicas y sociales no son su prioridad; en tanto el PRD planteaba, tal vez ahora no, el combate frontal a dichas desigualdades a través de políticas públicas que permitieran la redistribución de la riqueza y el estrechamiento de lo que separa a los más pobres de los más ricos.

Por otro lado, el PRD como gobierno de la Ciudad de México se caracterizó por una agenda progresista en materia de derechos de las mujeres y de los grupos de diversidad sexual, en temas como el aborto y los matrimonios igualitarios, y el PAN por promover, en el sexenio de Felipe Calderón, una serie de leyes antiaborto y por criminalizar el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo en diversos estados de la república mexicana, en 19 si la memoria de quien escribe no falla. Igualmente, el PAN se muestra conservador en lo tocante a los matrimonios y la adopción en uniones formadas por personas del mismo sexo.

¿Cómo pueden PAN y PRD zanjar estas profundas diferencias para proponer una alianza hacia el 2018? La respuesta es un misterio, a menos que se piense en términos simple y llanamente electoreros.

Entrando al Estado de México, la convocatoria se da a la sombra del crecimiento de Juan Zepeda, quien, se puede afirmar, cambió las condiciones en las que PRD y Morena podían negociar una posible alianza. Así, la postura de Barrales y su acompañamiento con Anaya puede pretender decir a Obrador, que otras alianzas son posibles y que si quiere ir con ellos deberá pagar un alto precio: ¿doblegarse tal vez a los intereses del PRD? ¿Dejar de amagar al partido desde una posición de superioridad creyéndolo perdido? ¿Qué Delfina Gómez decline a favor de Juan Zepeda?

El hecho aquí es que el PRD ya tiene en Juan Zepeda a su candidato para el 2018, si éste, como parecen indicar las encuestas y a pesar del rápido incremento en su intención de voto, no gana la gubernatura del Estado de México. Él, a diferencia de Miguel Ángel Mancera, que ha estado coqueteando con la idea de irse como independiente, sí es un militante del PRD que parece comulgar con el viejo ideario del partido. Cabe preguntarse entonces: ¿quién sería candidato de dicha alianza? ¿Ricardo Anaya, Margarita Zavala, Juan Zepeda, Miguel Ángel Mancera, un independiente?

Es innegable que a unos días de que se lleven a cabo las elecciones en el Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz, los amagues entre el PRD y Morena tienen un tinte claramente electorero. Sin embargo, es innegable también, que la forma en que se decanten dichas alianzas dará elementos para prefigurar lo que le espera al país en materia de proyecto de nación, y de nuevas o viejas formas de gobierno.

La Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

 

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