#OPINIÓN | Pese a ser diferentes, todas(os) valemos lo mismo

Vie, 4 Mar 2022
El presente ensayo fue escrito por Rafael Ortega para la materia ‘Deontología y ética jurídica’, como reporte de la lectura del Capítulo 2 ¡Teme a tu vecino como a ti mismo!, del libro ‘Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales’, de Slavoj Zizek
  • La biopolítica se enfoca principalmente en mover a las masas mediante el miedo (Pixabay).
Por: 
Rafael Ortega Pinto, alumno del último semestre de la Licenciatura en Derecho.

Hace más de dos mil años, Aristóteles afirmaba con certeza que los seres humanos somos animales políticos (zoon politikón), porque nos vemos en la necesidad de interactuar con nuestros semejantes en nuestro día a día. Esa interacción se ha ido moldeando a lo largo de los siglos, hasta la que encontramos en la actualidad, en la cual ya existen derechos humanos que nos protegen y que garantizan una sana convivencia entre los miembros de una sociedad.

Ahora bien, el tema con la apertura de pensamiento y el rompimiento de paradigmas, es que se han llegado a malinterpretar algunos preceptos, hasta el punto de la ridiculez. Podemos observar cómo constantemente los grupos vulnerables se han abierto camino en la escena política; lo cual resulta muy positivo dadas las circunstancias históricas y las discriminaciones que han sufrido históricamente. La cuestión aquí es que se ha vuelto un tanto absurdo que en ocasiones ya no se pueda siquiera opinar, o se llega hasta el grado del desprecio, por no tener la mente tan abierta como ellos.

Esto, a fin de cuentas, termina siendo un problema porque la convivencia entre nosotros pasó de ser intolerante (durante el siglo pasado), a tolerante (a principios del nuevo milenio) a aberrante (en años recientes), puesto que hemos pasado del punto de “todo está mal y nada se permite” al extremo de “todo está permitido y por lo tanto bien”.

Dicho lo anterior, podemos apreciar en el texto de la lectura (Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales) cómo ha ido cambiando el enfoque de la política. Vemos cómo pasó de ser radical, la cual se centraba en los axiomas universales, a la biopolítica que se enfoca principalmente en mover a las masas mediante el miedo a prácticamente todo, hasta el punto de la obsesión por la vulneración por cualquier cosa y a excluirlo sin decírselo (homo sacer), lo cual se puede ver reflejado en esto: el ser humano dejó de ser el impulsor de los principios éticos de la sociedad y se convirtió en una mal llamada “víctima” de los mismos, porque no le permiten ser (supuestamente) como él quiera, por lo que éstos lo vulneran y lo terminan lastimando en su esfera jurídica.

La analogía de Frankenstein resulta muy acertada, puesto que plantea a los criminales como individuos que en realidad no eran malos del todo, sino que dentro de su grupo cercano sí muestran valores y afectos contrarios a los cuales se les recuerda en general. Esto nos muestra lo que aquel famoso dicho de “no juzgues a un libro por su portada” implica; sin embargo, es importante destacar que no debemos juzgar a las personas por un sólo acto, pero también hay que ponderar siempre si esa persona es virtuosa en general o no, o si el impacto que tuvieron sus acciones erróneas fueron de mayor trascendencia que las buenas.

Algo sumamente interesante que menciona el autor (Slavoj Zizek) es lo relativo a que el hecho de “negar los mismos derechos éticos básicos a todos no es algo natural”, lo cual tiene sentido puesto que eso sería afirmar que lo que sostiene Thomas Hobbes (homo homini lupus est) es atinado y, por tanto, el hombre sería malo por naturaleza, cosa que a nuestro parecer no lo es.

En este sentido, es importante el tema de la inclusión; pero no la inclusión en el sentido budista que puede rayar en la indiferencia, sino en una que haya un reconocimiento de que, pese a nuestras diferencias, ya que todos valemos lo mismo. Para lograr esto, es muy importante educar a la comunidad en general sobre el tema y quitarnos ciertos estigmas y prejuicios que nos hacen repeler a quienes no son como nosotros. Esto desde luego, sin llegar al grado tajante de permitir todo, porque eso sería pasar de la libertad al libertinaje. Es por ello que Aristóteles decía que: “Solo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo, sin necesidad de aceptarlo”. Lo cual es crucial para lograr esto.

Y es aquí donde vemos que, como menciona Moderato-Adagio: “Lo que se resiste en la universalidad es la dimensión propiamente inhumana del otro”. Esto es muy profundo, ya que lo cierto es que en el mundo en el que vivimos, nos causa conflicto el hecho de tener que tratar con gente que es totalmente diferente a nosotros. Esto no debería ser así y es por ello que hay que trabajar en la tolerancia y aceptación de los demás, pero también que el prójimo nos respete en la misma medida.

Un punto crucial en la manera de transmitir nuestras ideas o de llevarlas a cabo es el lenguaje. Éste nos puede ayudar a construir cosas o destruirlas, dependiendo del uso que le demos y sobre todo de lo que los demás entiendan por él. Una cuestión un tanto preocupante es lo que señala el autor citando a Sigmund Freud cuando nos habla de que: “el prójimo es una cosa, un intruso traumático, alguien cuyo modo de vida diferente, nos molesta…”, por lo cual es indispensable siempre tomar en cuenta nuestras expresiones y nuestro modo de conducirnos hacia los demás para evitar ejercer cierta violencia sobre personas que son muy diferentes a nosotros.

Pero es precisamente el lenguaje lo que nos permite aproximarnos más y conocer mejor al prójimo y tolerarlo más, puesto que con él desarrollamos la empatía. Una empatía que nos permite ponernos en los zapatos del otro y entender que lo ha llevado a ser como es y que, pese a ser diferentes, valemos lo mismo y merecemos el mismo respeto.

Tratándose del deseo, es normal que queramos siempre más, puesto que somos seres dinámicos. Esta idea no debe dominarnos, puesto que el hecho de buscar más puede llevar a la prosperidad, pero hasta cierto punto, para evitar caer en una compulsión absoluta y hacer todo por querer siempre más.

Siendo esto así, es necesario cuidar nuestro lenguaje para acercarnos de manera correcta a los demás y fomentar una auténtica inclusión de todos, aunque también es fundamental que las minorías y los grupos vulnerables asimilen el hecho de que no todo se trata de ellos y no todo es violencia, puesto que hay valores y principios éticos que deben siempre estar presentes en la sociedad para garantizar una convivencia de todos, en la que se escuche a todos, pero sin olvidar las bases que sostienen a la comunidad y sin las cuales no habría reglas que seguir.

PRL/ICM

 

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