Fecha: Jueves 6 de Octubre de 2016. 10:15 hrs.
El elogio del P. Lombardi al P. Adolfo Nicolás, en nombre de toda la Compañía de Jesús, es probablemente lo más conmovedor de estos primeros días de trabajo de la Congregación General. En efecto, al P. Nicolás le agradecimos el bien que hizo a la Compañía de Jesús, a la Iglesia y al mundo en estos ocho años de servicio como Superior General. Querido por su sencillez, espontaneidad, sentido del humor, accesibilidad, y por una astuta perspicacia para conducir a la Orden en medio de los retos que la realidad le presentaba, siempre nos recordó la perspectiva universal de nuestra vocación, nos llamó a la hondura espiritual y a superar la mediocridad. El P. Nicolás fue como General una inspiración constante para buscar y hallar la voluntad de Dios por debajo de las dinámicas del mundo. Ha sido siempre un hombre de sabiduría serena y profunda, de una rica experiencia espiritual y un vívido compromiso apostólico. Siempre supo dejarse ayudar de su equipo, con una mirada de largo plazo. Sus principales aportes: la reestructuración de las provincias, la renovación organizativa y física de la Curia, la revaloración de los secretariados, el fortalecimiento del apostolado intelectual, la cultura de la responsabilidad, el sentir con la Iglesia. Como dijo el P. Lombardi: se dio a la Compañía generosamente y con alegría. Y por eso le estamos agradecidos. El P. Nicolás nos animó a salir a las fronteras, a ir a los confines del mundo y a lo profundo de la historia. Nos guió y nos acompañó.
Los largos minutos en que le aplaudimos de pie y la humildad sin aspavientos con la que él se retiró, refrendaron las palabras expresadas por Lombardi.
Otra tarea que ha ocupado nuestro tiempo ha sido el afán por conocernos. Venidos de tantos rincones del mundo, de tantas y diferentes experiencias, de lenguas diversas, queremos llegar a saber quiénes somos y como pensamos, de manera que podamos construir juntos una visión común de largo plazo para proponer a la Compañía. Por grupos pequeños hemos compartido nuestra visión sobre el estado actual de la Compañía en el mundo, sobre la formación de los nuestros, acerca de la promoción de vocaciones. Hemos recordado que, como decía el P. Nicolás, los desafíos de la Compañía son los desafíos del mundo, y no otros. Entonces los hemos enlistado para tener presente la realidad en la que queremos anunciar el Evangelio. El intercambio empezó tímidamente, pero conforme avanzamos, se hizo denso y vital: en ello nos jugamos el sentido de nuestra vida.
Finalmente, para cerrar el trabajo de cada día, nos reunimos en cuatro distintas capillas para celebrar, por idioma, el memorial de aquello que nos une y dinamiza: el seguimiento del Señor Jesús en su vida, muerte y resurrección.
David Fernández Dávalos, S. J.
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