Al regresar a clases, necesario cuidar bienestar socioemocional: experta

Vie, 2 Jul 2021
La Dra. Cimenna Chao, coordinadora de la Especialidad en Educación Socioemocional de la IBERO, ofreció conferencia ‘Trabajar las vivencias psicoafectivas’
  • Trabajar las habilidades socioemocionales en la comunidad permite practicar una comunicación afectiva (Pixabay).
  • Dra. Cimenna Chao Rebolledo, coordinadora de la Especialidad en Educación Socioemocional de la IBERO, universidad jesuita de la Ciudad de México.

En el regreso a clases es o será necesario comprometerse con el cuidado del bienestar socioemocional, en lo que será un proceso de resignificación, recuperación y reconstrucción de los aprendizajes, mencionó la Dra. Cimenna Chao Rebolledo, coordinadora de la Especialidad en Educación Socioemocional de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

Al hablar de cómo Trabajar las vivencias psicoafectivas, en la conferencia virtual Preparando el regreso a clases -que organizaron la IBERO y la Confederación Nacional de Escuelas Particulares (CNEP)-, la doctora dijo que el regreso a la escuela ha generado o generará emociones diversas, algunas positivas y constructivas que ayudan a estar entusiasmado por lo que viene; pero en otras personas hay confusión, nerviosismo, estrés o miedo a un posible contagio al regresar a la escuela.

Así que Chao sugirió que en los centros educativos se tomen muy en serio tres cuestiones prioritarias desde el ámbito socioafectivo y socioemocional, y se pregunten: cómo van a procurar bienestar socioemocional a sus estudiantes, cómo van a cuidar y a apoyar a sus docentes, y cómo van a recuperar y a reconstruir los aprendizajes curriculares.

Se necesita entonces generar estructuras de apoyo y organizativas que den estabilidad, implementar acciones de cuidado y autocuidado socioemocional, y ajustar las estrategias de enseñanza.

En lo que respecta a las estructuras de apoyo y organizativas, se trata de ir entendiendo cómo está la comunidad en términos generales. Para esto, hay que generar diagnósticos continuos y estar atentos, desde el inicio y a lo largo del ciclo escolar, de cómo se encuentra el clima emocional y cómo van los aprendizajes; no para clasificar a los estudiantes entre quienes saben poco, más o menos o mucho, sino “para tener una suerte de cartografía que nos permita navegar ese universo de emociones y de vivencias”.

En esa identificación de la comunidad se pueden generar acciones de atención diferenciada, pues para nivelar los aprendizajes habrá quienes requieran más apoyo o apoyo especializado, por ejemplo, psicológico o tutorías.

Para cuidar del bienestar emocional, el trabajar las habilidades socioemocionales en la comunidad permite practicar una comunicación afectiva, de manera que ésta sea efectiva y lleve a construir resiliencia colectiva.

Pero de qué se habla cuando se habla de acciones de cuidado y de autocuidado, Cimenna explicó que, de aprender a generar y a movilizar emociones positivas, actitudes productivas, proactivas y creativas, que den sentido y progreso al regreso a clase, “que nos inviten a estar allí (escuela presencial), en lugar de querer salir porque me encuentro en una situación de angustia”. Esto implica ejercitar las habilidades emocionales, y para ello cabe apoyarse, por ejemplo, en el arte y en la activación física.

Esas acciones de cuidado y autocuidado deben partir de reconocer las fortalezas y aprendizajes vividos por estudiantes y docentes, para saber qué se aprendió y en dónde es necesario seguir aprendiendo, para que a partir de esos aprendizajes se puedan enfrentar los nuevos retos e identificar oportunidades de crecimiento futuro.

Y otra manera de cuidarse es, tomar perspectiva, “vernos y ver nuestra ecología, nuestro sistema escolar, desde una mirada objetiva, informada, que nos permita dar un seguimiento productivo a nuestras acciones educativas”.

Enseñar y aprender desde las emociones quiere decir: generar un ambiente receptivo de bienvenida, donde estudiantes, docentes y familias se sientan acogidos en el regreso a la escuela. Para que la bienvenida y la acogida sean más auténticas, “tenemos que reconocer cada día cómo nos sentimos. Yo misma (como profesora), cómo me siento, preguntármelo, y estar consciente de cómo se sienten mis estudiantes”.

Un segundo punto importante es que cada día, en las interacciones en la educación a distancia o en el aula presencial, se favorezca el involucramiento y participación de las y los estudiantes; entre docentes, cuando se haga un colegio de profesores; y con las familias, cuando se realice una asamblea o reunión colectiva.

En esas acciones de involucramiento y participación se deben generar acuerdos para la nueva convivencia, ya que se necesita que todos tengan la misma visión, para poder estar en sintonía.

Para ello, hay que practicar la comunicación afectiva, porque si se quiere ser impositivo, de una manera confrontativa o autoritaria, se puede generar violencia, resentimiento o regresar a un nivel de afrontamiento desde el enojo o la evasión.

En términos del trabajo de la didáctica, para favorecer el involucramiento y la participación, la invitación de la Dra. Chao es a trabajar de forma activa, vivencial, creativa, participativa y colaborativa; formas que se tienen para irle dando sentido y cabida a los aprendizajes curriculares.

Y también, todos los días hacer con las y los estudiantes un cierre constructivo en el que se reflexione qué se aprendió, cómo se puede aplicar a la propia vida lo que se aprendió durante la pandemia, en la educación a distancia, y qué se quiere aprender la próxima vez, en dónde están los intereses propios, “de manera que nos mantengamos motivados para estar…a pesar del vaivén, en esta continuidad académica”.

Por otra parte, ejercitar las habilidades socioemocionales empieza por identificar y reconocer “cómo me siento. Cómo me siento yo, docente, que voy a estar frente a mi grupo, y cómo se siente mi grupo, y cuál es el clima emocional en la escuela, cómo están mis familias”.

Identificar cómo me siento quiere decir reconocer si la emoción que prevalece en ese momento se percibe de manera agradable o desagradable, y si en esa emoción una persona se percibe en un estado agitado o calmo.

Reconocer y nombrar esa emoción es importante debido a que permite entender, si estoy demasiado agitado o calmo, qué tipo de acciones o conductas estarán presentes, porque todas las emociones generan disposiciones actitudinales para la acción y la convivencia.

Entonces, en un grupo que se encuentra demasiado irritado, deprimido, triste, preocupado, asustado o angustiado, el profesor/a requiere entender que las primeras acciones que puede llevar a cabo son activar, regular o calmar, para permitir a los estudiantes estar más conscientes y participativos.

Es también generar acuerdos de convivencia que partan de reflexionar “cómo nos queremos sentir ahora que hemos regresado a clase”. En esos acuerdos hay que tener presente el cuidado colectivo, “esto que yo siento, esto que tú sientes, cómo nos lleva a generar estrategias de cuidado común…Cómo queremos convivir ahora que estamos en esta nueva realidad, en este nuevo contexto, ahora que usamos mascarillas, ahora que usamos todo este tipo de estrategias de distanciamiento social para evitar los contagios, ahora que no podemos compartir ni el lunch, ni los útiles”.

En esos acuerdos de convivencia en la escuela igualmente están los aprendizajes, entonces también cabe preguntar: “Qué nos gustaría aprender, en dónde sentimos que están aquellos aprendizajes que han quedado rezagados, desde dónde retomamos”. Para eso, hay que tomar en cuenta las inquietudes de estudiantes y padres de familia, y qué disposiciones conductuales, actitudinales y emocionales se necesitan para lograrlo.

Educar en las habilidades socioemocionales también quiere decir aprender a regular esas emociones, sobre todo las intensas. Sabiendo que la emoción antecede a la razón, es necesario ejercitar la regulación de manera explícita, aprender a parar antes de actuar.

Un estudiante agitado, asustado, angustiado y que no recuerda los aprendizajes, probablemente se va a sentir frustrado e impotente, por lo que será necesario tener un repertorio de estrategias y herramientas que permitan al maestro/a acompañarle para que se calme, para que recupere la atención y el temple.

Algunas de esas estrategias para calmar son aprender a respirar y hacer uso de la activación física. Asimismo, es importante usar la metacognición para la regulación emocional, lo que se asocia a recuperar las vivencias para resignificarlas, es decir, saber “cómo me sentí, qué emociones estuvieron presentes, qué hice, qué tipo de situaciones fueron las que viví, cuáles tuvieron resultados proactivos, productivos, positivos y cuáles no, y qué puedo hacer para lidiar con esas situaciones”.

Aunado a esto, practicar la comunicación afectiva, una comunicación que permita “estar atentos, atentos con los que nos dicen, pero también atentos con lo que decimos”, para hablar y expresar con claridad lo que se quiere.

El profesorado no debe interrumpir a sus estudiantes cuando desean expresar sus vivencias, dolencias o angustias. Tampoco debe anticipar sus respuestas, al contrario, debe escucharles atentamente, manteniendo el contacto visual y, sobre todo, una actitud empática, “tratando de ponernos en el lugar de ese estudiante que probablemente no tuvo una buena conexión de internet o no tuvo quién lo acompañara para entender aquellos contenidos que se impartieron a la distancia”.

Además, no juzgar desde lo que se cree, sabe o intuye; y cuidar la comunicación, mostrando siempre interés en el otro, observando y escuchando no sólo las palabras, sino sobre todo las emociones que están presentes. En este sentido, la académica de la IBERO conminó a sus colegas a practicar la generosidad emocional en este momento difícil y complejo en el que las emociones han sido realmente aflictivas y disfóricas.

Como expresión para la resignificación de las vivencias se puede usar el arte. La expresión plástica, gráfica, el dibujo, la escultura, los collages, pueden utilizarse para generar narrativas afectivas.

De igual manera cabe emplearse el texto, pues se pueden escribir cuentos, historias, guiones, obras de teatro, formas de expresión lúdica  que permitan recordar, volver a pasar por el corazón las vivencias, pero con otro final, canalizadas en otra dirección.  Puede recurrirse a la música para acompañar a las y los estudiantes durante ese trabajo creativo o para generar un ambiente de tranquilidad.

En otro rubro, Chao Rebolledo recordó que, si en el regreso a clases se quiere trabajar con las emociones, hay que partir de las fortalezas y los aprendizajes construidos, no desde lo perdido. “Si regresan nuestros estudiantes a clases y nosotros regresamos a querer recuperar y reconstruir los aprendizajes desde esta mirada de lo que se perdió, entonces muy probable vamos a tener una profecía cumplida, vamos a pensar que efectivamente está perdido lo perdido”.

Así que lo mejor es empezar por preguntar a los estudiantes qué pueden hacer muy bien y qué cosas nuevas aprendieron durante el periodo de confinamiento. Platicar de esto en clase ayudaría a su autoestima y a su sentido de autoeficacia.

También se debe reconocer qué quieren y necesitan seguir practicando, en dónde están sus retos, qué interfiere con sus aprendizajes y en dónde necesitan ayuda. Además, ayudarlos a identificar qué necesitan para cambiar lo que interfiere con ellos, que pueden ser emociones intensas, pensamientos divergentes o rumiantes, que no les permiten concentrar la atención.

Aprender con las emociones implica generar rutinas relacionales y para la regulación, que básicamente tienen que ver con repartir el día de trabajo con momentos para sí, o sea, una jornada de trabajo atento, intenso, de reflexión y expresión; con momentos para la creatividad, el juego, el ocio y el descanso total; y también con otros momentos de reactivación o de calma, es decir, de regulación emocional, que preparen para volver a entrar a momentos de atención intensa, de reflexión y de expresión.

Y finalmente, tomar perspectiva, cultivar una mirada objetiva e informada, y saber que los momentos nefastos y difíciles son transitorios, o sea, “un mal día no nos debe de distraer del progreso que hemos alcanzado a lo largo de la vida o a lo largo del trayecto escolar. Un error en el momento del aprendizaje, una falta de conocimiento, un hueco en los aprendizajes, no implica que no vayamos a aprender, implica que estamos transitando por la ruta del aprendizaje”.

Esta mirada objetiva ayuda a no caer en emociones intensas, de frustración, porque hace entender que un retroceso no necesariamente es una pérdida, sino en realidad es un aprendizaje en un vida llena de aprendizajes.

“El currículo, aunque quisiéramos que fuera un mapa para la vida que nos diera señas y signos para salir en la vida triunfantes, en realidad no lo es, es una sugerencia de lo que debiéramos de aprender”.

“Pero la escuela en su conjunto, esa convivencia, ese lugar de interrelaciones y de comunicación, sí es parte de la vida y es una parte muy importante. Entonces necesitamos mirarlo con esta perspectiva para que nuestros estudiantes también encuentren justamente en esta perspectiva la esperanza, la motivación y el sentido de agencia que les permita seguir adelante sin sentirse que han perdido”.

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