#ANÁLISIS Auge y apogeo del “oro verde”: una economía devastadora

Lun, 31 Oct 2022
El OCSA señala que la demanda para satisfacer el mercado global del Aguacate, ha provocado la devastación de un sinnúmero de zonas boscosas para colocar plantaciones masivas, tanto legales como ilegales
El cultivo de este fruto requiere grandes cantidades de agua, así como el uso de plaguicidas y fertilizantes, lo que provoca la contaminación de cuerpos de agua superficiales y el daño a los mantos acuíferos
Por: 
Marcela Martínez-López, del Programa Universitario para la Sustentabilidad

¿Sabías que uno de cada tres aguacates disponibles en el mundo se cultivó en nuestro país? Y es que no es casualidad que en los eventos masivos como el Súper Bowl, en Estados Unidos, se consumieron más de cien mil toneladas de este fruto.

El país vecino compró a México cerca de un millón de toneladas entre 2015 y 2018, lo que implica una fuerte demanda de producción que ha sido abastecida mediante monocultivos, pensados bajo un enfoque desarrollista que omite inevitables y múltiples daños socioambientales.

Los monocultivos son sistemas de producción homogénea de una sola especie y a gran escala que, por el uso intensivo de la tierra y las altas cantidades de agroquímicos, causan la erosión del suelo, reducen la biodiversidad y dejan estériles las tierras.

Es importante subrayar que la intención de exportar aguacate mexicano a decenas de países, para integrarse a la economía global, ha provocado la expansión de monocultivos de este fruto, con graves consecuencias.

La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sagarpa) destaca que “México es el principal productor y exportador de aguacate”. El Estado de México, Jalisco, Michoacán, Morelos y Nayarit son las entidades federativas donde se cultiva la mayor cantidad de este producto.

La Sagarpa, cada año, reporta una producción valuada en 2,500 millones de dólares derivados de este monocultivo. De los estados mencionados, Michoacán encabeza la lista, ya que genera 80% del llamado “oro verde”.

Sin embargo, por está demanda para satisfacer la demanda del mercado global se ha devastado un sinnúmero de zonas boscosas (principalmente de pino) para colocar plantaciones masivas, tanto legales como ilegales, de una sola variedad de aguacate: Hass.

En 2017, se perdieron 20 mil hectáreas de bosque en el territorio michoacano a causa del cultivo masivo de dicho fruto, lo que equivale a casi cuatro veces la superficie de la alcaldía Coyoacán de la Ciudad de México.

En los últimos cuarenta años la superficie de este cultivo creció de forma desmesurada: de 30 mil hectáreas en 1980 a 80 mil en el año 2000, y a 165 mil en 2019. De esta última cifra, casi un tercio corresponde a plantaciones ilegales.

Así pues, las ganancias económicas derivadas del aumento de ventas a nivel mundial —que benefician sólo a unas pocas personas—, esconden daños irreparables.

El cultivo de aguacate requiere grandes cantidades de agua, así como el uso de plaguicidas y fertilizantes, lo que provoca la contaminación de cuerpos de agua superficiales y el daño a los mantos acuíferos. A su vez, la deforestación altera el ciclo hidrológico y reduce la disponibilidad del recurso.

Con el fin de aumentar la superficie de plantaciones, se provocan incendios y, ya perdida la cubierta forestal, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) autoriza el cambio de uso de suelo para cultivos agrícolas.

Es por eso que la sociedad civil y las organizaciones ambientalistas han denunciado que miles de hectáreas cultivadas no cuentan con permisos ambientales, además de demandar el monitoreo de la región para detectar sembradíos en zonas prohibidas para fines agrícolas.

Una de las regiones más afectadas por la producción de aguacate es la purépecha, donde las comunidades locales se han organizado para prohibir el cambio de uso de suelo en sus bosques. Las autoridades comunales han informado sobre problemas de escasez de agua y erosión del suelo derivadas de la deforestación, así como la invasión de zonas boscosas para establecer huertos de aguacate. En 2018, se registraron varias muertes por el desbordamiento de ríos y represas.

El continuo deterioro y los crecientes conflictos en el mencionado estado han sido documentados por el Observatorio de Conflictos Socioambientales de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México (OCSA), que ha sido una vía para la documentación y el análisis de la conflictividad socioambiental derivada de proyectos extractivistas.

Entre 2017 y 2020, el OCSA registró —a partir de múltiples reportes de la prensa mexicana—, 32 proyectos asociados al monocultivo de aguacate, de los cuales, al menos, 17 son ilegales. En todos ellos, se indican varias afectaciones ambientales, aunque el daño ecológico más frecuente es en el agua (17), seguido del suelo (13) y la biodiversidad (4). Estas afectaciones son subestimadas o ignoradas en el proceso de mercantilización del aguacate, por tanto, es necesario que desde la economía se integren los efectos nocivos asociados al monocultivo, además de diversificar las formas de producción.

Si bien el cultivo de aguacate genera empleos en varios estados, estos no son bien remunerados, a lo que se suma que el tipo de siembra y producción causan estragos irreparables en las comunidades y el ambiente. De esta forma, urge frenar los monocultivos y encaminarse a las alternativas de producción agroecológicas, sustentables y que respeten la salud de las comunidades y sus tierras.

 

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