Benedicto XVI, mejor papa que prefecto
Algunos papas, al morir, despiertan una unanimidad de comentarios laudatorios entre los fieles de la Iglesia Católica; otros, en cambio, suscitan valoraciones muy diversas. El papa Benedicto XVI forma parte de este segundo grupo. Si tuviera que resumir su trayectoria como teólogo y eclesiástico en pocas palabras, diría que: uno, arrancó muy bien; dos, luego se estropeó; y tres, finalmente encontró su lugar en el mundo.
1.- Digo que Joseph Ratzinger ‘arrancó muy bien’ porque fue un buen teólogo, consultor del Concilio Vaticano II junto con Hans Küng, ambos denominados en broma por los padres conciliares “los jóvenes”. En aquellos años, el joven Ratzinger destacó como un teólogo brillante, abierto, preocupado por hacer inteligible la fe cristiana en un mundo cada vez más adverso.
2.- Sin embargo, las cosas ‘se estropearon’ en los años siguientes. Como explica el teólogo suizo Hans Küng en sus memorias, tanto Ratzinger como él se vieron a finales de los años sesenta e inicios de los setenta en la disyuntiva entre una carrera como teólogos abiertos al mundo, libres, creativos, con posibles problemas con la jerarquía; u otra como eclesiásticos fieles y acríticos ante el Magisterio.
Hans Küng afirma que él optó por lo primero y Joseph Ratzinger por lo segundo. Eso hizo que los escritos de Ratzinger empezaran a perder interés porque predominó en ellos la prudencia. No tardó en ser nombrado arzobispo de Múnich y Frisinga. Cuando pasé varios veranos en Múnich estudiando alemán en los años noventa, Ratzinger era recordado como un arzobispo curial, poco pastoral. Los fieles no lo echaban de menos.
Las cosas aún se complicaron más al ser nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo que ostentó de 1981 a 2005, durante cerca de 24 años. Es sabido que la teología católica fue notablemente sacudida en el posconcilio, por lo que ser prefecto de esa congregación no debía de ser nada fácil.
El papa Juan Pablo II le pidió que fuera severo con los que se desviaban de la ortodoxia, y lo fue; pero tal vez erró en el tiro. Fue excesivamente duro con la Teología de la Liberación, algunas de cuyas formulaciones acabarían siendo aceptadas hasta por san Juan Pablo II, por ejemplo, con la categoría de estructuras de pecado en Centesimus annus (1991). Se filtró en los años ochenta el borrador de un documento de Ratzinger, condenatorio de la Teología de la Liberación y cargado de imprecisiones. Hubo tantas reacciones en contra que el texto finalmente publicado fue mucho más comedido.
Eso no le impidió a Ratzinger ordenar el silencio a teólogos como Leonardo Boff (Teología de la Liberación), Aloysius Pieris (inculturación del cristianismo en la India) o Jacques Dupuis (Diálogo Interreligioso), entre otros. Personalmente participé en la defensa pública del teólogo Jon Sobrino, inspirador, junto con el mártir Ignacio Ellacuría, de la teología de san Óscar Romero. Se le criticó a Ratzinger que condenara sin haber dialogado previamente, algo que iba en contra del espíritu de apertura del concilio, en el que él había sido consultor. Parecía un ‘segundo Ratzinger’, muy distinto del ‘primero’.
Ahora bien, en lo que a esta etapa de prefecto se refiere, la historia será dura con él por el caso de la pederastia de sacerdotes, concretamente del mexicano Marcial Maciel. Durante los casi 24 años en que fue prefecto, y por ello, responsable de dirimir sobre los casos de abuso sexual a menores por parte de eclesiásticos, Ratzinger no hizo nada acerca de las denuncias presentadas en la Santa Sede por parte de víctimas de Maciel, y de otros, desde hacía años, décadas incluso. Dejó pasar el tiempo esperando a que las cosas se calmaran, pero no se calmaron, sino que, al contrario, se avivaron. Aquello fue un error descomunal por su parte, por el que habría podido incluso ser juzgado en los tribunales.
3.- No cabe duda de que Ratzinger ‘encontró su lugar en el mundo’ siendo papa. Algún cardenal americano se saltó el secreto posterior al cónclave y explicó que fue el buen hacer del cardenal Carlo Maria Martini lo que permitiría una serena elección de Benedicto XVI en 2005 y, como consecuencia, la posterior de Francisco en 2013. No me toca a mí ahondar en ello.
Benedicto XVI hizo frente, ahora sí, al escándalo de la pederastia de los sacerdotes, con mucho retraso, pero más vale tarde que nunca; marcó la línea severa que posteriormente seguiría Francisco. Redactó encíclicas de enorme calidad, como Deus caritas est (2005) o Caritas in veritate (2009). Tuvo muy pronto un gesto de reconciliación con Hans Küng, consciente de que la Iglesia no se había portado bien con él.
En general, encontró un tono pastoral y doctrinal adecuado a los tiempos, siempre algo conservador, pero de indudable calidad. Su sucesor, Francisco, sabría encontrar un discurso mucho más cercano a la gente y más dialogante con el mundo contemporáneo.
Termino como he empezado: Joseph Ratzinger tuvo un muy buen inicio como teólogo, una responsabilidad como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe entre discreta y deficiente, y un desempeño como papa Benedicto XVI de altura. Descanse en paz.
*El Dr. José Sols Lucia es profesor del Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
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