Experto analiza labor de los medios durante tiroteo en escuela de Monterrey

Mar, 24 Ene 2017
¿Hicieron bien algunos medios en no difundir imágenes y el video del hecho?: Dr. Cabañas Osorio lo explica
Los medios tradicionales no deben caer en la velocidad y voracidad de las redes sociales
  • Foto: Pixabay

Exhibir y perpetuar información gráfica en redes sociales o mandarlas al olvido, bajo los criterios de omisión y ocultamiento, por parte de algunos medios de comunicación convencionales, fue el dilema que reactivó el problema ético respecto a la difusión o no de imágenes en los medios de comunicación tradicionales.

Esta pregunta que surgió en el orden comunicacional y público a partir de los acontecimientos ocurridos, primero, en la balacera de un bar en Quintana Roo, y después en Monterrey, Nuevo León, la mañana del 18 de enero en la secundaria particular Colegio Americano del Noreste, en donde un adolescente de 15 años disparó contra varios de sus compañeros y su maestra, hiriéndolos de gravedad, para después suicidarse. 

Aspectos, entre otros, que pusieron de relieve el anquilosamiento y la poca o nula profesionalización de algunos comunicadores y medios que argumentaron ética y legalidad en lo referente a la protección de niñas, niños  y víctimas adolecentes.

En las redes sociales y sus diferentes dispositivos, las imágenes de los sucesos en el colegio adquirieron de manera veloz y viral su poder simbólico, pues sintetizaron, significaron y representaron la tragedia individual y el trauma social a partir de un video y fotografías sangrientas del suceso.

Los hechos evidenciaron la tragedia particular de personas, pero también expusieron una realidad social de lo que comienza a suceder en las escuelas de educación básica, como parte de este México descompuesto que alcanza a los estudiantes y a las aulas.

En respuesta a lo sucedido, familiares, ciudadanos y autoridades, en principio satanizaron el internet y la cantidad y tipo de información que ahí se encuentra. Emprendieron como rápida respuesta, programas de prevención como el de “mochila segura” para hacer frente a lo sucedido y evitar su posible repetición.

Los medios, básicamente la televisión y la prensa escrita, dieron cuenta del suceso, pero decidieron no publicar información gráfica, argumentando principios éticos en apego y concordancia con la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, la cual destaca la protección a su dignidad y personalidad.

Sin embargo, el video y las imágenes subidos en las redes sociales evidenciaban la parálisis y desplazamiento de los medios de comunicación convencionales, así como su poca o nula capacidad profesional para informar, en el supuesto derecho del ciudadano a ser informado y del medio en su libertad de expresión. Pues cuando todo mundo ya había visto las imágenes en video y fotografías subidas a internet de manera anónima, los medios tradicionales argumentaban ética y protección a las víctimas. El hecho, entre otros, dejaba al descubierto los siguientes aspectos.

Primero. Estos medios no comprendieron que las diferentes audiencias que integran el espectro social, en su mayoría compuestas por jóvenes y adultos entre los 13 y los 50 años de edad, han migrado a las pantallas de los nuevos dispositivos electrónicos ante el manejo sesgado, parcial y anquilosado de la información en los medios tradicionales. Ante dicha incomprensión de la viralización inmediata del suceso, los medios argumentaron ética y legalidad, protección y dignidad de víctimas.

Segundo. Ante tal postura de omitir información gráfica, la interrogante que surge es: ¿cuál es la misión de los medios convencionales, del periodista, del informador y del comunicólogo en la actualidad? Si sumergirse en el trauma individual y social de los acontecimientos o explicar esa realidad, investigarla y objetivarla en toda su dimensión, a fin de ejercer el derecho a la libertad de información del ciudadano con veracidad de lo que acontece en una sociedad como la nuestra. No olvidemos que los medios también son formadores de ciudadanía.

De esta supuesta postura ética, se desprende que en el mejor de los casos los medios que omitieron las imágenes del suceso, asumieron el papel de meros espectadores y consumidores del suceso, sumergiéndose en el hecho humano, en el estremecimiento y en el trauma individual y el shock social. Si no es, en el otro extremo, que dicha postura fuese para no evidenciar el suceso como una prueba más de la descomposición social de la realidad mexicana. Es decir, asumieron una postura, ideológica y política argumentando protección a víctimas.

Los que omitieron las imágenes se olvidaron de que la realidad es la materia prima del periodismo, de la comunicación, y que las redes sociales forman parte de esa novedosa realidad social e informática. Olvidaron que el profesional de la comunicación debe objetivar esa realidad sea gráfica, física, testimonial o política para dar cuenta con veracidad de lo que acontece en un conglomerado social por dolorosa que esa realidad sea.

Olvidaron que el profesional de la comunicación debe vincular el sentido inmanente del suceso, el hecho en sí mismo, a un sentido trascendente, a fin de explicar, reflexionar y objetivar la realidad social desde una perspectiva de investigación, documentación y de exposición de la realidad. Una postura que dé sentido social y humano al hecho noticioso, incluyendo en ello, la información, la velocidad, las audiencias y las nuevas tecnologías que hoy parecen marcar la agenda periodística.

El profesional de la comunicación no es un simple espectador, un consumidor  o un devorador de imágenes que se queda en el pasmo y la practicidad inmediata del suceso. No es un acumulador de escombros informativos y noticiosos, es un científico social que da cuenta de los acontecimientos de una sociedad. Con un sentido veraz que ubique el hecho noticioso, no como un evento aislado, o como un objeto que puede arrumbarse, sino como un hecho inmerso en un contexto socioeconómico, político e histórico de lo que acontece en un conglomerado social.

La imagen-noticia como información gráfica de los acontecimientos sucedidos debe ser investigada, estudiada y tratada profesionalmente para proteger la integridad humana y la dignidad de las víctimas, no ocultarse u omitirse. Pues la información gráfica es testimonio, inmanencia y verdad de esa realidad que se exhibe. Es un aquí y ahora hecho de realidad y de verdad, no hecho aislado sin contexto y orden social.

La imagen no debe manipularse por objetivos económicos o de captura de audiencias, focalizando planos cortos para revelar la intimidad de las víctimas. No debe exponer planos fotográficos y videográficos que evidencien partes íntimas, fragmentos corporales (decapitaciones, descuartizamientos, etc.) para usarla con fines de morbo o como mero atractivo e ilustración para las audiencias, o bien para convertir la información gráfica en mercancía o ideología, como sucede en algunos medios de comunicación actuales.

En conclusión, podemos decir que los medios tradicionales no deben caer en la dinámica informativa y voraz de las redes sociales, pues su labor profesional está en la investigación, la explicación y la reflexión para exponer los sucesos gráficos con veracidad. Es ahí precisamente en donde se concreta la ética del comunicador, de la información y de los medios de comunicación que hoy ante las dinámicas de las nuevas tecnologías parecen atrofiados y poco profesionales de la comunicación.

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