Menores jornaleros migrantes, con las peores condiciones educativas: INIDE

Lun, 24 Mayo 2021
Presentan investigación en torno a la equidad educativa en los campos agrícolas a partir de relatos de vida de niñas, niños y jóvenes
  • De la población total de niñas y niños migrantes (326 mil ) tan sólo el 17% asiste a la escuela (Tomada de YouTube).

Como parte de los proyectos de investigación educativa 2021 del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) de la IBERO, fueron presentados los resultados de los trabajos de investigación realizados por el Dr. Carlos Rodríguez Solera y la Mtra. Patricia Patiño, así como de su equipo, sobre el tema Equidad educativa en los campos agrícolas, recuperando la voz de niñas, niños y adolescentes de familias de jornaleros migrantes, a partir de sus relatos de vida.

Tanto el doctor Rodríguez Solera como la maestra Patiño coincidieron en la relevancia que tiene este tema para la educación, ya que las niñas, niños y jóvenes de familias de jornaleros agrícolas migrantes experimentan las peores condiciones educativas de todo el país. Por ejemplo, datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (2016) reflejan que de la población total de niñas y niños migrantes (326 mil ) tan sólo el 17% asiste a la escuela, mientras que el 83% no recibe educación básica.

Ellos y ellas tienen poco acceso a la educación escolarizada… No les es viable estar en los centros escolares, en los horarios -sobre todo-, y tienen que movilizarse por las temporadas de siembra, lo que deriva en su poca permanencia en el sistema educativo”, explicó Patricia Patiño, investigadora del INIDE.

Esta investigación cualitativa está enriquecida por los relatos de vida de 100 niñas, niños y jóvenes de diferentes de estados de la república, como Baja California, Estado de México, Hidalgo, Morelos, Sinaloa y Sonora, que compartieron sus vivencias, sueños y esperanzas.

La intención de estos relatos fue retomar tres ejes en torno a este fenómeno: el migratorio, laboral y educativo, con el objetivo de identificar regularidades y patrones que ocurren a escala social.

Por su parte, Carlos Rodríguez Solera, también investigador del INIDE, expuso que algunas similitudes entre aquellos que permanecen y abandonan la escuela es que todos son hijos e hijas de personas con un bajo nivel de escolaridad, debido a ello trabajan como jornaleros agrícolas migrantes y reciben bajas remuneraciones, trabajan en condiciones precarias y sus ingresos son muy bajos, por lo que viven en condiciones de pobreza.

Ante estas similitudes, también la investigación arrojó diferencias entre estudiantes migrantes que permanecieron y abandonaron la escuela. Quienes permanecieron, recibieron apoyo moral, material e intelectual de sus familias; tuvieron itinerarios migratorios estables, así como itinerarios laborales compatibles con su asistencia escolar. En contraparte, aquellos que abandonaron la escuela no recibieron ningún tipo de apoyo, sus patrones migratorios eran muy inestables y se integraron a una edad muy temprana al trabajo infantil.

Al ahondar en el tema, Rodríguez Solera mencionó que “la familia seguía trabajando como jornaleros migrantes, pero buscaban arreglos para que los más pequeños que estaban en edad escolar pudieran tener cierta estabilidad”. No obstante, a pesar del apoyo, algunos de estos niños y niñas seguían trabajando fuera de su horario escolar, como los fines de semana o las vacaciones.

Por último, una de las conclusiones de esta investigación tiene que ver con el hecho de que estas diferencias entre aquellos niñas y niños que permanecieron dentro del sistema educativo no están relacionadas con su contexto, sino con el mecanismo de transmisión intergeneracional de una desventaja, como lo es el rezago educativo entre los padres y madres e hijas e hijos.

“Después de observar todos esos microcosmos -relatos- podemos ver el cambio en los distintos relatos ante el apoyo de la familia, lo que se relaciona a su vez con la ausencia o menor trabajo infantil […] rompiendo con este mecanismo social que se conoce como el ciclo de la pobreza, por el cual se transmiten las desigualdades educativas de manera intergeneracional”, concluyó Rodríguez Solera.

Laura Segovia/ICM

 

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