Opinión. Cuando la Sustentabilidad, más que Objetivo, es una Forma de Vida

Jue, 28 Ago 2025
Desde CENTRUS IBERO, llaman a aprender acciones en materia de sustentabilidad, como hacen comunidades indígenas, rurales o periurbanas
“En estos lugares, la sustentabilidad no es una meta por alcanzar, es una consecuencia natural de la forma de habitar el territorio”, explican en la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad
  • Foto: CENTRUS IBERO
Nahum Elias Orocio Alcantara y Adelaido Corcino Martínez, 
Coordinador Universitario para la Sustentabilidad del CENTRUS 
y Asistente de la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad
 
En nuestro día a día, el concepto de sustentabilidad o sostenibilidad se ha popularizado y se ha vuelto omnipresente. Organismos internacionales, gobiernos nacionales, empresas y universidades lo han incorporado en planes, informes y campañas, muchas veces bajo el paraguas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Con la intención de avanzar hacia sociedades más justas frente a las crisis ambientales, sociales y económicas que nos atraviesan.
 
Aunque no es raro que, en nombre de la sustentabilidad, se promuevan cambios superficiales que no cuestionan el modelo económico y de desarrollo que nos han llevado a las crisis actuales. El ejemplo de las bolsas de plástico puede ayudar a entenderlo, sustituirlas por bolsas de papel puede presentarse como un logro ambiental, pero en muchos casos el costo se transfiere al consumidor y el problema de fondo, la generación de residuos permanece intacto. Ya que incluso las bolsas de papel no son reutilizadas, y resultan en más productos de desecho1. Así, la “transición” se queda en los informes de las instituciones o las corporaciones, ya que, al aterrizar estas metas en la realidad local, el panorama resulta ser diferente o mucho más complejo.
 
La anterior es solo una de las razones por las que debemos replantear el rumbo para mitigar las diversas crisis que cada día se hacen más urgentes, sin olvidarnos de la innovación, que  es necesaria y la tecnología que debe acompañarnos.
 
Muchas veces ya existen respuestas y soluciones que estamos omitiendo. Algunas se encuentran en muchos territorios, especialmente en comunidades indígenas, rurales o periurbanas, donde desde hace siglos existen formas de vida que mantienen una relación equilibrada con la naturaleza y entre las personas. No surgieron de políticas públicas ni de conceptos académicos, sino de un conocimiento acumulado y transmitido de generación en generación, que organiza la vida en torno a principios de reciprocidad, cuidado y corresponsabilidad.
 
En estos lugares, la sustentabilidad no es una meta por alcanzar, es una consecuencia natural de la forma de habitar el territorio. Entre los zapotecos y los mixes, por ejemplo, el trabajo comunitario (tequio), milpa diversificada y el respeto por los ciclos de la lluvia o la luna son prácticas cotidianas que integran lo social, lo económico y lo espiritual. Para ellos, la tierra, no es un recurso en sí mismo, sino un bien común que sostiene y sustenta sus formas de vida2.
 
En la Sierra Norte de Oaxaca, las asambleas comunitarias y la justicia propia han permitido conservar bosques enteros mejor que muchas Áreas Naturales Protegidas3, guiados por valores como la autonomía y la dignidad. También los pueblos nahuas y totonacos de Puebla, los kuojtakiloyan4, bosques que combinan cultivo, conservación y vida cotidiana, producen alimentos, medicina, sombra y suelo fértil sin depender de modelos técnicos externos5.
 
No es necesario ir lejos de la Ciudad de México para recordar estas otras formas de relacionarnos. En la historia de nuestra ciudad, incluso antes de la colonización, ya existían formas de organización que buscaban armonía con el entorno. La sociedad mexica desarrolló complejos sistemas agrícolas como las chinampas, que no solo producían alimento en abundancia, sino que mantenían el equilibrio ecológico de lagos y humedales. Su cosmovisión vinculaba el trabajo comunitario y la responsabilidad colectiva como pilares para sostener la vida. Aunque distantes en el tiempo, esos valores siguen resonando en prácticas actuales que ponen en el centro la interdependencia entre las personas y la naturaleza.
 
Sin embargo, hoy, hablar de estas “otras sustentabilidades” no implica hacer una copia o vivir exactamente como ellas. Ya que las comunidades también enfrentan desafíos internos: tensiones por la distribución de recursos, desigualdades de género o disputas políticas locales. Y, externamente, deben resistir el avance del extractivismo, la deforestación, la criminalización de sus defensores y la falta de reconocimiento legal de su gobernanza. Pese a que protegen vastos territorios y ecosistemas esenciales para el planeta, reciben menos del 1% de los fondos destinados a la sustentabilidad planetaria6.
 
Mirar hacia estas experiencias implica entender la sustentabilidad desde una perspectiva que nos permita innovar sobre estos conceptos milenarios, tomar lo mejor y llevarlo al presente no como una fórmula única diseñada en oficinas lejanas, sino como una posibilidad política y cultural que ya está en práctica. Esto requiere reconocer sus logros y también acompañarlas en la solución de sus retos, no desde la imposición, sino desde el diálogo y la colaboración horizontal, como ya hacen algunas organizaciones e instituciones.
 
Frente a las diversas crisis que enfrentamos, cambio climático, pérdida de biodiversidad, contaminación y sociales, estamos obligados a replantear el rumbo. Estas formas de organización nos ofrecen pistas valiosas. No se trata de romantizarlas, tampoco de creer que lo son todo, sino de aprender de su coherencia entre discurso y práctica, y de construir puentes para que sus experiencias, conocimientos y necesidades ocupen el lugar que les corresponde en las decisiones que estamos buscando para ser sociedades más justas.
 
Quizá ahí, en el reconocimiento y fortalecimiento de estas otras sustentabilidades, encontremos no solo respuestas para el futuro, sino también el recordatorio de que es posible vivir de otra manera, aquí y ahora. Tal vez la clave de la sustentabilidad esté en reconstruir la organización comunitaria también dentro de las ciudades, volver a mirarnos, reconocernos y recuperar nuestras relaciones de cuidado, tanto entre las personas como con todo lo que nos rodea.
 
Notas de interés:
 
 

1 Columbia Climate School. (2020, April 30). The truth about plastic bag bans. Columbia University. https://news.climate.columbia.edu/2020/04/30/plastic-paper-cotton-bags/

2 Robles, S. y Cardoso, R. (2016). Floriberto Díaz, Escrito. Comunalidad, energía viva del pensamiento mixe Ayuujktsënää yën - ayuujkwënmää ny - ayuujk mëk äjtën. Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, Universidad Nacional Autónoma de México.

3 Merino, L., y Martínez, A. (2014). A vuelo de pájaro: Las condiciones de las comunidades con bosques templados en México. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO). https://www.biodiversidad.gob.mx/publicaciones/versiones_digitales/Vuelo_Pajaro.pdf

4 Escobedo. S (2021). La meliponicultura en Cuetzalan del Progreso, Puebla: una práctica biocultural y alternativa agroecológica [Tesis de maestría, CIESAS]. Repositorio Institucional CIESAS. http://ciesas.repositorioinstitucional.mx/jspui/handle/1015/1496

5 Esteva, G., & Dix, K. (2022). The Oaxaca Commune. In Gustavo Esteva: A Critique of Development and Other Essays (pp. 183–197). Routledge.

6 Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES). (2024). Transformative change primer: Focus on the underlying causes of biodiversity crisis, obstacles and options for a just & sustainable world. fhttps://tinyurl.com/488xdx8k

 

 

 

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