Provincial: Año ignaciano permitirá que el Señor trabaje en nuestra conversión

Jue, 20 Mayo 2021
El P. Luis Gerardo Moro Madrid, S. J., Prepósito Provincial de la Compañía de Jesús en México, celebró la eucaristía de apertura del Año Jubilar Ignaciano en el país
  • Padre Luis Gerardo Moro Madrid, S. J., Prepósito Provincial de la Compañía de Jesús en México, celebrando la eucaristía de apertura del Año Jubilar Ignaciano.

“Este Año Ignaciano es una oportunidad para permitir que el Señor trabaje en nuestra propia conversión, para ser renovados, renovadas, por Él”, consideró el Padre Luis Gerardo Moro Madrid, S. J., Prepósito Provincial de la Compañía de Jesús en México, al encabezar la eucaristía de apertura del Año Jubilar Ignaciano.

Con esta eucaristía -acontecida en el Templo del Verbo Encarnado y la Sagrada Familia-, anunció que México se unió a la celebración con la que hoy en todo el mundo la Compañía de Jesús, sus amigas, amigos, personas bienhechoras y colaboradoras de la misión en Cristo, dieron inicio a la conmemoración de los 500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola.

Un proceso de conversión que, recordó, San Ignacio comenzó durante su convalecencia en Loyola -después de resultar herido por una bombarda en la guerra de Pamplona- mientras permanecía en la casa torre de su familia, donde, “no encontrando más que un libro de la vida de Cristo y otro de vida de santos, empieza a experimentar otros deseos que le mueven y permanecen más que los que tienen que ver con ser caballero de un señor terrenal, y es a vivir al modo de los santos y a tener como único señor a Jesucristo y realizar hazañas por él”.

“Así, el espíritu lo llevará a Manresa, donde descubre que Dios lo conduce como un maestro a un niño, y lo va preparando para la eximia ilustración del Cardoner, que lo hace mirar todas las cosas nuevas en Cristo”.

500 años después este acontecimiento, el Padre Luis Gerardo Moro dijo que vale la pena preguntarse “qué puede enseñarnos la conversión de San Ignacio” en una realidad sufriente, violenta y enferma como la que hoy se vive.

Para dar respuesta, mencionó que la conversión de Ignacio fue gradual, no inmediata, lo que sugiere que, “Dios va actuando en la vida desde la libertad y con paciencia”. Pero también implicó la reconciliación, es decir, la conversión la experimentó Ignacio como un restablecer, un rehacer su relación con el Creador, consigo mismo y con las otras personas. Y, “sólo desde esta experiencia de reconciliación se entiende el deseo ardiente del excombatiente por cuidar a las ánimas”.

También significó ponerse en camino para hallar la voluntad de Dios en todo y en todos. De esta experiencia surgió la pregunta básica de los ejercicios espirituales: ¿a dónde me llevas Señor? Fue así que la conversión supuso para San Ignacio ver nuevas todas las cosas en Cristo, para él vivirse centrado en Cristo, libre de afectos desordenados y abierto a un amor ordenado hacia todas las cosas en Dios. “Fue un descubrir con ojos nuevos una realidad habitada y trabajada por Dios, desde donde se siente Ignacio invitado a servirle, ayudando a las personas”.

A partir de este ‘ver nuevas todas las cosas en Cristo’, lema de este año ignaciano, el Provincial pidió a Dios, del mismo modo que Ignacio discernió el brillo inconsistente de las imágenes palaciegas que poblaban sus sueños, “que también nosotros aprendamos a discernir y a purificar nuestro corazón de las imágenes de este mundo, de sus falsas promesas que, finalmente, nos dejan desencanto, tristeza, parálisis en lo profundo de nuestra persona, de la vida comunitaria, social y de los proyectos apostólicos”.

Ver nuevas todas las cosas en Cristo

Es así que “una buena brújula que oriente nuestra reforma de vida” puede ser el atender a las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús, pues como dijo el Padre General, Arturo Sosa, asimilarlas supone conversión para cada uno de nosotros, para nuestras comunidades y nuestras instituciones y obras apostólicas.

Ver nuevas todas las cosas en Cristo, explicó Moro Madrid, implica ordenar los propios afectos, acciones, intenciones, operaciones y corazón, de tal manera que cada quien esté centrado en Cristo, porque en Él fueron creadas todas las cosas, en Él reside toda la plenitud y en Él se reconcilian todas las cosas.

En este sentido, la primera preferencia apostólica, el discernimiento y los ejercicios espirituales, es condición fundamental para la conversión hacia Dios y el encuentro con Él, “con la propia identidad de hijos e hijas muy amados, que nos abre a una nueva vida, a una nueva relación de vida comunitaria, social y ecológica”.

Ver nuevas todas las cosas en Cristo también remite a la experiencia de San Ignacio en la ‘Visión de la Storta’, donde sintió que el Padre le ponía con el Hijo, que camina con la cruz sobre los hombros, y le invitó a servirle, “ayudando a cargar las cruces de tantas y tantos hermanos, hermanas, que sufren en este mundo”.

Por esto, el Padre Luis Gerardo comentó que hoy la Compañía de Jesús en México se siente llamada y comprometida a caminar con los excluidos y descartados de este mundo; ello significa atender los clamores de esa población excluida, víctima de la desigualdad social, de la pobreza, de la violencia, en una tónica de muerte y dolor. Al mismo tiempo, “nos compromete a promover el cambio en las estructuras económicas, políticas, sociales, que causan injusticia”.

Ver nuevas todas las cosas en Cristo exige de nuestra parte contemplar el modo como Jesús se relaciona, para aprender su modo de escuchar, atender, acompañar, servir”. Y sólo al interiorizar su modo “podemos acompañar a los jóvenes y estar abiertos a lo que ellos puedan enseñarnos”.

Mirar el mundo desde la perspectiva de las y los jóvenes “puede ayudarnos a comprender el sentido de una nueva cultura”, a descubrir los valores que ofrecen este mundo y este nuevo tiempo, y desde donde se pueda inculturar el Evangelio. “Sólo si nos acercamos a ellos desde la escucha y el diálogo podremos inspirar en sus búsquedas un sentido de vida evangélico que los anime en la construcción de un mundo mejor”.

Ver nuevas todas las cosas en Cristo significa que la historia propia, las demás personas y la Creación entera, se perciben desde la mirada amorosa de Dios, experimentar cómo Él sigue habitando y trabajando en las criaturas.

Esta mirada nueva frente a la creación “nos lleva al deseo de cuidar la Casa Común”, pues como escribe el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’, la gravedad de la crisis ecológica exige a todos/as pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo, que requiere paciencia y generosidad, recordando siempre que la realidad es superior a la idea. “Es urgente participar en acciones no sólo para frenar y detener el deterioro del medio ambiente, sino para buscar fórmulas alternativas que posibiliten un mejor cuidado y protección de la Casa Común”.

Como se puede observar, mencionó el Padre Moro, ver nuevas todas las cosas en Cristo “nos pone en camino para buscar y hallar la voluntad de Dios”. Pero, señaló, San Ignacio descubrió que este camino no se puede transitar solo, sino en compañía. Es así que, en este momento, como en el origen de la Compañía de Jesús, “necesitamos como compañeros de misión, jesuitas, laicas y laicos, ser capaces de discernir juntos las llamadas que el Señor nos hace, desde los clamores del pueblo y la creación, para colaborar en la construcción de un mundo nuevo y una tierra nueva”.

“Hoy, como compañeros y compañeras de misión, queremos comprometernos a través de nuestras obras apostólicas y nuestras personas a ser referentes de esperanza y reconciliación cristianas en un país fragmentado. Contrario a la polarización que vivimos en estos últimos tiempos, nos sentimos llamados a ser un cuerpo apostólico unido, con una identidad fortalecida en Cristo, que incida en los grandes desafíos del país”.

El Padre Moro Madrid terminó su homilía recordando lo que el Padre Arturo Sosa ha insistido para este año ignaciano, que el fruto de este tiempo sea la conversión de nuestras personas, sea la conversión de nuestras comunidades, sea la conversión de nuestras instituciones y obras apostólicas.

Y para conseguir este fruto, el Provincial en México dijo que “requerimos” atender la notación quinta de los ejercicios espirituales: mucho aprovecha entrar con grande ánimo y liberalidad con su Creador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona, como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su Santísima voluntad.

“Pido al Señor que realice en cada una, en cada uno de nosotros, la conversión, y seamos renovados para que, viendo todas las cosas nuevas en Cristo, siempre busquemos y hallemos su Santísima voluntad. Que así sea”.

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  • Ligas de interés:

Más información sobre el Año Ignaciano en Ignatius500.ibero.mx.

Visita la página Ignatius500.org.

PEDRO RENDÓN/ICM

 

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