Mujeres tienen iniciativa en tres de cada cuatro solicitudes de divorcio

Mié, 8 Mar 2017
“Me caso contigo no para toda la vida, sino mientras me respetes”, se ha convertido en premisa de muchas en la actualidad
  • Boda (Foto: pixabay.com)
Por: 
Mtra. Graciela Saldaña Hernández, académica del Departamento de Estudios Empresariales de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

Las nuevas soledades... así comienza el título del libro de Marie-France Hirigoyen, reconocida psiquiatra francesa (1949), el cual lleva a recordar las profundas mutaciones que se han experimentado en muchas de las relaciones hombre-mujer. De ser una relación inequitativa ha pasado a ser una relación más genuina en la que muchas mujeres señalan: “Me caso contigo no para toda la vida, sino mientras me respetes”.

Las creencias acerca de lo que debe ser una relación de pareja han experimentado una modificación sustancial. Hirigoyen señala que este cambio, “inaugurado en la década de 1970”, proviene sobre todo de las mujeres que viven en países ricos y en zonas urbanas “tres de cada cuatro solicitudes de divorcio se producen por iniciativa de las mujeres”.

Ellas se han vuelto más independientes y autónomas ya que sus actividades remuneradas les han permitido mayor capacidad de decisión. Al mismo tiempo, son más exigentes en su elección de pareja, y si no se cumplen sus expectativas, prefieren vivir solas. Su interés ya no se focaliza en el matrimonio como hace algunas décadas sucedía.

Muchas se han formado profesionalmente y entre ellas hay algunas que han conquistado puestos clave en distintas organizaciones, o creado sus propios negocios, o sin contar con puestos ejecutivos comparten una gran satisfacción al colaborar en organizaciones que incrementan la calidad de vida de otros seres.

Aunque algunos estudios revelan que el porcentaje de mujeres que han logrado esto es poco con relación a los hombres (Bernal y Taracena, coords. 2012; Zabludovsky, coord. 2002), los cambios experimentados son un hecho. En su estudio de  2008, Hirigoyen reconoce que “la pareja tradicional desaparece y las nuevas parejas que ocupan su lugar son cada vez menos fusionales y cada vez más efímeras”.

La complejidad del tema plantea múltiples interrogantes, por ejemplo, ¿de qué manera están viviendo las mujeres y los hombres esta nueva situación? Hirigoyen reporta un desconcierto de los hombres ante la emancipación de las mujeres. Aunque tanto hombres como mujeres vacilan entre su necesidad de amor y su deseo de independencia.

Sin duda alguna, muchos de los cambios mencionados han sido positivos, pero aún surgen preguntas: ¿estas mutaciones son también generadoras de un sentimiento de soledad o provocan sensación de aislamiento? Varios estudios reportan que tan solo la sociedad actual produce aislamiento debido al uso dado a las nuevas tecnologías y a la promoción del individualismo.

En cuanto a la soledad, suele clasificarse en categorías: la de los solitarios o solitarias, la de los jóvenes solteros o solteras, la de los separados o separadas, la de las divorciadas o divorciados, y la de las viudas y viudos. Sin embargo, la soledad en pareja, en familia o en el trabajo también existe y es menos reconocida, aunque menos aludida.

¿Qué hacer con todo esto? Para Hirigoyen (2008), la soledad no es sinónimo de aislamiento y considera que puede aportar momentos ricos de los que se puede extraer energía e inspiración. Hombres y mujeres necesitamos aprender a vivir en común, lo cual implica cercanía con una misma y con los demás; pero también es indispensable aprender a vivir solos y solas.

En pareja, o no, es indispensable aprender a hacernos cargo de nosotras mismas, de nosotros mismos. Quizás debido a nuestra dificultad de vivir con nosotros mismos, con nosotras mismas, se genera un conflicto en nuestro entorno, reproduciendo nuestro malestar en nuestro medio más inmediato y causando un efecto multiplicador de dimensiones indecibles. Y así, creando instituciones absurdas, que generan más conflicto, creando muros mentales que replican continuamente nuestra propia indefensión.

Quizás en la medida en que comencemos a aprender a vivir tanto en comunidad, como solas y solos aprendamos a respetarnos a nosotras y nosotros mismos y a los demás, así como también a nuestra casa, nuestro planeta tierra.

Abril Violeta Zarco Iturbe señala en su artículo Codependencia: Amor y cultura desde la perspectiva de las mujeres en México (Mujeres en transición: reflexiones teórico-empíricas en torno a la sexualidad, la pareja y el género, 2014), “nosotras no somos responsables de controlar y dirigir la vida de los demás, pero sí lo somos de la nuestra”.

Pero se preguntará usted querido lector, querida lectora: ¿y cómo lograr este hacerme cargo de mí mismo, de mí misma? Para Amaia Pavez Lizárraga es a través de la introspección: “frente a sí mismas se constituyen en sujetos; en el acto de verse han tomado conciencia de la condición pasiva, se han visto objeto y en ese reflejo han emergido con conciencia. Ésta les confiere el poder que les permite observar el entorno, el medio y ver el ordenamiento jerárquico de la sociedad con actores, objetos y sujetos” (Mujeres y hombres en el mundo global. Antropología feminista en América Latina y España, 2012).

 

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