“Quién nos devuelve los muertos”, punto final a la guerra contra las drogas
Por: Ernesto López Portillo, Coordinador del Programa de Seguridad Ciudadana de la IBERO
La pregunta la hizo Gustavo Petro, presidente de Colombia, el pasado 9 de septiembre en la clausura de la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Drogas. Hay presidentes en América Latina que esperaron a salir del cargo para luego interpelar el fracaso y la destrucción asociados a la llamada guerra contra las drogas; él, en cambio, lo viene haciendo con intensidad desde su llegada al gobierno y acaba de formular una propuesta disruptiva cual más: organizar una cumbre sólo de presidentes de la región para construir una propuesta que termine con el paradigma prohibicionista de las drogas que ha provocado, según él, un millón de muertos en Latinoamérica.
La reflexión del mandatario colombiano de poco más de media hora (https://www.youtube.com/watch?v=c2dxZqLQXtg) debe ser observada con atención al menos desde dos ángulos; el primero es el razonamiento mismo que fundamenta la propuesta de terminar con 50 años de terribles costos y daños asociados a esa política de drogas promovida por Estados Unidos y Europa, y el segundo es la extraordinaria carga simbólica con respecto a la presencia de López Obrador, justo al lado de Petro.
Al inicio de su intervención, el jefe de Estado del país anfitrión recuerda que es economista y justo desde el análisis de la relación entre la oferta y la demanda exhibe la columna vertebral de la contradicción histórica de la guerra contra las drogas: busca reducir la primera sin hacer lo necesario para reducir la segunda. Las drogas son un mercado y la oferta y la demanda generan un precio; si se reduce la demanda, se reduce el precio. Si aumenta la oferta, lo mismo; y al revés, si aumenta la demanda, crece el precio. Entonces para acabar el narcotráfico, explicó, se debe reducir la demanda.
La demanda de las drogas en los mercados usuarios más grandes, Estados Unidos y Europa, está asociada a un estilo de la sociedad capitalista que no se quiere cuestionar desde el máximo poder global, entonces la responsabilidad se lleva a América Latina. La política ha sido “recortar no la demanda sino la oferta” por decreto y “por la fuerza”. Es una “contradicción en sus términos”, esperar que el Estado acabe con la oferta, siendo que precisamente Estados Unidos ha enseñado que el Estado no puede acabar con el mercado.
“Esta guerra, pensada así, ha fracasado”, enfatizó Petro. Cada dólar que se invierte en recortar la demanda hace crecer el precio y entonces el narcotráfico tiene más dinero para comprar armas y también para corromper a la policía, al ejército, al Estado, a presidentes, y “a la democracia la matamos”.
Y apuntó un ángulo poco visto: todos los presidentes en América Latina perseguidos por delitos de corrupción asociados al narcotráfico han defendido esta guerra.
Una guerra que ha provocado un millón de muertes en la región, incluyendo a campesinos y sus familias víctimas, por ejemplo, de la fumigación de glifosato, mientras la guerra con la policía en barrios populares se prolonga todos los días y todas las noches, a la vez que los estados se van convirtiendo en narco estados y se amplían “las regiones bajo control mafioso, con presidentes narcos y políticos en todas las vertientes ideológicas”. Ahora tenemos “ejércitos con capacidad de comprar estados”, reconoció.
Habló también sobre las contradicciones de la prohibición desde el punto de vista de la relación de los usuarios con las sustancias: “cuánta gente fue muerta y encarcelada por la marihuana, ¿no acaba de decir la Convención de Viena que la marihuana es una medicina?, quién nos devuelve los muertos, quién nos devuelve el dolor de las familias…”. Si esta guerra se mantiene entonces morirá un millón de latinoamericanos más”, remató.
Y expuso su iniciativa. Se trata de una política desastrosa y equivocada a la cual hay que ponerle punto final; “propongo una voz unificada que defienda nuestra historia y nuestras sociedades, sin vergüenza”, convocando a una reunión de jefes de Estado de la región, para darle vida a otro paradigma en materia de drogas.
Al ladito, inmutable, López Obrador escuchaba, flanqueado por su invitado, el secretario de la Defensa Nacional, ambos siguiendo las palabras de Petro cuando recordó alguna otra conferencia internacional en el tema: “nos invitan a una conferencia de ministros de Defensa, ¿no debería ser más bien de ministros de salud pública?”. El hecho nos recuerda que México y Colombia caminan hoy justamente en sentido contrario en seguridad: el primero militariza la seguridad pública mientras el segundo la desmilitariza -o lo intenta-. Era cuestión de tiempo para que ambos mandatarios se encontraran en plena contradicción.
¿La postura de Gustavo Petro tiene futuro? No, si los países de la región o al menos los que más influyen en la misma se niegan a sumarse (lo más probable por las presiones políticas y económicas desde Estados Unidos y Europa). Las visiones científicas deben ser un “verdadero faro” de las decisiones de la política; la ciencia nos tiene que guiar, aseveró además reconociendo que toda la evidencia muestra el fracaso de la guerra. Tiene razón y justo por eso debemos entender una vez más que esta guerra ha sido impuesta desde improntas morales que han empujado la pérdida masiva de vidas, por encima de cualquier conflicto armado contemporáneo. Y lo seguirán haciendo si nadie dice basta.
¿Hay oportunidad para el punto final?
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