Más de la mitad del país ya no es apto para la agricultura; ¿es irreversible?

Mié, 21 Ago 2024
José Rosario Marroquín Farrera, S.J., del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, S.J., del ITESO, participó en el 2° ciclo de RefleAxión
El activista en derechos humanos ofreció en la IBERO la conferencia Resistencia y defensa de los bienes comunes

Más de la mitad del suelo de México ya no es apto para la agricultura, lo que equivale a alrededor del 59 por ciento de su territorio, de acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación. La región que más perdió suelos entre 2015 y 2019 fue América Latina, y la mayor parte de esta degradación se dio precisamente en a nuestro país.

¿Se trata de algo irreversible? Es una de las preguntas que abordó José Rosario Marroquín Farrera, S.J., del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, S.J., del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), durante la primera sesión del segundo ciclo de RefleAxión, titulada Resistencia y defensa de los bienes comunes.

“¿Por qué no estamos en una crisis a pesar de esas pérdidas?”, cuestionó el activista en derechos humanos. Explicó que se debe a que “la tecnología nos ha ofrecido respuestas que están entre lo orgánico y lo químico más agresivo”.

Con una visión esperanzadora, dio el ejemplo de una región de Jalisco, donde el equipo del centro al que pertenece ha realizado investigación sobre los procesos agroextractivos. La tierra descrita por Juan Rulfo en 'El llano en llamas' como desértica e infértil, se ha recuperado a base de compuestos químicos y agroecología, a tal grado que ahora se ha vuelto un polo de desarrollo para la producción de frutos rojos, en particular arándano. En esa área del estado se ha recuperado más la cubierta vegetal de lo que se ha perdido, a diferencia de otras entidades como Chihuahua, donde ha crecido la desertificación, señaló.

Crisis energética global

A lo largo de su ponencia, Marroquín Farrera aterrizó lo teórico en lo concreto para las y los asistentes y profundizó sobre los puntos problemáticos que está alcanzando la agricultura, sobre si estamos enfrentando una crisis energética verdaderamente mundial y también sobre la degradación de los suelos que van dejando de ser aptos para la agricultura.
 
Todos los seres somos “extractivistas", en palabras del jesuita. Los humanos tomamos elementos del agua, del aire, de nuestro ambiente. El problema es que la extracción tiene límites. Las extracciones industriales contemporáneas sobrepasan por mucho a las escalas que solíamos tener sobre la tierra. El especialista puso como ejemplo los cinco minutos que toma dinamitar un cerro para extraer minerales, en comparación con los miles de años que tardó en formarse.
 
En 1972, la Asociación Internacional de Energía le puso fecha de caducidad al mundo en su informe Los límites del crecimiento, por el agotamiento de recursos. Según ese texto, el incremento de la población, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de recursos naturales, alcanzará los límites absolutos de crecimiento de la tierra durante los próximos 100 años. La misma asociación señaló en 2022 que el mundo ahora sí enfrenta una crisis energética global.
 
Para Marroquín Farrera “no es que no tengamos materiales”, sino que cada vez se necesita más energía para acceder a ellos. No es que no haya agua suficiente, sino que está enterrada y se ocuparán más recursos para sacarla. “Estamos en un círculo en el que para obtener cada vez más materiales y agua, necesitamos más energía. Y para obtener energía, necesitamos materiales”.

Resistencias ante el extractivismo

Dentro de todo este panorama, el docente investigador del ITESO expuso también algunas de las formas de resistencia que desata la dinámica extractiva. Con algunas de ellas ha estado en contacto durante su labor comunitaria. Por ejemplo, expuso cómo una comunidad en México detuvo la construcción de un gasoducto porque iba a pasar por una cueva en la que, en su cosmovisión, se reunieron los dioses para crear el mundo.  

La forma de medir el tiempo es otra forma de resistencia ante el extractivismo y el ritmo acelerado de destrucción masiva. El activista narró el caso de unos ingenieros que no pudieron explotar una mina nuclear porque la cita era a las 5 de la tarde y los pobladores no entendieron la hora por su forma de contar el tiempo.  

Al abordar la transición energética, el experto invitó a ir más allá de los vehículos eléctricos individuales y pensar en una solución eficiente también para transporte de mercancía, como barcos y aviones. Argumentó que la energía solar y eólica no son capaces de sostener el consumo de electricidad en horas pico, por lo que es necesario preguntarse sobre los métodos de administración y gobernanza futuros de la energía.

Los esfuerzos individuales y comunitarios en torno a la energía son buenos y nos están preparando para el futuro, en opinión de Marroquín, pero el problema global demanda un reordenamiento global, por lo que llamó a cuestionarnos y seguir generando preguntas para cuando toque enfrentar decisiones conscientes sobre el tema.

Durante sus sesiones de RefleAxión, la IBERO invita a su comunidad a reflexionar sobre las diferentes desigualdades y violencias que se viven dentro y fuera del lugar universitario para la construcción de espacios incluyentes, igualitarios y libres de violencias. Los eventos son 100% gratuitos. En esta liga puedes encontrar ponencias pasadas y enterarte de las que están por venir. ¡Inscríbete!

Texto: Mariana Domínguez Batis / Fotos: Alberto Hernández Mendoza y Elihú Cortés Hernández

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