#ANÁLISIS El tigre y los sapos de AMLO o cuidado con lo que deseas que se te puede conceder

Lun, 1 Jul 2019
Este 1 de julio se cumple un año de la victoria electoral de López Obrador y siete meses de haber asumido las riendas del país
  • Andrés Manuel López Obrador, presidente de México (Tomada de Noticieros Televisa).
Por: 
Dra. Ivonne Acuña Murillo*

Hoy, primero de julio, se cumple un año del triunfo en las urnas de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y con éste el comienzo de la Cuarta Transformación (4T), por lo que no podía faltar la celebración, con discursos y música, en el lugar emblemático de la izquierda política mexicana, en especial de AMLO, el Zócalo de la Ciudad de México.

En la cartelera del AMLOFest, que tendrá lugar el lunes primero de julio de 2019, figuran el músico, compositor y arreglista Horacio Franco y el contrabajista Víctor Flores, Margarita, la Diosa de la Cumbia, y la Banda Sinfónica de Tlaxiaco, Oaxaca.

El evento tiene el propósito de conmemorar un sueño largamente acariciado por AMLO y sus seguidores, los amlovers. La tristeza y la desilusión provocada por los dos intentos fallidos de ganar la presidencia parecen ameritarlo. Se llegó el tiempo de festejar, aunque los resultados esperados no hayan tenido tiempo de cuajar.

Desde niño, Andrés Manuel se fijó el propósito de “ser presidente”, a decir de una contemporánea suya en el video Un día en el pueblo de Andrés Manuel López Obrador, candidato a la presidencia de México. Por décadas persiguió este anhelo. Fue candidato a la presidencia de la República en 2006 y en 2012, sin conseguirlo. Por fin, el primero de julio de 2018 sus esfuerzos se vieron recompensados. Ganó las elecciones con un abrumador 53% de los votos.

De inmediato, no apenas había tenido tiempo de celebrar su triunfo, comenzó una frenética actividad poniendo a trabajar a quienes formarían, seis meses después, su gabinete. Reuniones con empresarios, representantes de otros países, consultas ciudadanas, estudios, proyecciones, visitas, ruedas de prensa, etcétera, dieron la impresión de que ya era el presidente en funciones.

Esta percepción se reforzó con la falta de presencia del entonces primer mandatario Enrique Peña Nieto, quien pareció aprovechar la atracción mediática de AMLO para relajarse y soltar el peso que supone una responsabilidad de tal magnitud.

Es entonces que, para muchos, el primero de julio de 2019 se cumple un año del arribo de López Obrador al poder. Idea equivocada toda vez que los meses transcurridos entre ese primero de julio y el primero de diciembre en que tomó posesión del cargo, AMLO ciertamente se dedicó a adelantar los procesos que le permitirían iniciar a la brevedad la realización de sus principales promesas de campaña ya siendo el presidente en funciones, pero sin la facultad legal para ejecutar sus decisiones.

El tiempo que López Obrador tuvo que esperar para llegar a la presidencia de la República, primero por lo que se vislumbró como un fraude electoral, en 2006, y después por una campaña electoral inequitativa, en 2012, se vuelve un tema crucial para explicar los retos que hoy enfrenta como presidente, hay que decirlo, de un país en decadencia.

Si hubiera comenzado a gobernar en 2006, tal vez no habría habido necesidad de declararle la guerra al narco como lo hiciera Felipe Calderón Hinojosa, quien no dudó en meter al país en una enorme escalada de violencia con tal de legitimar una administración cuestionada por la sospecha de un fraude. Si hubiera comenzado a gobernar en 2012, tal vez se hubiera evitado el saqueo, sin precedentes, al que fueron sometidas las arcas públicas, tanto por la presidencia de la República como por muchos de los gobernadores.

Por supuesto, ‘el hubiera’ no existe, pero es un hecho que en esos 12 años se ampliaron y profundizaron la pobreza, la desigualdad, la inseguridad, la desintegración del tejido social, la impunidad, la corrupción, la delincuencia, la pérdida de control sobre partes importantes del territorio nacional, entre otras cosas. Incluso problemas externos, como la migración centroamericana y la reelección de Donald Trump, comenzaron a cobrar una dimensión diferente, al punto que se puede afirmar que el tiempo se volvió una variable clave para determinar el reto que enfrenta hoy el actual presidente de la República, pues el país que AMLO heredó requiere, ahora sí, de las virtudes de un caudillo.

El sueño de AMLO de ser uno de los mejores presidentes de México, al lado de Benito Juárez García y de Lázaro Cárdenas del Río, se volvió no sólo el deseo de un loco, como muchos lo catalogaron, sino un imperativo histórico. Es más, se hizo realidad la frase “cuidado con lo que deseas que se te puede conceder”. Ahora sí, AMLO está obligado a cumplir con la 4T y a ser uno de los mejores presidentes de México, más nos vale a todas y todos.

Como pocas veces, México requiere de los buenos oficios de un gran estadista capaz de estar a la altura del inmenso reto histórico que supone sacar al país del pozo en el que ha caído o al que lo han llevado los gobiernos que desde los años 80, en  contubernio con las principales élites económicas nacionales y del mundo, haciendo del país su botín, incluyendo a los tres anteriores presidentes contando, por supuesto, a Vicente Fox Quesada, el mismo que  hoy se cree con la calidad moral de llamar a la ciudadanía a manifestarse en contra de, quien con escasos seis meses de gobierno, comienza apenas a dar los primeros pasos tratado de reparar lo que él, sus antecesores y sucesores, descompusieron.

Lo anterior lleva a afirmar, coloquialmente, que AMLO se sacó la rifa del tigre, que después de tanto esperar y desear llegar a la presidencia, su idea de salvar a la patria se ha vuelto no sólo una realidad, sino una imperiosa necesidad.

La cruda realidad con la que se topó al, finalmente, ocupar la silla presidencial, le ha llevado y le llevará en los próximos cinco años y medio a tragar sapos. La frase "la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos" es atribuida al intelectual y político mexicano Jesús Reyes Heroles y significa que todo político que accede a un cargo de cierta responsabilidad debe soportar y hacer cosas que no le gustan y con las que incluso está en desacuerdo por cuestión de valores.

Llegados a este punto, se vuelve necesario hacer un breve recuento de lo hecho por AMLO, en los primeros seis meses de su gobierno, para domar al tigre que se sacó en la rifa y de los sapos que, queriendo o no, ha deglutido ya o habrá de deglutir en los próximos cinco años y medio.

Cabe aclarar, que el tigre al que se hace referencia no es el mismo del que habló López Obrador, ante los empresarios de México, cuando les dijo, palabras más, palabras menos: “Si ustedes sueltan al tigre, esta vez yo no lo voy a detener (…). El que suelte al tigre que lo amarre”.

Cuando AMLO utilizó la frase se refería a que, de haber fraude, él no detendría al pueblo (el tigre) inconforme con esos resultados, como lo hiciera en 2006 cuando tomó Reforma, encausando el enojo de la ciudadanía dispuesta a llevarlo a la silla presidencial a como diera lugar. En el contexto de este artículo, el tigre hace alusión a ‘un premio con muchas desventajas’. También podría utilizarse la frase de ‘manzana envenenada’. Esto es, López Obrador, obtuvo ‘el premio’ de llegar a la presidencia de la República en uno de los momentos más difíciles de la historia de México.

Cabría aquí especular hasta dónde logró Andrés Manuel vislumbrar lo que se venía. Previo a la campaña presidencial de 2018, dijo en un mitin en la Glorieta de Colón, en Reforma, que había que apoyar al presidente Peña para lograr una transición democrática, pues de ganar las elecciones no querría recibir un país en pedazos.

Volviendo a sus primeros seis meses de gobierno, cabe destacar:

Primero, las promesas que ya ha cumplido o en torno a las que ha llevado a cabo las primeras acciones: la cancelación del NAIM, la venta del avión presidencial, la apertura de Los Pinos a la población para actividades culturales, las conferencias mañaneras y los recorridos por la República los fines de semana, el recorte a los altos salarios de la administración pública, comenzando por el presidente; el recorte presupuestal; la concentración de las compras del gobierno; el saneamiento de Pemex-combate al huachicol; la gestión para iniciar obras de infraestructura – aeropuerto de Santa Lucía, Tren Maya, la Refinería Dos Bocas; el inicio del programa de siembra de árboles frutales y maderables, conocido como ‘Sembrando vida’, mismo que se busca, mediante convenios internacionales, hacer extensivo a Centroamérica, como un apoyo para disminuir el grave problema de la migración de centroamericanos a México, buscando el llamado ‘sueño americano’ en Estados Unidos; la creación de la nueva secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y el inicio de la Guardia Nacional; el otorgamiento de la pensión a adultos mayores y de becas a jóvenes para trabajar y estudiar.

Segundo, la realización de tres importantes reformas constitucionales: la Ley de Extinción de Dominio, para la expropiación de bienes involucrados en la comisión de delitos; la modificación al artículo 19 constitucional para tipificar como delitos graves y sin derecho a fianza los actos de corrupción, el robo de combustible y el fraude electoral, entre otros; y la reforma constitucional para la creación de la Guardia Nacional, con el fin de garantizar la seguridad pública.

Tercero, un proceso de centralización del poder caracterizado por la mayoría en el Congreso de la Unión, lograda como resultado de las votaciones de 2018; el nombramiento de los superdelegados en los estados de la República; la concentración de las compras en la Oficialía Mayor de Hacienda; el monopolio de la comunicación política del gobierno; golpes directos e indirectos a medios, empresarios, políticos, órganos autónomos; el acercamiento al pueblo para mantener su base de poder. Desde el punto de vista de la realpolitik, esta concentración es necesaria toda vez que se pretende un cambio de régimen.

Cuarto, los aciertos y los errores provocados por la prisa del primer mandatario para dar resultados, a sabiendas que seis años son poco tiempo para revertir el profundo daño hecho al país en las materias ya mencionadas y la prisa de un importante sector de la ciudadanía para ver esos mismos resultados. En este rubro, el enorme recorte presupuestal ordenado desde la presidencia y manejado férreamente por el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, y la oficial mayor, Raquel Buenrostro, con la clara intención de detener el intenso y extenso saqueo de los fondos públicos ocurrido en administraciones pasadas, ha llevado a excesos que ponen en riesgo la viabilidad no sólo del propio gobierno, sino de instituciones científicas, médicas, educativas, etcétera (primer sapo). Errores que el primer mandatario deberá corregir a riesgo de poner en entredicho su propio mandato.

Quinto, la aparición o el agravamiento de problemas no contemplados del todo en su plataforma de campaña, mismos que le han llevado a cambiar el rumbo de algunas de las decisiones anunciadas. Es el caso del papel del Ejército en las calles en actividades de seguridad pública, mismo que prometió López Obrador regresar a sus cuarteles una vez que tomara posesión, promesa no cumplida como consecuencia de una reunión con los anteriores secretarios de la Defensa y Marina, en la que AMLO fue seguramente informado del nivel de penetración del narco y las bandas de la delincuencia organizada y del desgobierno que esto significa, lo cual le llevó a cambiar de parecer y hacer lo que dijo que no haría (segundo sapo).

Cabe en este punto, el éxodo migratorio centroamericano que ha complicado la relación México-Estados Unidos, obligando al actual gobierno a aceptar la presión y las condiciones de Donald Trump en materia migratoria bajo la amenaza de sufrir graves sanciones económicas (tercer sapo). Lo anterior, ha supuesto, en contra de lo prometido por López Obrador, endurecer en los hechos el trato a las y los migrantes y la deportación de cientos de ellos sin cumplirles el ofrecimiento de brindarles apoyo y protección (cuarto sapo). Habrá que tomar en cuenta, que estos sapos son sólo ejemplos y que hay otros más.

Quinto, las dudas que las primeras medidas del actual presidente suscitan: ¿Podrá dinamizar la economía a partir de sus programas sociales y de infraestructura, a pesar del recorte al presupuesto? ¿Podrá disminuir de manera importante los niveles de corrupción política y social y lograr un verdadero cambio de régimen? ¿Podrá disminuir de manera importante los niveles de inseguridad, violencia e impunidad que vive el País? ¿Podrá realmente contener la migración centroamericana, africana, haitiana y de otros países en camino a los Estados Unidos? ¿Podrá contener a los grupos de poder que con toda seguridad intentarán desbarrancar su proyecto, incluyendo las acciones de los expresidentes Salinas, Fox y Calderón? ¿Podrá convencer a la parte de la ciudadanía que no lo ve con buenos ojos de las bondades de su proyecto de nación? ¿Podrá sentar las bases para que el próximo gobierno continúe con los cambios prometidos por la 4T?

Como puede observarse, el tigre no es fácil de domar y AMLO definitivamente deberá incluir en su dieta la ingesta de un número desconocido de sapos para hacer realidad aquello que deseó, dotando de materialidad la frase “cuidado con lo que deseas que se te puede conceder”.

*La Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

 

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