#ANÁLISIS Ni AMLO ni la indiferencia electoral son un peligro para México

Vie, 9 Mar 2018
El mayor peligro para México sería que la democracia no sirviera para la condición de miseria y precariedad de la población
  • Las condiciones de emergencia del populismo si son un peligro para México, afirmó experta de la IBERO (El País).
Por: 
Ivonne Acuña Murillo*

Como respuesta a mi amiga y colega, la Dra. Nora Beatriz Lemmi, y con la intención de seguir contrastando ideas y posturas teórico-políticas.

Para comenzar, es oportuno consignar que, efectivamente, en la encuesta regional Latinobarómetro, en su informe 2017, se hace una afirmación general sobre el declive de la democracia en la región, se avanza la idea según la cual el “crecimiento económico y la democracia no van de la mano”, y se rechaza la convicción previa en torno a que “los mejores resultados económicos aumentaban la aprobación del sistema político”.

En primer lugar, se podría decir que los resultados obtenidos por esta encuesta bien pueden interpretarse de otra manera, como suele ocurrir con frecuencia en las Ciencias Sociales, y afirmar que un mayor crecimiento económico, que generalmente puede ir acompañado con mejores niveles de bienestar, salud, educación se convierte en caldo de cultivo para la crítica del mismo sistema político que lo propicia, toda vez que una población mejor alimentada y educada se vuelve más exigente. De lo contrario, se corre el riesgo de asumir que el crecimiento económico es el único indicador que los votantes toman en cuenta a la hora de decidir por una u otra opción.

Para muestra dos botones: es bien conocido que durante los 30 años del llamado ‘Milagro mexicano’, durante los cuales la economía creció a una tasa promedio anual de 6.5%, la clase media también aumentó, así en número como en bienestar y educación, y fue esta misma clase media, a través de sus estudiantes, profesores e intelectuales, que en 1968 cuestionó profundamente al sistema político autoritario que la había hecho crecer, exigiendo una mayor participación política. Si con este ejemplo no basta, hay que recordar el movimiento de los médicos, 1964-1965, conocido como ‘la democracia en blanco’, considerado como el primer movimiento de profesionistas durante los años del Estado benefactor y analizado por Ricardo Pozas Horcasitas, en su libro La democracia en blanco: El movimiento médico en México, 1964-1965.

Sin embargo, a pesar de afirmarse que crecimiento económico y democracia no van de la mano, en el mismo estudio se puede observar que no hay un divorcio total entre economía y política pues desde la página 8 se relaciona el ‘bajo ciclo económico’, con “cambios significativos en el comportamiento electoral de la región”. Igualmente, en la página 28 se afirma que: “En el conflicto entre ricos y pobres no muestra una evolución, sino más bien una situación estática. No nos extrañemos, ni miremos el Gini, como índice para intentar contradecir esta percepción sobre la distribución de la riqueza en la región más desigual de la tierra. Este es uno de los puntos en los cuales América Latina no logra avanzar, que constituye uno de sus mayores clivajes y explica en parte el estancamiento de la consolidación de la democracia”.

Esto es, que hoy por hoy no es posible separar del todo a la democracia de una mala distribución de la riqueza y el mantenimiento de la desigualdad. En el estudio se afirma un avance general, en la región, en términos económicos lo que permite sostener este divorcio entre economía y política; sin embargo, al analizar puntualmente el caso de México se puede constatar que la generalización hecha en el informe del Latinobarómetro no aplica necesariamente, como se verá más adelante.

En segundo lugar, no puede perderse de vista que desde hace algunas décadas se ha intentado, teórica e ideológicamente, desligar a la economía de la política, dejando todo a las fuerzas del mercado, pero sobre todo, minimizando la responsabilidad de quien gobierna en la disminución de la pobreza y la desigualdad, vaciando a la política de contenido al afirmar que la democracia no tiene que ver con el bienestar económico y trasladando la responsabilidad al sujeto que es incapaz de “ser como Bill Gates” obviando, a propósito y por enésima vez, que la voluntad de las y los sujetos en condiciones precarias no basta para salir de esa situación, cuando las condiciones estructurales (una organización económica-económica que beneficia a los sectores más privilegiados, una visión chata de las funciones del Estado, políticas públicas asistencialistas, acuerdos cupulares, paraísos fiscales, gobiernos cómplices, bajos salarios, impuestos, etc.) lo impiden.

En tercer lugar, si el objetivo último de la democracia no es votar por aquel proyecto o grupo que prometa cambiar las condiciones existentes, incluyendo las económicas, ¿entonces qué sentido tiene? Para reforzar este último punto basta citar a José Woldenberg, exconsejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), de 1996 a 2003, quien en su texto ‘Los retos de la política hoy’, aparecido en el libro Los desafíos del presente mexicano, se pregunta ¿cuánta pobreza y cuánta desigualdad toleran las democracias? (2006:23), en referencia directa a la relación entre resultados económicos y política.

De igual forma, el actual consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, en el artículo ‘¿Cuánta pobreza aguanta la democracia?’ (2013), sostiene que, si bien la democracia actual es, ante todo, una forma de gobierno basada en un conjunto de reglas, centradas en la máxima inclusión posible de los gobernados en la toma de las decisiones políticas y en el reconocimiento al derecho de elegir, “mediante elecciones libres y en las que todos los votos tienen el mismo peso, a los gobernantes que tienen la función de decidir por todos”, no se puede negar que “el contexto en el cual el juego político democrático se desarrolla tiene una enorme importancia para que las reglas de la democracia se cumplan a cabalidad. Un ambiente de marcada pobreza y profunda desigualdad si bien no impiden la democracia, sí la marcan y la condenan a un precario funcionamiento” (https://goo.gl/RTLT6S), como se demuestra a partir de la compra del voto que tiene como objetivo principal vulnerar la decisión popular en torno a quién debe gobernar y a partir del cual políticos y partidos se aprovechan de la necesidad y la precariedad de las condiciones de vida de miles de personas.

De aquí se sigue, nuevamente, que la interpretación hecha por el Latinobarómetro podría suponer una lectura parcial en cuanto a que el crecimiento económico no se traduce en aprobación del sistema político. Se pueden avanzar dos hipótesis: la primera, que el magro crecimiento no alcanza para hacer una evaluación positiva del sistema político; la segunda, que los malos resultados en otras áreas anulen el factor económico al momento de evaluar a la democracia.

Por supuesto que en un contexto de democracia diabética con deterioro en lo económico y lo social, como apunta la misma encuesta, la tentación de descalificar propuestas alternativas es mucha. Las acusaciones de ‘vuelta al populismo’, lo cual desde la teoría de la historia es imposible, pues la historia no se repite, ya que cada contexto es único, no se han hecho esperar, siguiendo la costumbre histórica de nombrar ‘populista’ a cada intento de elevar el nivel de vida de las clases menos favorecidas. Discurso que forma parte del ‘dispositivo de poder’ que, siguiendo a Michel Foucault, se puede sostener han construido las élites económicas para no perder sus privilegios.

Siguiendo esta lógica de recurrir al argumento fácil, bien podría anteponerse el calificativo de ‘elitismo’ a este burdo pero efectivo intento por descarrilar proyectos que prometan disminuir esas prerrogativas. Sin embargo, el debate académico exige más.

En su conferencia, ‘Populism – a threat or a challenge for the democratic system?’, Tom Bryder, se hace una pregunta fundamental en torno a las crisis del sistema democrático ‘Can populism be perceived as a threat to democratic system, or a challlenge that Western European countries need to face and find a way to respond to?’ (2009:3).

Este cuestionamiento supone, como se afirmó al inicio de este texto, pensar desde otro lado y preguntarse: ¿Por qué el sistema democrático mundial actual, no solo el europeo, debe encontrar nuevas formas de responder al reto que supone el populismo?

Para responder esta pregunta es preciso partir del supuesto según el cual ‘Where is democracy, there is populism’, como sostiene Frank Decker, en su texto The Populist Challenge to Liberal Democracy (2003).

Lo anterior haría suponer que el populismo es una respuesta a los problemas de la misma democracia, como afirma Bryder, en la conferencia citada ‘Populism emergence and success is usually connected with crisis of democratic system and most of all its representative nature’ (:14).

Pero no basta afirmar que el populismo es una simple respuesta al mal funcionamiento de la democracia representativa, ni contentarse con estudiarlo a partir de viejas taxonomías que se empeñan en encontrar rasgos comunes que permitan asir un fenómeno tan complejo. No alcanza tampoco la comparación con el llamado populismo europeo de entreguerras, ni siquiera es posible homologar el ‘populismo’, en caso de que lo fuera, de Trump, Putin y Maduro. El obligado análisis de cada contexto histórico así lo indica, de ahí que no se pueda afirmar, desde una postura científica seria, que de ganar Andrés Manuel López Obrador México se convertiría en Venezuela, como se ha afirmado hasta la saciedad desde 2006 y como sostuvo en estos días el escritor, autoproclamado liberal, Mario Vargas Llosa.

Tal análisis podría comenzar con las cinco tesis sobre el ‘populismo’, escritas por Enrique Dussel (2007), en las que afirma que durante el ‘populismo’ histórico de América Latina, la región tuvo el crecimiento económico sostenido más importante del siglo XX, basta recordar de nuevo el ‘Milagro mexicano’. En apoyo de esta idea acude Horacio Cerutti al escribir, en su texto titulado ‘Populismo’, que “(…) difícilmente han obtenido los sectores mayoritarios de la población mejores condiciones de vida, en cuanto a satisfacción de necesidades, que durante esas etapas de populismos clásicos. Lo cual no deja de estar grabado en varios estratos de la memoria colectiva” (2009: 4). Por supuesto, si con las posturas de estos estudiosos no bastara, recomiendo la relectura del libro de Raymond Vernon, economista de la Universidad de Harvard ya fallecido, El dilema del desarrollo económico de México (1977).

Lo expuesto por Dussel lleva a reflexionar en torno a lo fácil que resulta afirmar que de ganar AMLO, México volverá a los tiempos del populismo priista haciendo, tramposamente, hincapié en el crecimiento de la deuda externa y otros factores como una baja participación política, lo cual es innegable, sin tener en consideración el alto nivel de crecimiento de la economía, gracias al modelo ISI, Industrialización por Sustitución de Importaciones, que tenía como objetivo principal modernizar al país y crear una fuerte burguesía nacional capaz de hacer crecer el mercado interno.

En otro punto, en su tesis número dos, El ‘pseudo-populismo’ de hoy. Epíteto peyorativo como crítica política conservadora sin validez epistémica, Dussel apunta la necesidad de analizar el ‘fracaso’ del llamado populismo latinoamericano en el contexto de un sistema económico mundial, en el que las burguesías del norte ‘despedazaron violentamente’ a las incipientes burguesías periféricas del sur que “intentaban tener un lugar en el mercado mundial” (: 2).

Desde este punto de vista, suponer que lo político no se relaciona con lo económico es menos que impropio, pues como sostiene, Cerutti: “El problema político lo es también, por su propia naturaleza, económico, social, cultural, etc.” (:11)

En este sentido, el mismo Cerutti indica la “necesidad de hallar una solución no violenta a la cuestión social mediante la incorporación política y la integración social de las masas (…) esencia del populismo latinoamericano” (: 5). Cabe hoy afirmar la vigencia de tal necesidad en la medida en la que el bienestar de las grandes mayorías ha quedado subordinado a la ambición y rapacidad de las élites económicas y políticas que mediante, el modelo económico neoliberal, han propiciado la concentración de la riqueza y el aumento de la desigualdad, de manera que 8 millonarios son más ricos que la mitad de la población mundial más pobre, según reporte de la BBC, sección Mundo, del 16 de enero de 2017. (http://www.bbc.com/mundo/noticias-38632955).

Toca el turno a la revisión de aquellos datos que bien podrían estar propiciando el surgimiento del populismo en México y que contradicen la afirmación basada en lo reportado por la encuesta del Latinobarómetro; en cuanto a que México sigue la tendencia de mejoramiento del nivel de vida, pues como afirma mi colega la Dra. Lemmi: “En un escenario global donde el crecimiento se estima en 2.7% para 2017 (Banco Mundial, 2018), México computa un razonable 2.3% (Inegi, 2018), aún después de la devastación de los sismos y las expectativas negativas de convivir con un presidente en Estados Unidos poco inclinado a los negocios bilaterales”. A lo que agrega, las “cifras auspiciosas como la generación récord de empleos formales o la estabilidad macroeconómica (mucho más sana que la de las otras dos grandes economías de la región: Brasil, Argentina”. Lo cual es verdad en sentido estricto.

Pero, “como llegó el momento de ‘subirse al balcón’ y mirar los problemas desde arriba, para dimensionarlos y quitarles la carga emocional”, como dicen Fisher, Ury, Patton en su famoso Sí, de acuerdo, vayan aquí algunos datos que permiten afirmar que México no necesariamente está siguiendo la tendencia de América Latina en materia de avance económico.

Se afirmó arriba que una de las razones del surgimiento del llamado populismo es la crisis de representación, misma que remite a que grandes sectores de la población no se sienten representados por los partidos políticos ni por sus proyectos de gobierno ni por quien gobierna. En este caso, dicho sentimiento no se funda en una discusión teórico-ideológica de cuál sería la mejor forma de gobierno, sino en aquello que la población alcanza a percibir en torno de factores como: ingresos, empleo, salario, seguridad física y patrimonial, salud, vivienda, educación, etcétera.

Es así como el Latinobarómetro construye un indicador denominado ‘El ingreso subjetivo’, el cual le permite aseverar que: “En 2017 encontramos la menor cantidad de latinoamericanos que dicen que no les alcanza, con un 44%, al igual que en 2013 y 2015. Nunca antes en la región hubo tanto (sic) pocos hogares que no les alcanza para llegar a fin de mes” (: 49).

Pero, como la percepción es efectivamente un indicador subjetivo, vale más acudir a otro tipo de datos duros, tales como los proporcionados en el Informe de Coyuntura Ausjal (Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina), en diciembre de 2017. 

De acuerdo con cifras del informe para el caso de México: “En 1992, el 53.8% de la población se encontraba debajo de la línea de bienestar (LB) o línea de pobreza monetaria (LP). Para 2016, la última medición oficial arroja poco más del 50% (…) Los salarios en México siguen perdiendo poder adquisitivo, situación que contribuye a que más de la mitad de la población asalariada, 51.7% de los trabajadores, permanezcan debajo de la línea de pobreza monetaria, conocida también como línea de bienestar del CONEVAL (LB)” (: 15).

Más aún, la pérdida de poder adquisitivo, a partir de 2012 año en que entra la presente administración, muestra mayor correlación positiva con la escolaridad, esto es: a más escolaridad, más pérdida de poder adquisitivo. “Mientras el salario mínimo ha perdido casi 4% de su poder adquisitivo en la presente administración, el salario promedio, empujado por las abruptas caídas en salarios de trabajadores con posgrado, universidad y preparatoria, lo ha hecho en un 14.4%” (: 17).

Por si fuera poco, en el informe se sostiene que: 1. “México, un país donde la mitad de su población está en pobreza monetaria, un país de pobres, cuyos salarios bajos perpetúan la pobreza, tiene los menores salarios mínimos por hora de América del Norte y América Latina” (: 18). 2. “México también mantiene la Brecha de Pobreza –Distancia entre el salario mínimo oficial y la Línea de Pobreza– más grande en América Latina. De acuerdo al Informe

2017 sobre Mercados Laborales y pobreza en América Latina de la Red de Pobreza y Desigualdad AUSJAL, México es el país de América Latina donde la brecha entre el salario mínimo oficial y la línea de pobreza por hogar es mayor, 4 veces. (: 19).  

Siguiendo con los datos duros, en el estudio ‘Desigualdad extrema en México’, realizado por Gerardo Esquivel Hernández, con el apoyo de Iguales y Oxfam México, se observa la existencia de una política fiscal favorable a las personas o empresas de mayores ingresos, siendo que el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), obtiene 32.5% de todos sus ingresos a partir de impuestos en bienes y servicios, incluyendo impuestos al consumo e impuestos especiales. Mientras que en México el gobierno obtiene 54% de todos sus ingresos por esta vía, lo que se traduce en una estructura fiscal que grava más el consumo que el ingreso personal y empresarial y que lleva a los hogares pobres a gastar un porcentaje más alto de su ingreso en impuestos que los relativamente ricos (: 22).

Otro indicador proporcionado por Esquivel es la participación del capital y del trabajo en el Producto Interno Bruto (PIB), el primero pasó de 62% a 73%, de 1981 a 2012, y el segundo de 38% al 27%, lo cual se traduce en un aumento del capital en detrimento del trabajo. Uno más es aquel que informa que entre 1996 y 2014 la fortuna promedio de los 16 mexicanos más ricos pasó de mil 700 a 8 mil 900 millones de dólares. Lo anterior se traduce en que, actualmente, la riqueza de 4 personas corresponda con un tercio del ingreso acumulado por casi 20 millones de mexicanos (: 19).

A partir de éstos y otros datos, Esquivel sostiene dos afirmaciones: primera, que en México existe un patrón de alta desigualdad que se traduce en bajo crecimiento económico y la captura económica y política del Estado por parte de las élites a través de instrumentos y organismos de regulación, supervisión y vigilancia (: 20); segunda, que no sólo México tiene bajísimas tasas de crecimiento económico, sino que ese poco crecimiento es además excluyente (:27).

Con estos datos habría que preguntarse: ¿Cómo puede sostenerse que México, según el Latinobarómetro, sigue la tendencia hacia arriba de la región?

Los argumentos en torno al populismo y las pocas cifras presentadas permiten mirar desde el balcón y sin pasión el estatus económico-político-social de un país que enfrentará elecciones presidenciales en julio de este año. Desde aquí es posible, como bien propone mi colega Nora Lemmi, revisar las propuestas de cada uno de los tres candidatos que más posibilidades tienen de ganar.

A José Antonio Meade, habrá que preguntarle: ¿Qué piensa hacer para revertir la situación económica, que hoy se agrava con un contexto de creciente violencia e inseguridad, que el grupo político al que pertenece ha creado? ¿Será acaso, que su insistencia en mantener las 11 reformas estructurales de su presidente Enrique Peña Nieto, da para sacar al país de la crisis en que los neoliberales de la Escuela de Chicago y el ITAM lo han colocado?

Con Ricardo Anaya Cortés, todo es incertidumbre, pues nunca ha gobernado ni un municipio. La única certeza es su pertenencia a un partido conservador de derecha que ya ocupó dos veces la presidencia de la República con los resultados relatados, a los que se suma una guerra sin diagnóstico previo contra el narco y la delincuencia organizada y cuyos resultados, ciertamente, nos hacen vivir ‘mirando sobre el hombro’.

En lo que respecta a López Obrador no basta con afirmar que “no sabemos (como gobernaría), porque no fue presidente, y no podemos confrontar realidad frente a las ensoñaciones, que sus resultados hubieran sido mejores, o si hubiera puesto a México en el abismo”.

Primero, porque ya gobernó, nada menos que una de las ciudades más complejas, densamente pobladas y grandes del mundo, sin que la haya convertido en una pequeña Venezuela o territorio ruso. Segundo, no hay que confundir una estrategia de campaña política y plataforma electoral con el proyecto de gobierno de este candidato y cada una de las fuerzas políticas que se disputan la silla presidencial.

En este contexto, no serían ni AMLO ni la indiferencia de la ciudadanía el mayor peligro para México sino, volviendo a la relación pobreza-desigualdad-democracia, la certeza de que ésta última no sirve para superar la condición de miseria y precariedad de la población en este país. De tal manera que las condiciones de emergencia del populismo si son un peligro para México.

De esta suerte, la observación del Latinobarómetro sobre una creciente distancia entre economía y política no se sostiene en términos teóricos ni prácticos, a menos que tal deslinde apunte a que en naciones como México, la democracia ¡ya no es la solución!, por lo que un fraude o la sospecha de este en 2018 representaría un peligro más real que la indiferencia, a menos que está vaya acompañada de medidas más radicales como un enfrentamiento violento.

Finalmente, sostengo, junto con Guy Hermet, que “(…) el populismo no es más que una ‘palabra-ruido’, al estilo de la Novlengua de Orwell, que sirve menos para comunicar un significado que para autentificar la conformidad de la actitud del locutor, así como la de su público” (: 2).

NOTAS RELACIONADAS:

#ANÁLISIS Y ahora resulta que 'AMLO no es un peligro para México'

AMLO no es un peligro para México; el peligro es la indiferencia electoral

*Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana CDMX

 

Las opiniones y puntos de vista vertidos en este comunicado son de exclusiva responsabilidad de quienes los emiten
y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de la Universidad Iberoamericana.

Para mayor información sobre este comunicado llamar a los teléfonos: (55) 59 50 40 00, Ext. 7594, 7759
Comunicación Institucional de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México
Prol. Paseo de la Reforma 880, edificio F, 1er piso, Col. Lomas de Santa Fe, C.P. 01219