Arte y COVID-19, la reconstrucción de la industria cultural
A través de diversas plataformas, el arte y la cultura se han mantenido vivas en medio de la pandemia por el COVID-19. Se han realizado conciertos y visitas guiadas online a museos o recintos patrimoniales; y grandes bancos de datos, documentos e imágenes, como la Biblioteca Digital Mundial de la UNESCO, fueron abiertos al mundo.
Sin embargo, la crisis sanitaria es un parteaguas para todo el globo y en estricto sentido deberemos cambiar la forma en la que ‘hacíamos la vida’ antes del coronavirus; eso incluye la manera en la que se producía y consumía la cultura y el arte. Es el momento de crear el futuro, no sólo esperarlo, y permitir que este proceso derive en nuevos modelos en este ámbito.
Desde el principio de la contingencia, la UNESCO lanzó la convocatoria #ResiliArt, cuyo objetivo era abrir un espacio de reflexión con el fin de buscar mecanismos para mantener a la industria, promover nuevas formas de participación, así como la defensa y derechos de quienes trabajan y colaboran en este rubro, y la elaboración de propuestas y recomendaciones.
Por medio de una Guía de políticas para un sector creativo resiliente (2020), el organismo busca que los países adopten medidas en favor del arte y la cultura. “No sólo porque son motores de la economía y dan empleo a muchas personas, en particular a mujeres y jóvenes, sino porque además son portadoras de identidades, valores y significados que han demostrado ser esenciales a lo largo de toda la crisis”, detalla el documento.
Saña contra el arte
Para el Dr. Alberto Soto, director del Departamento de Arte de la IBERO, el COVID-19 no ha traído un impacto positivo para el arte y la cultura, “no para los trabajadores de la cultura y el arte, no para población. Quien crea que las exposiciones, conciertos o ballets digitales resuelven los problemas del ejercicio artístico y la cobertura cultural, no ven de manera completa y compleja la circunstancia”.
Los impactos, comenta, son de distinta índole, pero como sucedió con otras actividades, “se ensañó sobre el sector artístico, principalmente en las artes escénicas. Músicos, actores, titiriteros, bailarinas y bailarines, pero también coreógrafos, tramoyistas, boleteros, etcétera, han perdido durante meses sus ingresos, como también los contratos para el futuro”.
La visión del experto es similar al de la UNESCO, en el sentido de que el arte y la cultura no estuvieron en la primera línea de apoyo por parte de los gobiernos: “A los poderes de la Nación, les pareció poco atractivo (con bajo impacto político) auxiliar a un sector que vive prácticamente al día con día”.
Agregó que, en términos estrictos, el Estado no reaccionó con oportunidad en materia médica, pero tampoco en cuanto a mantener vigentes los derechos culturales de artistas, trabajadores de la cultura y de la población en general. “Los derechos laborales quedaron relegados y se aprovechó la circunstancia para achicar los presupuestos para la cultura y las artes”.
En este contexto, se ve la posibilidad de que se fomente un pseudoarte, complaciente, alineado a los discursos del poder, es decir, un ejercicio propagandístico. Entonces, enfatizó el investigador de la IBERO, el mundo del arte y los propios artistas deben configurar alternativas que rompan con las fuerzas que monopolizan el mercado
“Es importante la organización para exigir espacios en los circuitos de prestigio, promover que los cuerpos legislativos se capaciten en derechos culturales, que se rompa la cadena de corrupción que existe en la creación de infraestructura municipal, estatal y federal con el pretexto del fomento de la cultura”.
COVID-19, un impacto en la sensibilidad de las personas
En medio de la sala virtual, una representación de la Mona Lisa que sostiene rollos de papel higiénico roba la mirada de la audiencia; a un lado de esa imagen intervenida, aparece una de las reconocidas escenas de la película La dama y el vagabundo, pero en ella los protagonistas llevan cápsulas en la cabeza y una lámina de acrílico los separa mientras cenan.
Se trata del COVID Art Museum, una propuesta generada en Barcelona, España, en abril pasado, cuyo fin es resguardar la producción de arte digital de todo el mundo, vinculada a la pandemia. A través de ilustraciones, pinturas, animaciones, videos y otras expresiones, los artistas se enfrentan y luchan contra las medidas impuestas por el coronavirus.
Para la Dra. Ana María Torres, investigadora de la IBERO, los profesionales del arte y la cultura han tenido en los eventos en línea una salida para difundir sus obras, pero también “se están conformando organizaciones en las redes sociales que impulsan múltiples proyectos interesantes desde casa y que tienen la ventaja de llegar a un público más amplio”.
Para la especialista en intervenciones artísticas públicas, es en estos espacios donde las manifestaciones creativas deben proponer nuevas formas de reflexión crítica que generen acciones de cambio. “Son momentos para repensar en nuevos modelos culturales autogestivos, creativos y transformadores”.
Sin embargo, más allá de la modificación en el consumo del arte y la cultura, y el surgimiento de nuevos modelos de difusión, la Dra. Ana María Torres, académica de tiempo e integrante del claustro del Departamento de Arte, dejó claro que el mayor impacto tras la pandemia es en la dimensión sensible de las personas.
“Experimentar el arte a través de las pantallas elimina los afectos individuales y colectivos que se experimentan al tener contacto físico con los sonidos de una canción, el movimiento de la danza, la proyección de un actor o la mirada de un cuadro”.
Pandemia evidencia pendientes en el sector cultural
Aunque la pandemia ha tenido un impacto en varios ámbitos, en algunos casos sólo sacó a la luz problemas que se venían arrastrando. “En el sector cultural evidenció una crisis no atendida por décadas y hoy más que nunca se debe tomar acción para la transformación del mismo, especialmente porque se encuentran en riesgo los más jóvenes de la sociedad hipermoderna”.
Así lo ve la Dra. Ivonne Lonna, académica del Departamento de Arte, quien agrega que el COVID-19 mostró la vulnerabilidad de la esfera cultural por su falta de creatividad e innovación, de visión de futuro y su dependencia económica de grandes patrocinios públicos o privados; así como de la circulación multitudinaria de visitantes en espacios físicos, lo que ha tenido un impacto en lo económico y el consumo de la cultura.
“Estas dificultades, tanto financiera como creativa pueden significar oportunidades o riesgos para la cultura en sí misma y para quienes la generan, administran, difunden o consumen. El diseño de alternativas de su propio futuro permitiría anticipar hechos y acciones, prevenir y no improvisar como la mayoría de las instituciones que administran la cultura lo han hecho durante el confinamiento”, comenta.
El futuro, afirma, se crea a través de la planeación estratégica prospectiva. Con este modelo, se podrían consolidar proyectos culturales asertivos, inclusivos, interculturales e innovadores, que se puedan adaptar a las diversas generaciones de la sociedad actual.
Además, en este entorno, es preciso entender que partimos de una etapa donde la búsqueda de la inmediatez y el uso del clic es preponderante. Pero, al mismo tiempo, hay que pensar en quienes desde antes de la pandemia no tenían acceso a la industria cultural. Este hecho se agudiza ahora por la falta de conectividad digital y uso de tecnologías.
Para la curadora y especialista en museos, quienes se dedican al ámbito de la cultura y el arte, así como los tomadores de decisiones en los gobiernos, necesitan conocer bien a sus audiencias y dar un vuelco a lo que hasta ahora se había hecho, pues el segmento de los jóvenes no está siendo atendido, y es un buen momento para crear propuestas atractivas a nivel del fondo y la forma.
“Apps e internet, influencers, videojuegos, plataformas de música, cine, series de televisión, podcast, juguetes o gadgets con inteligencia artificial proveen en su mayoría productos de consumo cultural y durante la acelerada propagación de la COVID-19 han encontrado el momento perfecto para expandirse a nivel global, con contenidos de calidad o sin ella están a un solo clic y compiten de manera agresiva e indirecta contra la cultura institucionalizada”.
El arte y la cultura prevalecerán
En conclusión, a decir del Dr. Alberto Soto, el arte y la cultura van a prevalecer. Los políticos que han tomado las malas decisiones serán olvidados, serán intrascendentes, si no es que expuestos en sus grises y negros, para ser denostados generación, tras generación. “Habrá, sin duda, un arte que nos recordará la fragilidad del exterior y de nuestro interior”.
Agrega que algunos miembros de la comunidad cultural y artística “han reinventado sus plataformas de diálogo, y posiblemente ese es el único beneficio. De ahí saldrán iniciativas, proyectos, colectivos, etcétera”.
Por su parte, la Dra. Ana María Torres considera que “uno de los aspectos positivos de esta pandemia es que se están abriendo nuevas formas de creación y divulgación artística. En este sentido, es probable que todo tipo de manifestaciones artísticas alcancen a más personas, que podrá acceder a distintos eventos, muchas veces gratuitos, sin tener que desplazarse”.
Quienes tenemos contacto con los procesos y las prácticas artísticas, dice, “debemos generar espacios de reflexión crítica para impulsar un arte que transforme nuestras formas de concebir las realidades tan cambiantes e inciertas que estamos viviendo. Valdría la pena considerar a la cultura como un movimiento colectivo que debe impulsar acciones democráticas y críticas a través del arte, para construir sociedades más justas e igualitarias”.
Mientras que la Dra. Ivonne Lonna apunta a una transformación del ámbito de la cultura y las artes, en donde se tome en cuenta la hipermodernidad en la que vivimos, las formas de consumo y las nuevas plataformas disponibles para difundir y crear contenidos. Además, se debe asumir la importancia de lo generacional como punta de lanza para cualquier propuesta a futuro.
Iván Cabrera
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