Comunidad IBERO recuerda en 'silencio' el sismo del 19 de septiembre
“Hoy hace un año la tierra me derribó…”
Frente a la zona de banderas de la IBERO, tres jóvenes se abrazan por los hombros y bajan la mirada. Cerca del memorial montado en la zona conocida como ‘La Fuente’, dos mujeres están en posición de firmes; una de ellas no aguanta el peso del recuerdo y llora.
No ha comenzado de manera oficial el acto para recordar a las víctimas del sismo del 19 de septiembre de 2017. La comunidad universitaria se reparte en las zonas más populares del campus: en Los Lobos, la explanada central, las astas y en la puerta 12.
“Hoy hace un año, la tierra me cubrió…”
El reloj marca las 13:16:40 horas. La alerta sísmica suena y aunque todos sabemos que es un simulacro, impacta: fuerte su sonido, fuerte golpea la memoria. Vienen a la mente los 369 muertos; el caos, la incertidumbre, el colapso, las historias de niños, jóvenes y adultos bajo los escombros.
Todos callan. El ambiente se tensa y el silencio se apodera del espacio con fuerza; abraza, desgarra, aturde. Nos cubrimos otra vez de dolor por una tragedia que nos sigue lastimando… y por los que ya no están, y por los que siguen sufriendo, y por los que no tienen paz.
“Hoy hace un año, en medio del caos no supe qué hacer…”
Carmen Domínguez, Raquel Masry y Juan Manuel Silva , ubicados en diferentes puntos de la IBERO, leen el Manifiesto 19S: ‘Hoy hace un año, hoy hace 33 años’. Los estudiantes, profesores y trabajadores escuchan atentos y reconstruyen el caos.
Pero el mensaje no se queda en el dolor, es una petición, una exigencia a no olvidar que somos solidarios, que debemos seguir luchando por el otro, que la unidad es mejor que la lejanía, pues en medio de la tragedia aprendimos a ser uno.
“Hoy hace un año, fue en las noticias en donde vi que mi casa ya no existía…”
Al finalizar el discurso. Se pide a los asistentes levantar el puño derecho y guardar un minuto de silencio por las víctimas. Un chavo levanta una banderita de México. El sonido de ’La Fuente’ intenta tranquilizar el momento, pero el silencio duele. Nadie rompe la serenidad; ni un movimiento en falso.
Termina el homenaje, pero todos parecen estar clavados al piso. No caminan, no hablan, no sonríen. Una pareja rompe la atmósfera y se abraza, se soba la espalda, se saca el dolor. Temerosos, los integrantes de la Comunidad IBERO se mueven, caminan, pero sin hacer ruido, y hablan en voz baja.
Por las bocinas de la Universidad se escuchan tres martillazos agudos y después una voz envía un mensaje: “Pueden regresar a sus actividades habituales”. Entonces sí, todo se vuelve dinámico, la tristeza se desvanece, pero no se va… y no se irá.
Valentina González e Iván Cabrera
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