#ANÁLISIS Con o sin Meade, el PRI sigue siendo el PRI

Mar, 28 Nov 2017
El partido en el poder ha hecho los cambios necesarios para no cambiar, afirma académica de la IBERO
  • El presidente Enrique Peña Nieto saluda a José Antonio Meade (@JoseAMeadeK).
Por: 
Dra. Ivonne Acuña Murillo*

Hace unas horas, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, anunció el relevo de José Antonio Meade Kuribreña en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y la llegada de otro José Antonio (González Anaya), quien fungió como director de Pemex, quien a su vez fue sustituido por Carlos Alberto Treviño Medina.

Para fines prácticos, lo importante aquí no es tanto quién se va o quién llega, sino adónde va el que se va, es decir, José Antonio Meade. Por si alguna duda había sobre si quedaría al frente del Banco de México o se convertiría en candidato del PRI a la Presidencia de la República, ‘la cargada cetemista’ no dejó lugar a dudas. Si realmente alguien pensó por un momento que el PRI había cambiado, se equivocó. Mucho lamento si semejante afirmación rompe algunos corazones, pero la evidencia se impone.

Como he comentado en otros escritos, el PRI es un partido que sabe leer muy bien el momento histórico, de manera que en más de una ocasión ha hecho los cambios necesarios para ‘no cambiar’. Así lo dicen las reformas políticas de 1977 y las efectuadas entre 1989 y 1996, mediante las cuales dirigió y permitió la liberalización del sistema político hasta construir un sistema de partidos relativamente funcional que le permitiera permanecer, primero, en el poder de la silla presidencial, y luego como un partido competitivo después de la alternancia del año 2000.

La decisión de ungir a Meade como el ‘casi’ seguro candidato del PRI a la Presidencia en el año 2018, bien puede ser leída bajo esta lógica gatopardista. Han visto Peña y el PRI al ahora exsecretario de Hacienda como el candidato perfecto capaz de retener los votos priistas y atraer una parte de los votos panistas, así como los de aquellos votantes independientes que podrían ver a Meade como el personaje menos parecido a los cuadros del PRI, a los Osorio Chong, a los Videgaray, a los Ávila, a los Duarte. Muy lejos además de los asuntos de corrupción que han acompañado al PRI durante esta administración, por mencionar sólo lo más cercano.

Es decir, dado que el PRI como marca no está en su mejor momento, había que elegir un candidato que pudiera competir sin cargar, en lo posible, con el lastre que el PRI representa en estos momentos. Por otro lado, Meade aseguraría la continuidad de un proyecto y un poderoso grupo económico que ha convertido al país en su fuente privada de recursos y que se hizo presente desde 1982, y que a la fecha no ha abandonado la Presidencia, pues con todo y alternancia el PRI nunca ha estado, realmente, lejos de Los Pinos. Es así, entonces, que la candidatura de Meade y su posible arribo al Poder Ejecutivo mantendría la máxima ‘cambiar para permanecer’.

Sin embargo, a pesar de que el PRI pretenda llevar, por primera vez, a la silla presidencial a un candidato no priista, sus formas lo condenan a cargar con el estigma de un instituto político que se niega a dejar de ser como es.

En la última semana han sucedido tres hechos que muestran la verdadera naturaleza del PRI, esa que se niega a morir. Primero, el destape hecho por el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso, la semana pasada, quien se deshizo en elogios al referirse a su compañero de gabinete y a quien reconoció como líder del país, emulando los destapes que antaño hacían dirigentes de las secciones del partido, gobernadores o secretarios de Estado.

Segundo, la aclaración de Peña Nieto en torno a que no sería a través de elogios como se seleccionaría al candidato, en un intento por mostrarse como el único ‘con derecho’ a elegir a su sucesor.

Tercero, la renuncia de Meade, las loas de la CTM y las declaraciones de su líder, Carlos Aceves del Olmo, quien además de disculparse por no haber llenado el auditorio, dadas las condiciones del edificio en el que se encontraban, ofreció actos masivos en los 32 estados de la República, para luego afirmar que Meade sería “el presidente de la esperanza. No de la esperanza vacía, de sentirse mesías o echando brincos para atrás, sino de la esperanza real”, en clara referencia a Andrés Manuel López Obrador. Ante la pobreza de ideas del líder cetemista, que no encontró mejor forma de alabar a ‘su candidato’, hizo publicidad gratis al dirigente de Morena, posible adversario de Meade.

Por si alguna duda había, este mismo líder le aclaró a Meade: “Ya estaba destapado por nosotros, porque siempre aspiramos a que él fuera nuestro candidato a la Presidencia de la República”. Y por si no fuera suficiente, el emocionado cetemista dijo a su ahora candidato: “El PRI, en este momento está hecho con el molde de José Antonio y José Antonio tiene que ser el molde del PRI”.

Vaya velocidad, en el mismo día Meade pasó de secretario de Hacienda a posible candidato ‘externo’ del PRI a la Presidencia de la República, a candidato de la CTM, a ‘esperanza real’ y a cuasi priista.

En unas cuantas horas, Meade ha quedado sepultado bajo la avalancha de viejas y rancias prácticas de una institución política que se niega a dejar de ser el partido del ‘dedazo’, de los destapes, de los ungidos. Ya lo dijo Margarita Zavala, sí, la misma que pretendió imponerse como la candidata del PAN a la silla presidencial vía otro “dedazo”, el de un expresidente que por añadidura es su marido: “El regreso del ‘dedazo’ en su máximo esplendor, el ritual del tapado nos retrasa 25 años en el tiempo”.

Si en algún momento se pensó en José Antonio Meade Kuribreña como un candidato ‘externo’ al PRI, alejado de las viejas prácticas de ese partido, como el personaje que podía mantener al tricolor a la sombra, mientras él, ‘su’ candidato, hace la campaña necesaria para permanecer en Los Pinos, esa ‘esperanza real’ ha sido sepultada bajo la evidencia, bajo el coletazo de un dinosaurio que sigue ahí, que no ha cambiado ni cambiará.

A Meade sólo le queda ‘apechugar’ y ‘tragar camote’, que al fin y al cabo así se hace política en su ahora partido, el PRI, por supuesto.

*Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

 

Las opiniones y puntos de vista vertidos en este comunicado son de exclusiva responsabilidad de quienes los emiten
y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de la Universidad Iberoamericana.

Para mayor información sobre este comunicado llamar a los teléfonos: (55) 59 50 40 00, Ext. 7594, 7759
Comunicación Institucional de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México
Prol. Paseo de la Reforma 880, edificio F, 1er piso, Col. Lomas de Santa Fe, C.P. 01219