Cuanto más humanos somos, más cerca de Dios estamos: teólogo jesuita

Lun, 27 Dic 2021
El Padre Juan Antonio Estrada Díaz dictó la conferencia ‘Humanización de Dios y humanización del mundo’
  • “Preguntémonos si los años de cristianismo, los años de religión, han sido positivos para nosotros, nos han humanizado y, por tanto, nos han acercado a Dios”: P. Juan Antonio Estrada.
  • Dr. Juan Antonio Estrada Díaz, S.J.

El ser humano no sólo se puede desarrollar y llegar a la plenitud a través del dominio de la naturaleza y la explotación de los recursos materiales, también necesita responder a sus necesidades espirituales, porque está hecho para compartir y para comunicarse con los demás, dijo el Dr. Juan Antonio Estrada Díaz, S. J., en su conferencia Humanización de Dios y humanización del mundo, organizada por el Departamento de Ciencias Religiosas.

“El secreto de la vida sigue siendo para el ser humano amar y ser amado, pasar por la vida queriendo a otras personas y generando vida en otras personas, y al mismo tiempo pasar por la vida recibiendo con gratitud la vida que nos ofrece el otro y lo que nos estamos compartiendo con otras personas cuando otras personas se entregan a cada uno de nosotros y nos comunican su propia existencia”.

Cuando el ser humano se queda sólo con la ciencia surge un vacío existencial y la pregunta ¿qué sentido tiene mi vida?, y aunque “las grandes preguntas de la vida no se responden con la ciencia”, ésta puede ser el instrumento que se ponga al servicio de la meta de vida que el ser humano se plantea, el proyecto existencial con el que se sienta identificado.

El ser humano vive en un planeta con infinitud de posibilidades, pero en el que ha sido un mal administrador de la naturaleza y de lo material, y un pésimo gestor de lo que son las relaciones humanas, la solidaridad y la fraternidad.

Hay un mal natural contra el que se tiene que luchar, como las enfermedades y los terremotos; no obstante, el peor mal es el que viene del comportamiento humano, de la utilización de los instrumentos tecnológicos y científicos al servicio de la destrucción de lo humano.

Dice el cristianismo que Dios, viendo el espectáculo de la maldad humana, quiere hacerse presente de una manera humana entre lo humano, “para enseñarnos cómo vivir, cómo comportarnos”; así ocurre el nacimiento de Jesús y de una serie de profetas, que dan un aviso constante al ser humano de que hay que humanizarse, y para hacerlo hay que comunicarse y abrirse a una relación de fraternidad con los demás, porque “cuando nos encerramos en nosotros mismos, en lugar de enriquecernos nos empobrecemos, porque el ser humano no está hecho para estar solo”.

Entonces Jesús de Nazaret se convierte para los cristianos en la imagen humana de Dios. “Nosotros creemos que en la humanidad de Jesús nos encontramos el reflejo mayor de lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, y el reflejo mayor de lo que es el plan de Dios acerca del planeta Tierra y el plan de Dios acerca del ser humano”.

La vida de Jesús se convierte en una prolongación de la manifestación y revelación divina. Y si Dios se preocupa de los seres humanos, también Jesús, quien se preocupa por los más pobres, por los más afectados por el mal uso que se hace de toda la riqueza planetaria y de todas las posibilidades que ofrecen la ciencia y la técnica.

Jesús hizo de su entrega a los demás el lema de su vida. Había que crear el Reino de Dios en medio de la sociedad judía, para desde ahí abrirlo a toda la humanidad. Y, “para crear el Reino de Dios había que luchar contra el sufrimiento, había que luchar contra la opresión, había que luchar contra la tiranía, había que luchar contra lo que nos quita libertad y lo que nos quita humanidad”.

Cuando Dios se encarna y se hace presente en la humanidad de una persona hay una kenosis, y entonces Jesús hace de su vida una entrega a los demás. En su vida humana Jesús comparte el sufrimiento, él sabe lo que es la soledad, el distanciamiento de su familia y la incomprensión de sus amigos -sus discípulos-.

La persona que cuanto más se entrega a Dios y a los demás, cuanto más renuncia a cualquier dinámica egoísta, cuanto más se abre al perdón de los demás, a la comprensión con misericordia de las flaquezas y las limitaciones de los otros, es cuando realmente se va a encontrar más cercana de Dios y de los seres humanos.

El cristianismo vino a decir, explicó el jesuita, que “la mejor manera de alcanzar la plenitud en esta vida es aportando y queriendo a los demás, haciendo algo por los demás, sintiendo que tu vida es útil”. Ninguna persona puede dominar la Tierra, pero sí puede hacer que la vida de los seres humanos con los que se encuentra sea una vida más grata.

Eso es lo que se comunica desde el nacimiento de Jesús, simbólicamente expresado al nacer entre animales, en medio de la pobreza más radical y marcado por la dependencia, pues necesita un sitio dónde nacer y hasta tiene dificultades para encontrarlo. Y Jesús va a culminar en la cruz, símbolo de la persona buena, justa, que no hizo daño a nadie, y que luchó siempre por una sociedad más justa y fraterna, y que intentó siempre transmitir a los demás que “solamente desde la entrega al otro estamos cerca de Dios”.

“En realidad lo que viene a decirnos el cristianismo es que, cuanto más humanos somos, más cerca de Dios estamos”, destacó el Padre Juan, y añadió: “El proceso de humanización es también el proceso de divinización”.

Entonces el proceso de vaciamiento personal, de renuncia, de kenosis de la persona que se entrega, que no es tacaña al darse a los otros, “es el proceso que más nos acerca a Jesús de Nazaret, es también el proceso que más nos acerca a Dios y que más nos acerca a los demás seres humanos”.

Cuando el ser humano busca los valores del Evangelio encuentra que su vida tiene un sentido, que merece vivir con esperanza y con alegría, y entonces se va produciendo un proceso de humanización. Y es ahí donde el doctor Estrada cree que se debe plantear el valor específico del cristianismo.

¿Me ha ayudado a mí el ser cristiano a ser más persona?, ¿me ha capacitado el cristianismo a mí para abordar los acontecimientos de la vida, tanto los alegres como los tristes, con más potencialidad, con más capacidad, con más entereza?, ¿me ha ayudado a mí el cristianismo a ser más misericordioso con los demás?, ¿me ha enseñado a comunicarme, a ser expresivo, a no quedarme en mi aislamiento?; eso es lo que para el jesuita cabe preguntarse.

“Preguntémonos si los años de cristianismo, los años de religión, han sido positivos para nosotros, nos han humanizado y, por tanto, nos han acercado a Dios. Porque si no nos han humanizado, por mucho que hayamos cumplido todas las leyes, todas las normas, todas las prácticas religiosas, nos hemos perdido lo más valioso del cristianismo, que no es un conjunto de prácticas, ni un conjunto de doctrinas, ni un conjunto de creencias, sino que es, de alguna manera, el seguimiento y la imitación de una  forma de vida, de un estilo de vida, que es el de Jesús de Nazaret”.

Cuanto más humanas sean las personas, más a imagen y semejanza de Dios serán. Y cuanto a más imagen y semejanza de Dios sean, mejor han aprendido lo que es un Dios que, siendo el omnipotente y el creador, se entrega, genera seres existentes para que reciban su gracia, su amor, para que a partir de ahí encuentren un proyecto de vida que tenga un sentido para su propia existencia y se entreguen a compartirlo con los demás, para que también puedan vivir de esa plenitud de vida.

“Qué es lo que estamos viviendo, qué plenitud es la que estamos buscando y cuáles son los valores desde los cuales queremos configurar nuestra existencia y dar una respuesta a nuestro vacío existencial. Si esto lo analizamos desde aquí, podemos comprender el significado que tiene que millones de personas nos reunamos ahora ya, en este mes último del año cristiano, que acaba en diciembre, para conmemorar el nacimiento del que ha cambiado en buena parte la vida de toda la humanidad”.

PEDRO RENDÓN/ICM

 

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