Día Internacional de la Mujer: El despertar de la paridad

Jue, 8 Mar 2018
A pesar de que los cambios sociales no son fáciles, debemos continuar con la lucha: teóloga española
  • En 1977, la ONU proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer (Pixabay).

Reflexionar sobre lo que me inspira el 8 de marzo desde la Teología Feminista que intento hacer vida, me abre a muchas posibilidades, porque:

¿Es posible hablar de ‘inspiración’ ante un problema de justicia dentro de un mundo patriarcal y marginador de todo lo referente a la mujer?
¿Comprendemos, hoy, lo que significó esta fecha para las mujeres trabajadoras del país norteamericano?
¿Hemos profundizado lo suficiente para entrelazar, feminismo, derechos sociales, trabajo de la mujer, dentro de la estructura capitalista?
¿Somos conscientes de nuestra fuerza cuando trabajamos juntas, para cambiar las estructuras sociales, políticas, culturales y religiosas de nuestro tiempo?
¿Somos conocedoras de la historia que ha creado el patriarcado para marginar y borrar la real actuación de la mujer con respecto a la vida?
¿Nos amamos lo suficiente para tener la certeza de que, hagan lo que hagan, las estructuras actuales, en nuestras realidades concretas, nuestra capacidad de dar nuevas vidas, cambia el mundo?
¿No será este gran don de la naturaleza, la que el patriarcado ha deseado dominar a lo largo de la historia?
¿Hemos descubierto que la gratuidad del don de la vida, molesta a los que luchan para dar valor principalmente a la riqueza?
¿Hemos aceptado tanto tiempo un Dios solamente hombre y una Virgen esclava del Señor?

Ha llegado la hora de despertar a mujeres y hombres de todos los niveles: sociales, políticos, religiosos, económicos y étnicos.

El camino hace siglos que inicio:

En la antigua Grecia, una mujer, Lisístrata, supo organizar una huelga de sexo para sensibilizar a los hombres y poner fin a la guerra.

En Francia, durante su Revolución del siglo XVIII, las parisinas pedían ‘Libertad, igualdad y fraternidad’, marchando hacia Versalles para exigir el sufragio femenino del que hemos celebrado recientemente en su centenario, y Olympe de Gouges que, parafraseando la creación y publicación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, quiso crear los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Fue decapitada el 26 de agosto de 1789.

La idea de un día internacional de la mujer surgió al final del siglo XIX, en el mundo industrializado, en periodo de expansión, turbulencia y crecimiento fulgurante de la población e ideologías radicalesy lucha por la paridad.

De conformidad con una declaración del Partido Socialista de los Estados Unidos de América, el día 28 de febrero de 1909 se celebró en todos los Estados Unidos el primer Día Nacional de la Mujer, fecha que se siguió celebrando el último domingo de febrero hasta 1913.

En Copenhague se proclamó este día de carácter internacional como homenaje al movimiento a favor de los derechos de la mujer y para ayudar a conseguir el sufragio femenino universal. La propuesta fue aprobada unánimemente por la conferencia de más de 100 mujeres procedentes de 17 países.

De momento no se estableció una fecha fija para la celebración, pero el incendio ocurrido el 25 de marzo de 1911, en la fábrica de confección Triangle Shirvaist del barrio de Manhattan, Nueva York, que dejó un saldo de 146 mujeres muertas y 71 heridas, la mayoría recién emigradas de Europa del Este e Italia, entre 16 y 23 años de edad, debido a la imposibilidad de salir del edificio en llamas, puesto que los responsables de la fábrica cerraron todas las puertas de las escaleras y las salidas, para evitar el hurto de mercancía. Muchas de las trabajadoras al no poder escapar del edificio en llamas, saltaron hacia la calle desde los pisos octavo, noveno y décimo.

El desastre en la fábrica obligó a importantes cambios legislativos en las normas de seguridad y salud laborales e industriales y fue el detonante de la creación del importante Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras Textiles, que lucharía por mejorar las paupérrimas condiciones laborales de esos tiempos.

En 1917, como reacción ante los 2 millones de soldados rusos muertos en la guerra, las mujeres rusas escogieron de nuevo el último domingo de febrero para declararse en huelga en demanda de ‘pan y paz’.

Los dirigentes políticos criticaron la oportunidad de la huelga, pero las mujeres la hicieron de todos modos. El resto es historia: cuatro días después, el Zar se vio obligado a abdicar y el gobierno provisional concedió a las mujeres el derecho al voto. Este histórico domingo, el 23 de febrero, según el calendario juliano usado entonces en Rusia, que equivale al 8 de marzo del calendario gregoriano utilizado en otros países.

En 1975, coincidiendo con el Año Internacional de la Mujer, las Naciones Unidas celebró por primera vez el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer, pero en recuerdo de la tragedia de la fábrica textil, se internacionalizó como Día de la Mujer Trabajadora.

En 1977, la ONU proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, fecha en la que conmemora la lucha de la mujer trabajadora, aquella que día a día busca la igualdad de derechos entre todas las personas que formamos la sociedad. A partir de entonces, se celebra indistintamente el Día de la Mujer o el Día de la Mujer Trabajadora.

Después de esta breve exposición histórica, intentaré dar respuesta a las preguntas con que he iniciado esta reflexión. Ya sabemos que los cambios sociales no son fáciles y, no obstante, debemos continuar.

Tengo que confesar que la palabra inspirar, que está en el título, no la he encontrado apropiada, pues yo vivo la ‘inspiración’ como aquello que puede enriquecer mi vida y este día ‘8’ me despierta, para ver la dura realidad patriarcal que me rodea y con la que tengo que luchar para lograr la paridad y poder afirmar que sólo cuando luchamos juntas podemos cambiar el mundo y esta realidad necesita una gran experiencia de colaboración, sensibilidad y solidaridad entre todas las personas.

Son tantos los elementos que inciden en el devenir de nuestras vidas que a veces no sabemos dar respuesta a lo que detectamos; queremos analizar y no podemos; nos faltan datos, desconocemos las circunstancias que concurren en los hechos. Al mismo tiempo, nos falta la experiencia del trabajo en situaciones duras y precarias, por lo que nos es difícil entender lo que representó aquel hecho.

Analizar la concepción capitalista del trabajo y las estrategias que ha utilizado para construir su sistema es difícil. Mirarlo con ojos de mujer lo hace del todo incomprensible por los elementos patriarcales que impregnan toda la estructura laboral. Si a esta realidad añadimos los derechos sociales, vemos que, en igualdad de condiciones, las mujeres no logramos ser reconocidas como sujetos iguales a los hombres ni en el salario ni en el escalafón social. A esto se debe añadir el precio que se ha tenido que pagar por el acceso de las mujeres en los espacios de promoción. Necesitamos estudiar, dialogar y actuar con mucha delicadeza.

Si además queremos ahondar desde una visión teológica-feminista el espacio religioso, se nos complica aún más, porque nos movemos en el ámbito de una Iglesia patriarcal.

Hasta hace poco, los estudios teológicos estaban vetados a la mujer y nuestra opinión no contaba para nada. Desde el Vaticano II la situación ha cambiado, pero queda aún mucho camino por recorrer. Aún prima la idea de un Dios padre (masculino) y su madre esclava del Señor. Así, resulta difícil acceder a un Jesús verdadero hombre y que supo cuestionar un mundo injusto con los más débiles y de una manera especial hacia la mujer.

Siempre he pensado que la grandeza del milagro de la nueva vida ha sido la cuestión fundamental de la lucha entre los hombres y las mujeres. A las pequeñas cosas en las que el hombre era superior, la maquinaria actual ha dado respuesta, y la fuerza física ya no depende de nosotras y nosotros, sino de las máquinas que dan muy buena solución al duro trabajo asalariado peonal. Ahora bien, dar nueva vida… eso es sólo experiencia propia y muy importante cosa de mujeres.

Si a todo lo reflexionado añadimos que la base de la vida es la gratuidad, en un mundo de mentalidad capitalista, el 8 de marzo me estimula a seguir luchando para que, en todos los espacios, la vida sea paritaria.

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M.Pau Trayner Vilanova del Colectivo de Mujeres en la Iglesia por la Paridad. Barcelona.

 

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