Egresada IBERO relata cómo el karate ha unido a su familia
¿Qué clase de reglas tienen en tu casa? ¿Llegar antes de cierta hora al anochecer?, ¿que se reúna toda la familia para la hora de la comida? En la casa de la egresada IBERO Lízbeth Guevara Barrios, todos sus hijos tienen que llegar a cinta negra en karate antes de poder dedicarse al deporte de su elección. Así, ella y su esposo han fomentado en sus hijos el amor al deporte, así como el valor de la disciplina y la responsabilidad, y es una manera en que comparten con ellos tiempo de calidad.
Madre y padre son cinta negra también, y participan en múltiples competencias. De hecho, después de una racha de dos años de estar en los primeros lugares en todas sus competencias, este año Liz representará a México en el Mundial de Karate de Calgary, Canadá.
Liz ha estado involucrada con el deporte desde niña. Comenzó con el ballet. Todos los domingos, su papá, más emocionado que ella, la despertaba temprano para llevarla a sus clases. Más adelante, durante sus primeros estudios, la natación y la equitación eran materias obligatorias, y también fue porrista porque era lo que más se parecía al baile. Cuando entró a la Ibero Ciudad de México, formó parte del equipo de Lobos femenil de futbol y jugaba con el número 5.
Estudió un primer semestre en Diseño Industrial (aquí te explicamos por qué en la IBERO la Licenciatura en Diseño Industrial cambió a la actual Diseño de Productos y Experiencias), aunque ni su papá ni ella estaban convencidos de su vocación. Y luego, varios aspectos de la vida de Liz cambiaron radicalmente: falleció su papá, ella se cambió de carrera a Ciencias Políticas y Administración Pública, y comenzó, a los 19 años de edad, una exitosa carrera en el karate.
“Acababan de pasar las Olimpiadas de Beijing, yo veía el taekwondo. Y aquí (en la IBERO) había taekwondo, pero no me gustaba mucho, yo quería karate, aunque lo olímpico es taekwondo”. Con respecto de sus estudios, Liz recuerda que sus docentes la ayudaron mucho, y que contó además con un apoyo de orfandad por parte de la Universidad.
Hace aproximadamente 12 años conoció a su esposo y actual entrenador, Edgar Jiménez Carranza, quien hace karate desde los ocho años. Actualmente tienen cuatro hijos y, entre todos los miembros de la familia, participan en entre 16 y 20 torneos al año. “Yo siempre he dicho que somos una familia muy diferente a todas las familias mexicanas, porque sí, nuestros hijos, todos hacen karate. Y en la familia no es opción. Llegas a cinta negra, y después de tu cinta negra decides qué haces, pero no hay opción”, relata Liz. Ellos pueden hacer karate y combinarlo con el deporte que quieran, como su hijo mayor, que después de llegar a cinta negra se ha enfocado más en el futbol americano.
A veces tienen algunos fines de semana libres, pero generalmente están en torneos. Liz considera que para todo hay momento, incluso para las fiestas, pero para ella y su familia es una prioridad el entrenamiento. “La formación marcial les hace responsables, disciplinados; que sepan que no todo es agresión, porque el karate no es estarnos peleando, tratamos siempre de tener una mentalidad en paz, estar bien con nosotros”.
Otro de sus hijos, de 11 años de edad, acaba de ganar su pase al Mundial de Karate de Calgary, por lo que viajará junto con su mamá a Canadá. “Él ya sabe cómo moverse, es un niño que se sabe mover en el área”, e incluso funge como un “mini couch” con Liz.
¿Habías reflexionado sobre cómo se fomentan valores como la disciplina en tu hogar, o sobre cómo se comparte el tiempo de calidad?
Texto: Yazmín Mendoza
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