Hay que crear una Comisión de la Verdad para Ayotzinapa sin el gobierno: normalista

Jue, 27 Sep 2018
Amigos de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa narran su experiencia ante compañeros de la IBERO
  • Édgar Andrés Vargas, egresado de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.
  • Luis Ángel Navarrete, egresado de Ayotzinapa y estudiante de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
  • Por su activismo político la normal tiene problemas con el Estado.
  • Los cuatro ponentes de ‘Ayotzinapa: nuestra historia’.

‘Ayotzinapa: nuestra historia’.
Segunda y última parte.

Hay una necesidad de crear una Comisión de la Verdad para Ayotzinapa, integrada por personas no pertenecientes al gobierno, como por ejemplo los padres de los normalistas, “para poder investigar lo que realmente sucedió y con la única finalidad de encontrar el paradero de los 43 compañeros”, consideró Édgar Andrés Vargas, egresado de la Escuela Normal Rural Raúl  Isidro Burgos de Ayotzinapa.

En el evento ‘Ayotzinapa: nuestra historia’, realizado en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, Édgar mencionó respecto a los hechos ocurridos hace cuatro años en Iguala, Guerrero: “Los medios pueden decir muchas cosas, pero los que en realidad sabemos somos los que estuvimos ahí, o los que pertenecemos a la Normal”.

Al lado de sus compañeros también egresados de Ayotzinapa, Luis Ángel Navarrete, Aquilino y Francisco F. Mejía –que junto con él son actualmente alumnos de la IBERO-, Édgar Andrés señaló como responsable de la desaparición de los 43 al Estado mexicano “porque eso fue una desaparición forzada” en la que participaron funcionarios del gobierno.

Y trajo a colación que una de las líneas de investigación que dejó el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) fue la de investigar al Ejército, por presunta participación u omisión. “Y yo puedo decir con certeza que el Ejército mexicano tuvo mucho que ver, porque estuvo a escasos metros de donde ocurrieron los hechos y sólo vio morir”.

A las y los alumnos que acudieron a escuchar su historia, en un abarrotado Auditorio Xavier Scheifler, Vargas les pidió “que nos apoyen, que se humanicen, se solidaricen con esta causa; porque no queremos que ocurra de nuevo eso. En este caso fueron 43 compañeros, pero no sabemos mañana o pasado mañana  quiénes van a ser”.

“Todos somos vulnerables, todos en cualquier momento podemos sufrir violaciones por parte del Estado y más aún si eres estudiante y levantas la voz, porque el Estado te quiere callar, te quiere sumiso. Para qué; para que puedan seguir haciendo lo que ellos siempre saben hacer, y que no es gobernar bien un país”.

Todo se fue a la basura, todo por el gobierno

Marcado con una herida en el rostro, Édgar, oriundo de Oaxaca, relató cómo en la noche del 26 al 27 de septiembre recibió un impacto de bala en la cara, que le obligó a someterse a varias cirugías en la Ciudad de México.

“Mi recuperación fue un proceso muy largo, no podía hablar, ni respirar por la nariz, porque perdí todo el maxilar superior,  e incluso no podía caminar. Pero siempre conté con todo el apoyo de mi familia y de mis compañeros de la normal, que constantemente iban a visitarme”.

El balazo orilló a Édgar a decidir abandonar la normal; sin embargo, sus compañeros lo alentaron a continuar sus estudios de maestro “y pude terminar mi licenciatura. Para mí fue un gran logro, una meta cumplida”, con una graduación, en la que desde luego recordó a sus 43 compañeros  desaparecidos. 

No obstante, por lo que le pasó “varios de mis proyectos fueron truncados. Tenía idea de, al egresar, apoyar a mis padres, tener una familia, vivir de manera estable; ¡todo se fue a la basura, todo por el gobierno!”

Édgar, como todos los que logran ingresar a Ayotzinapa, son jóvenes campesinos que viven en pobreza, y que ven en la educación una forma de salir adelante. “Por lo menos siendo maestro uno puede recibir un ingreso”; que para un profesor rural es entre 3 mil 500 y 4 mil 500 pesos mensuales.

Por eso “muchos de los compañeros que ahí estudiaron o que estudian en Ayotzinapa, tienen la idea de que terminando lo primero que piensan hacer, o al menos yo lo quería así, es tener una casa digna; porque muchos ni siquiera eso tienen, tienen casas de barro, de tejas, en pésimas condiciones. Entonces yo me acuerdo mucho de ellos (los 43) y me digo, cómo se sentirán sus padres, cómo de un momento a otro, la vida cambia. Y pues, esperemos que ellos aún puedan cumplir su sueño”.

La desaparición de sus 43 compañeros, el asesinato de otros tres y sus propias heridas, cambiaron a Édgar Andrés. “Tengo una noción diferente, una idea distinta de la realidad de México, y es por eso que de una forma u otra yo quiero contribuir a un cambio en la sociedad. Y donde quiera que nosotros vamos siempre tenemos la consigna de que aparezcan los compañeros, siempre es esa nuestra consigna, de que ¡vivos se los llevaron y vivos los queremos!”.

Si bien en la actualidad Vargas cursa la Licenciatura en Derecho en la IBERO (gracias a la beca ‘Si quieres ¡puedes!’), para él y sus compañeros de la normal siempre ha sido complicado y difícil continuar sus estudios, “y el ingresar a Ayotzinapa lo hizo aún más. Pero estando ahí te das cuenta del contexto de la vida que los mexicanos vivimos”.

“Uno entra a la normal y te quitan la venda de los ojos, y ves todas las injusticias que hay en las distintas comunidades y en los distintos pueblos donde el gobierno somete”; para mantenerlos ignorantes, para que no aprendan cómo actuar ante las injusticias. De ahí que una de las metas de Édgar es apoyar a las personas más vulnerables.

Educación para salir adelante

Luis Ángel Navarrete, otro egresado de Ayotzinapa y estudiante de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, resaltó que en la región de la montaña de Guerrero se carece de infraestructura y de muchos servicios, y es común que la mayoría de quienes ahí viven empiecen a trabajar en el campo entre los ocho y los diez años de edad.

Pese a estar expuestos a caer en el alcoholismo, a migrar a Estados Unidos (y ya no querer regresar), a ser captados por el crimen organizado (que los usa como sicarios) o de ir a parar a los batallones del Ejército, muchos aspiran a estudiar; porque, como dice Luis Ángel, “algo que he aprendido es que no hay otra manera para sacar a los chavos de donde están si no es por medio de la educación”.

Mas llevar educación a las comunidades de la montaña de Guerrero es un logro, pues los maestros tienen que caminar dos o tres horas para llegar a dar su clase, y en muchas escuelas no existen bancas, que terminan por fabricar los propios padres de los estudiantes.

Debido a esas dificultades “el papel del normalista en las comunidades es clave para el desarrollo de la misma comunidad. Uno cuando llega a las comunidades es un todólogo, los papás se acercan contigo y te dicen: ‘profe, necesito que me ayude con una constancia’, ‘necesito que me ayude a pedir un proyecto productivo'”; todo porque “a la región de la montaña no llega nada, nos tienen abandonados, principalmente en la zona de la costa chica. Así vivimos”.

Nos sentimos perseguidos 

Aunque ya transcurrieron cuatro años de lo sucedido la noche de Iguala, Luis Ángel comentó que él y sus compañeros se sienten perseguidos. “Nos da miedo ir a Guerrero. Nos sentimos más seguros aquí en la Universidad (IBERO) que en nuestra propia casa”; y es que en su caso “todavía recibo llamadas de amenazas”.

Empero, “no vamos a parar. Yo sé que el Estado se ha encargado de dividir a la gente, de ganar terreno, de manipular a los medios y de denigrarnos, que nos tachen como vándalos, que nos tachen como muchas cosas”.

Mas “nosotros realmente sabemos por qué luchamos. Siempre nos ha gustado defender las causas justas, y ese es uno de los problemas más fuertes que tiene el normalismo con el Estado, la parte política”.

Esa conciencia política y activismo político les permite a los estudiantes y egresados de Ayotzinapa lidiar con la indiferencia de muchos ante la desaparición de los 43, por eso “donde quiera que estemos, no nos vamos a callar, vamos a pedir justicia por nuestros compañeros”.

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Texto y fotos: PEDRO RENDÓN/ICM

 

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