Las Patronas, mujeres que mitigan el hambre de los migrantes
El silbido del tren mejor conocido como La Bestia es la señal que la familia Romero Vázquez espera para salir corriendo de su casa a repartir cientos de meriendas a los migrantes que vienen huyendo del desempleo y la violencia que se vive en Centroamérica.
Desde hace 21 años, Leónida, Norma, Bernarda, Rosa y Antonia comenzaron con la labor de cocinar hasta 40 kilos de arroz y frijol, recolectar botellas y llenarlas con agua para darles de comer a los indocumentados que viajaban en el tren y pasaban por la localidad veracruzana de Guadalupe, mejor conocida como La Patrona.
Su misión comenzó después de que unos migrantes les pidieran un pedazo de pan. “Un día mis tías llevaban el pan para desayunar y en eso pasó el tren y los migrantes que venían en él se los pidieron. Cuando llegaron a casa de mi abuelita le dijeron lo que había pasado y ella fue la que dijo que debíamos hacer algo", comenta Karina Aguilar, miembro del colectivo La Patrona Esperanza del Migrante y estudiante de Derecho de la Ibero Ciudad de México.
Karina, quien es hija de una de las fundadoras de La Patrona, se integró al proyecto cuando estudiaba la secundaria. Su tarea era recolectar botellas y lavarlas para llenarlas de agua. Como no sabía cocinar, también se encargaba de empaquetar en bolsas el arroz, el frijol y el pan que repartían a los migrantes.
La labor que Karina realiza en La Patrona permitió que obtuviera la Beca de Excelencia Humana y así estudiar la Licenciatura de Derecho en la Ibero. "Yo jamás pensé que la vida me recompensara así, yo lo hice por ayudar, pero sin buscar algo a cambio".
Karina eligió la carrera de Derecho con la idea de seguir ayudando a los migrantes sobre todo en el tema de las violaciones a los derechos humanos.
Pese a la exigencia que conlleva estudiar una carrera universitaria, Karina se da tiempo para continuar con su labor en La Patrona. De hecho, espera regresar a Veracruz y ejercer allá su carrera, defendiendo a los migrantes.
En un principio los recursos que destinaban estas mujeres a ayudar a los migrantes provenían de sus bolsillos, sin embargo, gracias a las donaciones de universidades, entre ellas la Ibero, de empresas privadas y de otras organizaciones, ya no es necesario desembolsar más recursos.
Cuando la familia Romero Vázquez se dio cuenta de que algunos migrantes ya no usaban el tren y llegaban caminado a la localidad, decidieron crear el comedor para no dejar desprotegidas a esas personas que también buscaban alimento y refugio.
La creación del comedor permitió que Karina y su familia tuvieran la oportunidad de conocer un poco más a los migrantes, de saber cuáles eran las historias detrás de la huida. Tal ha sido el grado de complicidad entre ellos, que un día un migrante salvadoreño les confesó que venía huyendo de la Mara Salvatrucha, que lo quería incluir en sus filas sin su consentimiento.
Una de las satisfacciones más grandes que esta labor le ha otorgado a Karina es saber que los migrantes que ayudaron llegaron con bien a su destino y están comenzado una nueva vida. Así que las cartas de agradecimiento a ella y su familia no se han hecho esperar. Pero no todo es felicidad, también les ha tocado vivir situaciones inesperadas, como ayudar a un joven que cayó del tren y perdió los dedos del pie, o atender a otro que fue herido con un arma blanca.
Karina también ha sido galardonada con el Premio Ibero-Bremond-FICSAC Compromiso Social por fortalecer la protección a los migrantes, participar en un proyecto de cuidado ambiental en comunidades de Veracruz y en un proyecto de alfabetización del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos.
A sus 21 años, Karina se siente agradecida de que existan becas y programas que permitan a las personas que hacen algo por los demás seguir preparándose para usar sus conocimientos en pro de los más desfavorecidos.
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