México, inmerso en una política criminal de excepción: Alejandro Nava
Dentro del marco empírico de crisis de derechos humanos que se vive en México, particularmente las excepciones a la democracia, a los derechos humanos y a las garantías individuales, la Universidad Iberoamericana y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realizaron el coloquio ‘Ley y excepción: ética, derecho y teología política en Iberoamérica’.
Organizado por el Departamento de Filosofía de la IBERO y el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM, el coloquio se llevó a cabo con la idea de pensar teóricamente la ‘excepción’, un concepto clave y recurrente en la filosofía jurídica y política contemporáneas.
Uno de los especialistas que abordó el tema fue el doctor Alejandro Nava Tovar, académico del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) de la UNAM, quien en una entrevista posterior a su ponencia ‘En busca de la palabra de los muertos. Para una crítica de la política criminal y excepción’, dictada en la primera mesa del coloquio -dedicada al Derecho-, dijo lo siguiente.
¿Por qué los muertos que tenemos en México se encuentran dentro de una política criminal de excepción?
De acuerdo con Raúl Zaffaroni (criminólogo argentino) existen muertes anunciadas del Estado las cuales no han sido abordadas de manera adecuada por los discursos criminológicos tradicionales, los cuales se enfocan más en la comprensión del delito a partir de concepciones que no le hacen justicia a todas aquellas víctimas del sistema punitivo, que no solamente por cuestiones de acción, sino también por omisión, permiten la muerte de grupos desaventajados en la sociedad, sobre todo en zonas periféricas donde ese tipo de muertos no son analizados por los discursos criminológicos oficiales.
¿Es el poder político mexicano un poder punitivo?
Sí. Todo discurso punitivo requiere necesariamente un discurso legitimador. Pensar que existe una criminología o política criminal ascética, neutral respecto a los valores que ella misma tiene, es una falacia; ya que toda criminología, toda política criminal, requiere de una justificación moral y política. Y ese tipo de justificaciones no siempre son explícitas en los discursos; de tal manera que la política criminal en México apela a una justificación política de exclusión.
¿Las desapariciones forzadas y torturas son ejemplos de subsistemas de excepción?
Efectivamente. Uno de los problemas que tenemos con el ‘garantismo penal’ en términos muy normativos es que no nos permite en ocasiones dar cuenta de que junto con un sistema penal democrático también corren de forma paralela sistemas penales de policía y sistemas penales de excepción, los cuales incluso llevan a medidas que van más allá del ordenamiento jurídico.
Un teórico como Luigi Ferrajoli (jurista italiano) ha señalado estos subsistemas en su obra Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Y ese tipo de sistemas tienen las características de llevar ejecuciones sin proceso, sobre todo cuando pensamos en enfrentamientos del Estado frente a grupos criminales donde se dan matanzas.
Es lo que Zaffaroni afirma que Wayne Morrison (autor del libro Criminología, civilización y nuevo orden mundial) se refiere como ‘masacres por goteo’; torturas, desapariciones forzadas, que son propias de un sistema punitivo que no tiene legitimidad y que no opera ‘ipso jure’ (de pleno derecho) como tal. No se podrían instituir ese tipo de medidas ‘ipso jure’, pero ‘ipso facto’ (en el acto) operan en nuestra sociedad, sobre todo en sistemas cuyo garantismo, cuyas garantías penales, son violadas a diario por el mismo Estado, que es quien debería tutelar esas medidas (garantías).
En fechas recientes en diversos medios de comunicación salieron a la luz noticias sobre la existencia de ‘justicieros’ que balearon a individuos que supuestamente asaltaron a usuarios del transporte público. Más allá de quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios Nava denomina a esta forma de expresión en la opinión ‘criminología mediática’, de la cual el académico de la UNAM dice:
A veces me cuesta trabajo referirme a ella como una criminología, pero tenemos que reconocer el impacto que tienen los medios amarillistas en la creación social de la idea del delincuente, del verdugo y de la víctima. Esta criminología mediática es muy difícil de combatir, porque aunque no es una criminología académica tiene unos efectos enormes en la sociedad.
La criminología mediática crea su propio objeto de estudio basada en los prejuicios, ya sea racistas o clasistas, que hay en las sociedades latinoamericanas. Esta misma criminología mediática lo que hace es construir una propia idea del delincuente, y la sociedad la toma, de tal manera que entramos en la época del pánico moral. La criminología mediática tiene más fuerza que cualquier forma de criminología académica porque apela a nuestros propios prejuicios como sociedad sobre quiénes son los delincuentes. De tal manera que los jóvenes excluidos casi siempre terminan por ser los delincuentes; aunque no hayan cometido delito alguno.
¿Estos jóvenes excluidos son los ‘outsiders’?
Exacto. El concepto de Howard Becker (sociólogo estadounidense) me sirve bastante para explicar a todos estos sujetos que no son considerados ‘normales’ dentro de ciertas sociedades. Aunque Howard Becker lleva esta reflexión sociológica sobre los outsiders a partir de una investigación con ciertos músicos de jazz, estos outsiders, en el imaginario simbólico, en el imaginario mexicano, en el imaginario social clasista que tenemos, siempre terminan por ser estos jóvenes de clase social que visten de cierta manera, con cierto tipo de ropa y que se vuelven los enemigos públicos de la sociedad.
¿Violencia y medios se están convirtiendo en epicentro de la modernidad, o ya son el epicentro de la modernidad?
Yo creo que son un epicentro importante de la modernidad. Esas formas de violencia que operan en ‘lugares no civilizados’, a los que yo prefiero llamar periferias urbanas, se dan y se vuelven parte de la cotidianeidad de ciertas personas. De tal manera que nos acostumbramos a ver en medios amarillistas notas sobre dos delincuentes linchados o dos personas asesinadas…una violencia que se da en ciertos lugares, una violencia banal para quienes no la vivimos.
Pero qué pasa cuando esa violencia sale de esas zonas periféricas y llega a las ‘zonas civilizadas’. Ahí las alarmas sociales se levantan de tal manera que incluso las personas más progresistas de una ciudad pueden ser víctimas de la criminología mediática; exigir mayores penas e incluso celebrar la muerte de los delincuentes, en favor de esos ‘vengadores anónimos’.
¿Entonces los outsiders, los habitantes de la periferia, los excluidos de la gentrificación, son los parios urbanos?
Sí. Esa es una expresión del sociólogo Loïc Wacquant (francés especializado en pobreza urbana) sobre cómo el sistema castiga y criminaliza a los pobres, de tal manera que los pobres no tienen ninguna otra opción más que volverse esos parias urbanos, esos sujetos a excluir o neutralizar por parte de los aparatos policiacos y militares. Sujetos ante los cuales el Estado no los puede ayudar, el mercado no les da oportunidades suficientes; y qué otra cosa pueden hacer más que dedicarse a actividades ilegales frente a las cuales serán castigados con toda la violencia posible del Estado, y legitimada esta violencia por la misma sociedad civil.
¿Podemos afirmar que debe revisarse el ‘poder punitivo’ en nuestra sociedad; por qué?
Sí; por el grado de irracionalidad que lleva consigo. Yo creo que textos como los de Zaffaroni (una de sus obras es ‘Hacia un realismo jurídico penal marginal’) nos ayudan a repensar de forma crítica todo el sistema punitivo, tanto sus discursos de legitimación como las actuaciones fácticas de cuerpos policiacos y militares. El poder punitivo en cierta manera siempre es poder político, y esas políticas punitivas pueden desbordar al Estado mismo de hecho, y llevarlo a lo que estamos viviendo ahora, pequeñas masacres en ciertas zonas, muertes anunciadas de jóvenes pobres.
Y usted considera que la inclusión social puede ser útil para reducir los crímenes
No los reduce del todo…No quiero pensar de manera utópica, pero una reinserción social de ciertos jóvenes que han cometido delitos, políticas de prevención social, políticas de inclusión de los jóvenes…un llamado de nuevo al Estado de bienestar, el ‘welfare state’, puede contribuir a reducir de manera significativa la violencia que se da tanto en la esfera pública, donde se producen delitos, como en las reacciones del Estado frente a esas conductas ilícitas. Yo creo que ciertas políticas públicas de inclusión social de los jóvenes son necesarias si es que no queremos que entre ellos se estén matando.
Pedro Rendón
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