Niñas y niños jornaleros/as no abandonan la escuela, la escuela les abandona

Lun, 27 Feb 2023
A través de un libro el Dr. Carlos Rafael Rodríguez Solera analiza su difícil circunstancia mediante 32 testimonios de menores que migran de estados pobres
Actualmente no hay reglas de operación para atender a estas poblaciones, señala la Dra. Ana María Méndez Puga
  • Hay por lo menos 300 mil niños y niñas migrantes de un estado a otro, y solamente 17% asisten a la escuela en condiciones regulares. (Foto: mundonuestro.mx)

Derivado de años de acercamiento a las poblaciones de familias jornaleras agrícolas migrantes al interior de la República, cuyos miembros más jóvenes se dedican también al campo, al Dr. Carlos Rafael Rodríguez Solera y a su equipo les inquieta cada vez más la interrogante: ¿Por qué hay algunos niños, niñas y jóvenes migrantes que permanecen en la escuela hasta concluir la educación básica, mientras otros la abandonan de forma prematura?

Estas niñas y niños jornaleros migrantes y sus padres y madres, migran de estados pobres, como Guerrero y Oaxaca, hacia otros estados para trabajar en la cosecha de frutas, hortalizas y productos agrícolas, explicó la Dra. Lydia Raesfeld Pieper, profesora e investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Según datos del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), anotó, estamos hablando de por lo menos 300 mil niños y niñas en movimiento, que van de una zona del país a otra, y solamente 17% asisten a la escuela en condiciones regulares.

Si bien no hay una explicación satisfactoria a tan compleja situación, podemos encontrar varios aspectos que van más allá de la respuesta obvia de que desertan debido a sus contextos económicos desfavorables, gracias a los 32 relatos recogidos de la viva voz de sus protagonistas que componen el libro Entre la escuela y el surco. La experiencia educativa de niñas y niños migrantes a partir de sus relatos de vida (puedes leerlo completo aquí), editado por el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) de la Universidad Iberoamericana.

“No son las y los niños quienes abandonan la escuela, es la escuela la que les abandona”, reflexionó el Dr. Víctor Zúñiga, profesor de la Universidad Autónoma de Nuevo León, durante la presentación de esta compilación. De los 32 testimonios, 18 mencionan crueldad escolar, dijo, citando algunos pasajes: la escuela me daba miedo, nos estaban regañando todo el tiempo, nos pegaban con una vara, me daba miedo no saber. “Y todavía decimos que se van, pues ¡los sacamos de la escuela!”.

En realidad, dijo, el deseo y la aspiración de quienes tuvieron éxito escolar no tiene explicación. Por otra parte, destacó que, de acuerdo con los relatos, muchos de los niños y las niñas que abandonaron la escuela lo hicieron antes de migrar, “no la abandonan para ir al surco, van al surco una vez que ya abandonaron la escuela, por impertinente y por cruel”.

Señaló también las barreras lingüísticas, “estos relatos demuestran que las escuelas menosprecian olímpicamente el hecho de que hay niños y niñas cuya lengua no es el castellano, y hay cero estrategias de transición lingüística”. No hay ninguna modalidad pedagógica en este país que permita hablar del castellano como segunda lengua, lamentó.

La Dra. Ana María Méndez Puga, profesora e investigadora de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, recordó que actualmente no hay reglas de operación para atender a estas poblaciones. El Programa de Educación Básica para Niños y Niñas de Familias Jornaleras Agrícolas Migrantes (PRONIM), activo desde 1981, fue absorbido por el Programa de Inclusión y Equidad Educativa (PIEE) en 2014, mismo que desapareció en 2019.

Además, mencionó otras dificultades para la continuidad escolar, como la falta de documentos cuando las familias se desplazan. Sobre esta línea, la Dra. Lydia Raesfeld recapituló otros factores, tales como falta de apoyo de la familia, el no aprovechamiento escolar, que no se sentían a gusto en el sistema escolar, que tenían experiencias negativas, que les aplicaban exámenes que no sabían responder y, en el caso de las niñas, embarazos tempranos, ayuda en la casa, en la cocina o el cuidado de hermanas y hermanos pequeños.

“Necesitamos tener una escuela disponible cerca de los campos donde ellos trabajan, cerca de los campamentos donde viven”, afirmó. Necesitamos maestros flexibles que impartan clases a estos niños y niñas en horarios fuera de lo normal, después de las 6:00 de la tarde, cuando llegan del trabajo, hasta las 9:00 de la noche.

“El trabajo infantil impide que los niños vayan a la escuela, eso es cierto”, dijo el Dr. Carlos Rodríguez, pero en algunos casos el interés de las madres y los padres de familia en la educación de sus hijos era tremendo, lo que implicaba que hicieran todo lo posible para apoyar los estudios de sus hijos e hijas. De hecho, concluyó que “la mayoría de las y los niños ven su experiencia migratoria como algo positivo”, pues, al compararse con quienes se quedaron en sus comunidades de origen, se dan cuenta de que conocen más lugares, se desenvuelven mejor y desarrollan más habilidades.

Texto: Yazmín Mendoza / JCM

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