Por: Mtro. Enrique Healy Wehlen, académico del Departamento de Estudios en Ingeniería para la Innovación de la IBERO

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La emergencia climática ya no es un horizonte lejano: está aquí, quemando ecosistemas y rompiendo el equilibrio climático, con consecuencias sociales graves. Sin embargo, la política energética global sigue peligrosamente desalineada con la urgencia de la crisis. Mientras las naciones prometen neutralidad de carbono para 2030 (Acuerdo de París), la brecha entre promesa y realidad crece cada día.

¿Transición a tiempo o extinción segura?

El primer apartado de El Futuro Arde (léelo aquí) ya advertía algo crucial: incluso con metas más realistas hacia 2050 —lejos de los objetivos de París para 2030—necesitamos un cambio radical en cómo concebimos la energía, la movilidad y la responsabilidad ambiental.

Las estrategias actuales —centradas en autos eléctricos y promesas tecnológicas— son consuelo político, no soluciones reales. Cada año consumimos más energía que en toda la historia de la humanidad antes del siglo XX. Si seguimos esta tendencia, para 2050 la demanda global superará el límite seguro de 50,000 TWh anuales.

A continuación se exponen cuatro puntos medulares:

1. El Fantasma: Movilidad Eléctrica

Gobiernos e industrias presentan los vehículos eléctricos como la solución definitiva para descarbonizar el transporte. Sin embargo, esta narrativa oculta una verdad incómoda: sin una matriz energética limpia, la electrificación del transporte solo desplaza las emisiones del tubo de escape a las plantas generadoras.

En países como México, donde los combustibles fósiles todavía dominan la generación de electricidad, una transición masiva podría aumentar las emisiones a niveles insostenibles y exigir grandes cantidades de litio y cobalto.

Cambiar por un coche eléctrico no es transición: es autoengaño.

2. La Paradoja Energética: Ilusión de Progreso

El sistema actual promete revoluciones ambientales, pero entrega ajustes superficiales. Mientras las emisiones siguen creciendo, el marketing verde y proyectos renovables aislados crean una ilusión de seguridad y de progreso, frenando la acción radical que realmente necesitamos.

3. Un Cambio Elemental: Reordenamiento Integral Energético

Para que la transición sea real, debemos romper con los mitos. Una verdadera transformación exige acciones concretas:

• Desplegar energías renovables agresivamente: solar y eólica al menos 40% de la generación global.
• Evitar el greenwashing: no simular responsabilidad ambiental mientras seguimos apostando por hidrocarburos.
• Respetar el límite global de generación: 50,000 TWh anuales para 2050. Es el techo energético del planeta: cubrirlo sin exceder emisiones de CO₂ es clave. Rebasarlo significa fracasar en la transición energética (alerta El Futuro Arde).
• Actuar como ciudadanos del mundo: solo la acción colectiva global puede salvar el planeta.
• Fomentar consumo responsable: Metas vinculantes, no voluntarias.
• No depender solo de la tecnología: atacar el exceso y rediseñar el modelo económico

4. Decidir hoy es sobrevivir mañana

El futuro no solo arderá: desaparecerá, con cada kilowatt de energía fósil, cada batería no reciclada y cada decisión política que aplaza lo inevitable.

Y no se trata solo de clima: una transición fallida afectará precios de alimentos, disponibilidad de agua, salud pública y estabilidad económica. La energía no es un tema técnico: es la base de la vida moderna.

La ventana para evitar el colapso se cerrará antes de 2050. Todavía hay tiempo, pero no mucho. Exijamos políticas energéticas guiadas por la ciencia, no por márgenes de ganancia ni cálculos políticos.

Reducir, reorganizar y actuar colectivamente ya no es opcional: es sobrevivir.

¿Será a tiempo?

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