#OPINIÓN | Prevención del acoso escolar a través de liderazgo positivo
En fechas recientes se hizo pública la noticia de la desafortunada muerte de una adolescente, quien falleció a causa de un traumatismo craneoencefálico, como consecuencia de los golpes que recibió por parte de una compañera de su escuela en una pelea.
La narración del caso plantea que Norma Elizabeth había sido víctima de acoso escolar durante mucho tiempo, y que incluso profesorado y personal directivo de la escuela estaban enterados.
Como ocurre de manera cada vez más común, este incidente quedó grabado en video. Una de las cosas que más sorprenden al verlo es la actitud de quienes presenciaron la pelea, y cómo, lejos de buscar evitarla, la ovacionaron, rieron ante la escena y la grabaron.
La adolescencia, como sabemos, es una etapa difícil, que se caracteriza por estar llena de conflicto y angustia. Una de los principales retos de esta etapa es la pertenencia, ya que las y los adolescentes necesitan sentirse aceptados por el grupo de pares, y al ser esta la prioridad, recurren a conductas que pueden, como en este caso, resultar ajenas a la capacidad de empatía básica hacia otro ser humano.
Así, en una situación de agresión y violencia, quienes presenciaron la pelea en la que Norma Elizabeth fue golpeada repetidamente con un objeto en la cabeza, no fueron capaces de pensar en lo que su compañera estaba sintiendo, ni en el daño que potencialmente tendría como consecuencia de esos golpes.
El liderazgo en la adolescencia es un factor que puede resultar de altísimo riesgo, ya que quienes lo ejerzan dictarán la pauta de comportamiento del grupo. En los casos en que la rebeldía ante las reglas establecidas pone en riesgo la vida del propio grupo o de los demás, será necesario que padres y madres de familia, profesorado, personal directivo de la escuela, todas las personas que podrían constituir una autoridad y un modelo de identificación para la juventud, ejerzan estos recursos en forma de liderazgo positivo, y no permitan que la conducta de las y los menores llegue a los extremos que, en este caso, resultaron tan lamentables.
Nuestra sociedad debe trabajar en el valor de la empatía hacia otro ser humano, dentro de cada familia necesitamos transmitir que aún cuando la persona no sea parte de nuestro grupo, aún cuando nos caiga mal, es básico respetarla; así como infantes y adolescentes tendrían que crecer con la noción clara de que merecen respeto.
Por otra parte, es importante se trabaje con la niñez y la adolescencia a lo largo de su desarrollo en torno a su capacidad de expresar la agresión de manera adecudada, a través de la palabra y de forma que permita lograr acuerdos y conciliar, no generar más agresión.
El triste caso de Norma Elizabeth nos muestra el enorme trabajo que requerimos hacer como sociedad, para lograr que las y los adolescentes comprendan la diferencia entre una situación divertida y una situación de riesgo, entre un juego y un evento que daña el estado emocional y en algunos casos, incluso la vida de la persona, y cómo, al no implicarse ni decir nada, permiten que estas agresiones sucedan.
*La Dra. Cristina Curiel es académica del Departamento de Psicología de la IBERO
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