Para alcanzar la paz primero hay que respetar la dignidad humana: académico
Por: Dr. Sergio Molano Romero, Coordinador de la Especialidad en Educación y Construcción de Paz. Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
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En México y mundo vivimos problemáticas contemporáneas complejas y de diversa índole. Todas ellas nos afectan de formas variadas y requieren abordajes complejos. Sin embargo, aquellas que representan una mayor afectación al bienestar general y al patrimonio son aquellas que tienen que ver con las violencias en sus diferentes manifestaciones.
Las actuales crisis migratoria y de personas desaparecidas, por ejemplo, lastiman y laceran profundamente a los individuos, familias, comunidades y a las sociedades en general. Es imposible alcanzar la paz si la vida implica experimentar miedo por la posibilidad de que alguna persona o familiar no regrese a su hogar o que, por diversas razones, tenga que abandonarlo.
Ya Gandhi nos planteó una máxima que podría servirnos de guía y que nos invita a la no violencia: “No hay caminos para la paz, la paz es el camino”. Esa fórmula cobra cada vez mayor valor, especialmente por los acontecimientos que diariamente experimentamos.
Las guerras y las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos son eventos cotidianos que ocupan nuestra atención, pero hay que enfatizar que todos esos eventos violentos significan vivencias que afectan de manera negativas a las personas. Éstas, de alguna u otra forma, son víctimas a las que se les ha arrebatado la dignidad. Cualquier violencia en el ámbito de lo privado o en de lo público, en la familia, la comunidad o el país, en una u otra región del mundo, implica atentar contra la dignidad de las personas.
Johan Galtung es un importante pensador y pionero en los estudios para la paz. Para él, la violencia es cualquier acto que limita las posibilidades que tenemos los Seres Humanos para vivir con plenitud y desarrollarnos. Define la paz como el “compromiso por reconocer, garantizar y respetar la dignidad de las personas, así como de trabajar por la justicia y promover el desarrollo integral para buscar el bienestar” (Galtung, 1990; 1996).
Por su parte, la UNESCO concibe la paz como “una experiencia y una realidad humana-espiritual multifactorial, que se va concientizando, asimilando, viviendo y proyectando en la persona, la comunidad, la sociedad y el medio ambiente local y mundial, con la práctica del respeto a la dignidad humana”.
Por lo tanto, caminar hacia la paz debe transitar en atención a aquellas personas que, de alguna u otra forma, son y han sido víctimas de cualquier violencia y que han sufrido el sinsentido de la pérdida de la dignidad. Vivimos en un mundo que nos plantea un imperativo ético que busca nuestra supervivencia y evitar el horror de la violencia.
Mientras en el mundo vivan personas cuya dignidad sea socavada por actos de violencia, es imposible la paz. Transitar hacia la paz requiere, indiscutiblemente, atender a aquellas personas cuya dignidad ha sido quebrantada. Esa es tarea del Estado y de la Sociedad Civil. Es tarea de todas y todos.
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