Uno de los temas que más preocupa a madres y padres hoy en día tiene que ver con las redes sociales, el acceso que sus hijos e hijas tienen a todo tipo de información e interacción, y el hecho de que son potencialmente vulnerables a lo que ahí encuentren. Es un hecho que ante esta amenaza no hay una sola fórmula, no hay un camino específico que conozcamos y que permita cuidar a niños y adolescentes de los riesgos reales que suponen algunas de las situaciones que ocurren dentro de las redes sociales. En general sabemos que mientras más comunicación familiar exista y mientras más fuerte sea el autoestima del menor, más protegido estará al enfrentar los retos que se le presenten, tanto en sus interacciones virtuales como en las presenciales.

Entre otras iniciativas que se dan en las familias está la de prohibir el acceso a redes sociales, aún cuando los hijos tengan la edad de 13 años, que se considera la mínima necesaria para acceder a las redes (tema que resulta controversial, hay quien plantea subir la edad a los 18 años). Este recurso suele resultar poco efectivo, ya que tanto la investigación como la observación cotidiana de las conductas humanas nos demuestran que todo aquello que percibimos como prohibido, se convierte automáticamente en lo que más deseamos. En estos casos, los niños y adolescentes hacen todo cuanto pueden por entrar a las tan anheladas redes sociales, a pesar de la bien intencionada limitación impuesta en sus casas.

En otros casos, los padres y madres de familia optan por utilizar programas que permiten restringir el acceso de hijos e hijas únicamente a ciertas páginas, aplicaciones o contenidos, con lo cual disminuye la percepción prohibitiva y los menores pueden experimentar las redes, por lo menos hasta cierto punto.

La adolescencia se distingue por ser una etapa de rebeldía, en la que las personas buscan empezar a independizarse de su familia de origen; este proceso es natural y es además, sano, ya que empieza a preparar a los individuos para la vida adulta.

Como sabemos, la adolescencia conlleva actitudes y conductas que pueden potencialmente ser riesgosas. Las amistades y el grupo son la prioridad en este momento de la vida, los y las adolescentes depositan la dependencia que correspondía a su familia de origen sobre el grupo de amistades, por lo que para ellos es esencial sentirse aceptados por sus amigos y amigas, la posibilidad de pertenecer a un grupo los hace sentir mucho más seguros.

Por otra parte, es importante considerar que durante esta la etapa el cerebro, y específicamente la corteza prefrotal, se caracteriza por su inmadurez, por lo que las y los adolescentes son impulsivos, buscan emociones intensas, y actúan sin considerar las consecuencias, entre otras cosas.

Todo lo anterior nos permite entender el enorme riesgo que plantean tanto a niños como a adolescentes los retos viralizados en redes sociales, en los que en muchas ocasiones se arriesga la salud o incluso la vida, y que para los menores pueden parecer esenciales, ya que al realizarlos aseguran la aceptación y pertenencia a sus propios grupos de pares. Las redes representan para los y las adolescentes un ideal, y en esa medida, lo que ocurre ahí constituye un modelo a seguir, sobre todo en la medida en que no pueden detenerse a considerar que la mayoría de lo que ahí se ve está filtrado y seleccionado para aparecer deseable.

En conclusión, es muy importante comprender que los retos entre grupos de niños y adolescentes han existido siempre, y que siempre han sido potencialmente riesgosos; lo que debemos considerar actualmente es que los retos de las redes, por su condición viral, se convierten en algo más emocionante y atractivo, ya que la percepción del adolescente es que al llevar a cabo el reto viral, pertenecerá no solamente al grupo de adolescentes que tiene cerca, sino a uno más grande, que lo hace sentir mayor pertenencia simbólica porque incluye a muchos más como él o ella, alrededor del mundo.

La Dra. Cristina Curiel Castelazo es académica del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana