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Lun, 20 Jun 2022
Docentes de nuestra institución explican la importancia de establecer un ‘sentido de vida’
  • En Japón, hay una palabra que nos interpela, que implica pensar en cuál es nuestra razón de ser: ikigai (Pixabay).

Todos y todas hemos tenido momentos de incertidumbre donde no sabemos qué sigue y mucho menos qué hacer. Thomas Moore, escritor y psicoterapeuta, dice que “todos atravesamos en determinados momentos de nuestra vida una época de tristeza, conflictos, pérdida, frustración o fracaso que nos trastoca hasta tal extremo que cabe denominarla una noche oscura del alma”.

La auténtica noche oscura del alma no es un reto superficial sino un hecho que “arrebata la alegría de vivir. Un hecho externo o un estado de ánimo que incide en lo más profundo de la existencia. No se trata sólo de un sentimiento sino de una ruptura de su propio ser, y quizá (la persona) tarde un tiempo en atravesar ese túnel”.  

El Mtro. Alberto Segrera, académico del Departamento de Reflexión Interdisciplinaria de la IBERO, señala que las personas tenemos la “bellísima e irrenunciable oportunidad” de ser lo que queremos en cualquier momento de nuestra existencia, tanto en situaciones favorables como en las adversas. Se trata de buscar que nuestra presencia sea fértil y logremos hacer una aportación que nos satisfaga por haber sabido trascender.

“Cabe mencionar que el sentido no se descubre, es decir, no se trata de develar una misión que algo o alguien ha predispuesto para nosotros o nosotras y decidir si nos entregamos o no a él, sino que está totalmente a nuestra disposición elegir cualquier posible sentido. Ahora bien, una vez elegido el sentido, (el qué y el para qué) corresponde diseñar y concretar un proyecto de vida acorde con el sentido elegido”, expresa.

Ikigai, el reencuentro con el motivo

En Japón, hay una palabra que nos interpela, que implica pensar en cuál es nuestra razón de ser: ikigai. Según el libro Ikigai. Los secretos de los japoneses para una vida larga y feliz, de Héctor García y Francesc Miralles, para los habitantes de Okinawa, esta palabra es la razón por la cual nos levantamos por la mañana.

A decir de los autores, el “ikigai está escondido en nuestro interior y requiere una exploración paciente para llegar a lo más profundo de nuestro ser y encontrarlo” y para ello se necesita analizar cuatro aristas: lo que amo, aquello en lo que soy bueno, por lo que me pueden pagar y lo que el mundo necesita.

Para la Mtra. Emilia Garnica, académica de la Maestría en Desarrollo Humano de la IBERO, encontrar un propósito nos permite “sentirnos libres y motivados para generar cambios, para crear una realidad. Sería asumir una responsabilidad para con nosotros mismos y para el entorno que nos rodea. Es encontrar una pasión que nos lleve a movernos y a realizar lo necesario para alcanzarlo”.

Desde la óptica de la psicoterapeuta, si tenemos un por qué y un hacia dónde, encontraremos un cómo. Y la idea es que nuestras metas sean alcanzables para evitar frustrarnos, y que “vayamos logrando ciertos objetivos que nos satisfagan y a la vez nos estimulen en el camino. Debemos cambiar la creencia de que la meta es la satisfacción, y mejor disfrutar y vivir el proceso”.

Respecto a qué factores provocan la pérdida de motivación, Garnica Correa apunta que la inmediatez, los objetivos lejanos y pocos accesibles, así como la necesidad de ser reconocidos, son elementos que nos hacen perder el sentido y el rumbo. Además, tendremos que saber manejar la frustración y las decepciones.

En este sentido, la Mtra. Tere Valenzuela, profesora del Departamento de Reflexión Interdisciplinaria, para evitar ‘perdernos’, debemos apostar por “verdaderos caminos espirituales que nos ayuden a trascender el ego para poder vivir de manera más armónica y plena nuestra realidad. Vivir plenamente un hoy con los demás”, pues el hecho de vivir en sociedades desapegadas de la vida espiritual nos puede frustrar.

¿Por qué ocurre esto? A decir de Valenzuela porque ponemos metas pensando que tienen un fin, esas expectativas nos incomodan cuando no concluyen como esperamos. “Esto se puede manejar como anhelos, deseos o apegos, que suelen ser la causa mayor de nuestros sufrimientos”.

Uno de los problemas es que buscamos alcanzar nuestros deseos y metas de forma individual, pero “esto es un engaño, nosotros no encontraremos realmente un bien estar sin relación con los demás. Lo que nos debe mover es darnos cuenta de que somos copartícipes de la realidad y que tenemos un lugar importante en ella”.

Agrega que más allá de la motivación, lo que necesitamos es modificar nuestra presencia en el mundo. Como escribió Víctor Frankl: un cambio radical en nuestra actitud frente a la vida, (…) en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de nosotros. Dejemos de interrogarnos sobre el sentido de la vida y, en cambio, pensemos en lo que la existencia nos reclama continua e incesantemente.

La maestra en Teología y Mundo Contemporáneo afirma que no podemos sólo despertarnos sino participar en esta existencia. “Para mí, esto es lo que debe movernos; todos y todos somos importantes y participamos en un sistema de red de relaciones. Este conocimiento de nuestra interconexión no sólo debe movernos sino también ayudarnos a nuestro florecimiento. El ser humano se construye con la calidad de nuestras relaciones”.

Cómo evitar la frustración

Son tres los aspectos que se deben tomar en cuenta, según Alberto Segrera Tapia, maestro en Ética para la Construcción Social por la Universidad de Deusto, al momento de encontrar nuestros motivos y establecer nuestras metas: un sentido existencial honesto, personal y consciente. De esta forma, evitaremos la frustración.

Además, hay dos preguntas centrales: ¿cuál es el proyecto de vida acorde con el sentido elegido? y ¿cuál es mi proyecto de vida? Entonces, al tener un sentido y proyecto de vida, y no sólo metas u objetivos particulares, nos mantendremos con motivación, convencimiento y entusiasmo. Otra clave está en las metas comunitarias.

Pon un freno a la pérdida de motivación

Entonces, ¿cuáles serían los factores que nos llevan a perder la motivación por la vida? El maestro Alberto Segrera señala algunos:

  • Ir de acuerdo a expectativas transmitidas por otras personas con la finalidad de obtener aprobación.
  • Vivir de manera enajenada y automática, de acuerdo con lo que está establecido socialmente, desempeñando exclusivamente los roles establecidos.
  • Los peligrosos miedos que derivan de falta de autovaloración, que nos frenan o nos detienen para poder entregarnos con convicción a lo que realmente nos entusiasma.
  • El permanecer en zonas de confort, aun cuando lo que nos ha satisfecho en algún momento de nuestra existencia ya nos quede corto y esté asfixiando nuestro actual vivir.
  • La apatía y sensación de sin sentido, la cual muy probablamente se deriva de estar viviendo un sentido que no es auténtico ni propio sino a la introyección de un sentido que nos hicieron creer. 
  • Tristezas profundas que no hemos sabido abordar ni encauzar y que nos mantienen atorados(as). Así nos mantendrán mientras no las abordemos a través de mecanismos de autocontrol o terapia.

A esta altura del texto, tal vez te preguntes: ¿y qué hago para no perder la motivación? Una señal sería que si detectamos que no tenemos fuerza ni ganas para concretar nuestro sentido, probablemente no se trata de uno auténtico, dado que éste último impulsa, genera y proporciona la voluntad para entregarse a él.

Entonces, para evitar y superar los factores planteados, corresponde hacer un alto en el camino, recuperar el sentido original y auténtico, y entregarse paulatina y progresivamente a él. Asimismo, corresponde identificar con claridad los obstáculos que nos están obstruyendo y abordarlos cariñosamente.

“En ocasiones podemos hacerlo solos y solas, pero si detectamos que sentimos que no podemos o que ‘nos nace’ hacerlo con alguien más es recomendable acercarnos a quienes nos quieren y a quienes queremos, o a alguien con preparación profesional para acompañar a personas que se han desarmonizado, constatando que sea alguien honesto, que nos genera confianza y con quien nos sentimos a gusto”, recomienda Segrera.

En el cierre de la presentación del libro de García y Miralles, los autores expresan: “Quien encuentra su ikigai lleva ya consigo todo lo necesario para una larga y dichosa travesía”.

Iván Cabrera

 

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