#REVISTAIBERO Transposición espacial, de una realidad palpable a una virtual

Lun, 5 Oct 2020
Docente de la IBERO comparte cuál ha sido su experiencia en esta pandemia del COVID-19, con el confinamiento que obligó al trabajo virtual
  • Mtro. José María Wilford Nava Townsend, académico del Departamento de Arquitectura, Urbanismo e Ingeniería Civil.
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Mtro. José María Wilford Nava Townsend, aacadémico del Departamento de Arquitectura, Urbanismo e Ingeniería Civil.

La transposición del espacio. De una realidad factible, palpable, directa, a una transmisión traducida por microcircuitos donde la luz navega canalizada. La certeza y la reacción inmediata; si se tiene el recurso. La duda: ¿qué pasará con quien no lo tiene?

Una semana antes de que se anunciara la suspensión de labores presenciales en la Universidad, la inquietud de mis alumnos(as) de ‘Historia y Teoría de la Arquitectura de la Modernidad’ estalló a mitad de la sesión, aún presencial en ese momento. Querían una respuesta más inmediata de la institución ¿para qué arriesgarnos una semana más?, decían.

La sensación de que el confinamiento era inevitable inundaba la atmósfera del aula, y así, acordamos que la siguiente clase la haríamos a distancia, para ir probando los recursos que cada quien tuviera. Acordamos que fuera por Skype, plataforma que todos (as) habíamos usado y conocíamos.

Era viernes. Cuatro días después, en martes, sucedía lo mismo en el ‘Taller de Proyectos Arquitectónicos’, que comparto con mi colega, la Maestra Pilar Álvarez. En este caso, más inquietudes, ya que nuestro taller conlleva mucho trabajo análogo (dibujos, maquetas, maquetas de contexto), aunque también usamos plataformas digitales de diseño arquitectónico.

El acuerdo fue similar: no nos detenemos, lo más importante es su formación; comentamos con las y los chicos... Y tras ese día, ya no volvimos a vernos, la Institución actuó a tiempo, no esperó una semana más y nos fuimos al confinamiento.

El viernes siguiente, estaba conectado, la cámara digital de mi equipo probada, así como el micrófono. Mis alumnas y alumnos de ‘Historia y Teoría de la Arquitectura de la Modernidad’, conectados. Nos habíamos puesto de acuerdo por el grupo de WhatsApp que formamos siempre al inicio del curso, para poder comunicarnos cuando hacemos visitas de campo.

La primera experiencia fue horrible, aunque los chicos (as) respondieron con entusiasmo. Para compartir la presentación, perdía yo contacto con quienes tenían su cámara encendida, aunque también había aquellos (as) que no contaban con esa posibilidad, así que sólo aparecía su nombre.

Los sonidos y olores, la temperatura de los 22 seres que aumenta la sensación de calor durante la sesión, la posibilidad de ver en sus caras la reacción a una imagen, a un comentario… en fin, todo aquello que se comparte en un aula presencial no estaba. Sólo la presentación, mi voz, y mi constante preguntar si habían entendido, si me escuchaban, si seguían ahí.

En el ‘Taller de Proyectos Arquitectónicos’ sucedió algo similar. Tuvimos que recurrir a que las y los chicos ‘imprimieran’ sus planos en PDF y, sobre estos archivos, compartiendo pantalla, comentar… No era lo mismo, un plano presencial se interviene durante la sesión tanto por la/el alumno como por el/la docente, se ‘raya’, se sobre dibuja, se discute… En esa primera sesión no vimos esa posibilidad.

Sin embargo, tanto mi colega como yo, nos enfocamos con entusiasmo a buscar más alternativas. Teníamos que sacar, no el curso adelante; teníamos que sacar el entusiasmo, las ganas, las expectativas de aprender de nuestros (as) alumnos a flor de piel, y llevarlas al máximo nivel dadas las circunstancias.

Pronto vimos que podíamos intervenir los PDF, que sí podíamos dibujar encima, que había otras plataformas que, combinadas, nos acercaban a esa interacción.

Los chicos (as) más hábiles en la generación de maquetas digitales (modelización tridimensional de los espacios proyectados) apoyaban y tutoraban a sus compañeros (as). La premisa era “La información y el conocimiento, no son propiedad individual, se comparten, son de todos”.

En la clase de historia sucedió algo similar, pudimos encontrar dinámicas donde dibujar sobre las imágenes de los edificios y ciudades analizados, y al intervenir estas imágenes, encontrar nuevos métodos de análisis y comprensión del espacio.

No se sustituyó de ninguna manera la experiencia presencial, la reacción directa a una expresión facial, a una gesticulación de brazos y manos, a un tono de voz directo; que no es igual que el que traducen los micrófonos… eso se perdió, al menos un tiempo. Pero aprendimos otras formas, incluso posibles de implementarse en la presencialidad. Reforzamos también que el conocimiento no es cumplir con un temario, es cumplir con un objetivo, y los temas son sólo pretextos para la reflexión.

Consolidamos nuestra postura de que, no teniendo todos (as) las mismas capacidades, la visión de la formación individual aplicada de la misma manera a todas las y los alumnos es falsa y obsoleta. La formación debe proyectar las capacidades de cada quien, pero el fin último es la construcción de una sociedad futura más incluyente, más colaborativa, y eso sólo se alcanza en equipo. Aprendimos también a tener mucha más confianza en nuestros alumnos (as), en su capacidad de reacción y en su nivel de responsabilidad que, en general, han sido excepcionales.

En verano, dimos la Mtra. Álvarez y yo, otro taller de proyectos. Ya más consolidados, seguimos implementando y compartiendo nuevas plataformas. Compartimos una estructura diferente, no tan improvisada, pero recurriendo a los conceptos que más nos habían funcionado en la emergencia, y las y los chicos respondieron a la altura.

El renunciar al control total del profesor como poseedor único del conocimiento y la disciplina en el aula a mí no me ha causado tanto conflicto, como sé que les ha sucedido a otros colegas. Cada quien tiene que lidiar con sus debilidades y fortalezas.

Así, las herramientas digitales, si contamos con ellas, nos han permitido solventar un momento único y excepcional en nuestra historia. También nos han permitido revalorar y afianzar los métodos análogos y el contacto presencial como parte de una formación integral. Unas herramientas no sustituyen a otras, las complementan.

El pensamiento crítico y creativo nos obliga de ahora en adelante a no volver a caer en las zonas de confort, a continuar con esta búsqueda y evolución de la interacción formativa. ¿Cómo podría pedir a las y los alumnos que sean “gente que cambia al mundo”, como se dice en la IBERO, si yo no soy capaz de transformarme como formador?, ¿cómo puede hacernos libres la verdad, si no es en su búsqueda y reflexión constante?

Esto, al menos en mí, es la sensación que ha dejado esta experiencia.

La presente reflexión fue publicada, en una versión editada y más corta, en el Numero 70 de la Revista Ibero, donde diez académicas y académicos de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México respondieron, para un sondeo, a la pregunta: ‘¿cuál ha sido su experiencia en esta pandemia del COVID-19, con el confinamiento que obligó al trabajo virtual?’.

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PRL/ICM

 

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