En 2017, el Markkula Center de Ética Aplicada de Santa Clara University (institución de educación superior jesuita) se integró a la Partnership on Artificial Intelligence to Benefit People and Society, consorcio de empresas y organizaciones sin ánimo de lucro dedicado a formular las mejores prácticas para el uso de la inteligencia artificial, con el fin de no dejar la IA en manos del mercado y correr el riesgo de acentuar las injusticias sociales.

Y es que la apertura de centros de innovación como el Markkula Center no es por mera cuestión de prestigio, sino más bien se trata de una respuesta de las universidades jesuitas para enfrentar las realidades presentes, aclaró el Dr. Luis Arriaga Valenzuela, Rector de la IBERO Ciudad de México, en su conferencia ‘Perspectiva humanista y de innovación en las universidades jesuitas’, dictada en la ‘Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2022’.

Esas realidades, dijo, pueden resumirse en el ocaso de nuestro modo de entender: la globalización, es decir, el cierre de las sociedades sobre sí mismas y el retorno de las disputas geopolíticas; la prosperidad económica, de crecimiento y consumo insostenibles, cuyo resultado es una emergencia climática; y los lazos sociales y su relación con la tecnología, donde la Web 3.0 anuncia el surgimiento de universos virtuales y extendidos.

Esas tres tendencias “recrean dinámicas de exclusión y violencia”, cuya consecuencia es una crisis persistente en los modos de vida, para la cual la tecnología no parece ser una respuesta, ya que al surgir de relaciones asimétricas está condicionada por el punto de vista de quien echa mano de ella, de quien la financia y de quien cuenta con recursos para emplearla.

Por ello, “la sociedad digital que hemos construido a lo largo de las últimas décadas está dejando atrás rápidamente a aquellas personas que históricamente ya han sido excluidas de los avances tecnológicos”.

Entonces, ¿cómo imaginar una vía para avanzar hacia la construcción del futuro? El Rector mencionó que, ante la diversidad, saber hacia dónde vamos y cómo queremos llegar no es un asunto individual, ni se trata de poner el mundo al servicio de los intereses de una especie (la humana).

Como al actual mundo en crisis las respuestas del humanismo no le han bastado, si se quiere transformar para bien la realidad, se debe volver a la modestia de ocupar nuestro lugar entre otras especies y cuidar más, que explotar o usar. Eso implica construir universidades capaces de superar la fragmentación del conocimiento científico especializado y antropocéntrico.

Y para enfrentar a una revolución tecnológica que amenaza con dejar definitivamente atrás a las personas más pobres y vulnerables, se debe actualizar y ampliar el diálogo con la realidad, y hacerlo implica innovar.

En este sentido, la apuesta del Sistema Universitario Jesuita es la generación de ecosistemas de innovación, entendidos éstos como espacios de colaboración concebidos para permitir que un amplio número de personas e instituciones puedan trabajar en conjunto para compartir e intercambiar experiencias creativas en la búsqueda de objetivos comunes.

En la IBERO, en específico, una de las más recientes iniciativas es la decisión de crear un hub interdisciplinario. Entre las razones para impulsar este proyecto, el Doctor enunció tres de las más importantes:

1. En todo el mundo se está viendo una renovación de la educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés). Reducido a su esencia, este modelo busca que el estudiantado aprenda sobre pensamiento crítico, resolución de problemas, creatividad, innovación, investigación y liderazgo, en entornos colaborativos.
2. En la educación superior se está presenciando la creación de vecindarios de colaboración, que permiten crear oportunidades de encuentro, análisis, conversación y co-creación para que estudiantes, docentes e investigadoras/es trabajen horizontalmente en la resolución de problemas complejos en tiempo real.
3. Estos vecindarios de colaboración son nodos concebidos para desatar la creatividad y la innovación que descansan en la existencia de infraestructura científica y tecnológica concebida para desarrollar procesos de aprendizaje inter y transdisciplinarios.

La apuesta por la innovación de las universidades confiadas a la Compañía de Jesús encuentra así un sustento ético fundamental: consolidar espacios que permitan atender la resolución de los temas más importantes para el planeta.

PEDRO RENDÓN