San Francisco Xavier, S.J., una persona noble y valiosa para Cristo

Lun, 5 Dic 2022
Francisco se empeñaba en cuidar de los enfermos, en ayudar a los pobres, en procurar la reconciliación en los conflictos, en denunciar las injusticias.
  • (Imagen: Parroquia San Francisco Javier).
Por: 
Mtra. Christa P. Godínez Munguía, coordinadora de la Maestría en Teología y Mundo Contemporáneo de la IBERO.

Uno de los jesuitas muy amigo de San Ignacio de Loyola y de San Pedro Fabro, era San Francisco Xavier, a quien recordamos el 3 de diciembre. Los tres amigos se conocieron cuando estudiaban en la Universidad de París y compartían el cuarto en el Colegio de Santa Bárbara.

Francisco Xavier y Pedro Fabro eran de la misma edad, ambos habían nacido en 1506, Francisco el 7 de abril en el castillo de Xavier en España y Pedro, unos días después, el 13 de abril, en Saboya, región actualmente francesa, mientras que Ignacio (1491) era mayor que ellos. Estos tres amigos, junto con otros cuatro compañeros, llegarían a fundar la Compañía de Jesús.

Aquí ahora hablaremos un poco más de Francisco. Él era el menor del matrimonio de don Juan de Jassu y doña María de Azpilcueta, tenía dos hermanas, Magdalena y Ana, y dos hermanos, Miguel y Juan. Comenzó sus estudios universitarios cuando tenía 19 años. Cuando Francisco estudiaba en París, su familia había decaído en recursos, aunque gracias a la insistencia de su hermana Magdalena, religiosa, su familia seguía ayudándole a sostener sus estudios; por otra parte, Ignacio también le compartía de los recursos que conseguía.

Francisco era de carácter alegre, simpático, le gustaba el deporte, era bueno en salto y sobresalió en campeonatos escolares. Obtuvo la Maestría en Filosofía y pasó a ser profesor en el Colegio Beauvais. Una de sus inquietudes era acceder a un buen puesto eclesiástico cuando regresara a España, lo que le daría mucho prestigio y dinero; sin embargo, su trato con Ignacio y Pedro, que buscaban un proyecto dónde realizar las enseñanzas del Evangelio de Jesús Nazaret, lo fue llevando a tomar otras decisiones.

Ignacio veía en Francisco una persona noble y valiosa para Cristo. Se dice que fueron las palabras del Evangelio, ¿de qué sirve al ser humano ganar todo el mundo, si pierde su vida?, las qué le hicieron tomar la decisión de cambiar y de unirse a sus amigos en la búsqueda de ese proyecto.

Seguir e imitar a Jesús de Nazaret llevó a Francisco a enseñar el Evangelio en muchos pueblos, sobre todo en Asia. Fue a través de una solicitud al Papa Pablo III que le hizo el embajador de Portugal Pedro Mascareñas, en nombre del Rey Juan III, para que enviara algunos padres compañeros de Ignacio a las Indias Orientales; el Papa remitió la petición a Ignacio. Recordemos que India y sus mares estaban bajo el dominio portugués.

Si bien al principio no se había pensado en Francisco, sino en otro compañero, al encontrarse enfermo, Ignacio le pidió a Francisco que tomara esta misión, y él viajó muy entusiasmado a la India el mismo día en que cumplía 35 años.  

A Francisco, como a sus compañeros, les interesaba la salvación del mayor número de personas, para eso bautizar era fundamental, su teología correspondía a la de la época. Además, se empeñaban en cuidar de los enfermos, en ayudar a los pobres, en procurar la reconciliación en los conflictos, denunciar las injusticias cuando las notaban, y en todo aquello que competía a su ministerio.

De ahí que no esperó Francisco llegar a Goa, en la India, para llevar a cabo su ministerio, sino que ya lo venía realizando y lo realizó durante los trece meses de viaje por los lugares por donde fue pasando antes de llegar a su destino, así como en el mismo barco que lo llevaba; él era de una gran calidad humana y evangélica.

Estando en la India reunió colaboradores autóctonos e intérpretes para adaptar un catecismo y formar catequistas. Él trabajaba mucho recorriendo los pueblos, su oración era constante, vivía en los pueblos pesqueros entre los más pobres, atendiendo a los enfermos, se daba tiempo para escribir cartas y no pocas veces enfrentaba a soldados portugueses que abusaban de las personas.

Su testimonio le atrajo gran aprecio. Desde la India, su trabajo apostólico se extendió a los pueblos malayos y a Japón, donde Ouchi Youshitaka, duque de Yamaguchi, le permitió predicar el evangelio en su territorio. Aquí le hablaron de China como de un pueblo que tenía muchos conocimientos y sabiduría, por lo que decidió también ir allá.

Sin embargo, hace 470 años, un sábado 3 de diciembre de 1552, San Francisco Xavier moría en la costa de China, en la isla Sanchón, en una choza, acompañado de Antonio, un cristiano japonés que relata que sus últimas palabras fueron: “En ti Señor esperé, nunca quedé defraudado”. Su deseo de testimoniar el Evangelio en China ahí se quedó, pero lo realizará más adelante su hermano jesuita Mateo Ricci, SJ.

Quizá se pudieran cuestionar algunos métodos en la evangelización de Francisco, pero lo que no es cuestionable es su entrega, amor y servicio a los pueblos más pobres y necesitados. Esto es lo que en muchas partes su testimonio convenció a las personas de que se trataba de un mensaje por la Vida.

 

 

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