A un año de la guerra en Ucrania: entre ataques y sanciones
«Ganar la guerra no debe ser un fin, sino usar la paz como un medio para nunca tener que luchar por el fin».
Aribel
Se cumplen 365 días de pesadillas, tragedias y cicatrices imborrables. Lo que pensábamos que nunca pasaría, hoy somos testigos de vivir un presente ensombrecido por la invasión de Rusia a Ucrania que tanto ha dividido al mundo, ha polarizado la opinión pública y ha tenido graves consecuencias humanitarias, sociales, y económicas, por decir lo menos.
Ucrania se convirtió en un lingote de oro por su ubicación geográfica; ya que además de ser el gran granero del mundo, por su territorio atraviesan importantes gasoductos que Rusia utilizaba para dar proveeduría de gas natural a toda Europa.
Una proveeduría energética que después de estos 12 meses se ha reconfigurado en una nueva arquitectura donde prevalece la diplomacia energética en busca de vendedores sustitutos.
Alemania, que durante décadas ha sido el pilar de Europa, tomó a la petrolera rusa Rosneft para cubrir su propio suministro bajo un esquema de administración fiduciaria ya que su economía comenzó a tambalearse por la guerra de los energéticos y empezó a vivir una crisis por el gas natural, el cual encendió las alarmas.
Por lo que Europa en un intento por 'desencadenarse' de los eslabones energéticos con Rusia, ha sufrido vaivenes con el petróleo, el gas natural, y el carbón. El diésel se convirtió en un eslabón crucial en el penúltimo paquete de sanciones.
Y por si fuera poco, hace meses se nos dijo que hubo un sabotaje en los gasoductos gemelos Nordstream 1 y 2 por parte de Rusia. Recordemos que, el gasoducto Nordstream 2 se construyó para evitar el paso por Ucrania.[1]
Hoy queda la duda de si hubo una “mano invisible” con el sello del águila estadounidense detrás de estas explosiones. Aunque lamentablemente ni la mano invisible de Adam Smith logrará contener el impacto de las consecuencias económicas. De entrada, Rusia se convirtió en el país más sancionado del mundo.
Y por ende, Kaliningrado[2] (enclave rusa) ha estado en el ojo del huracán por el bloqueo de tránsito de mercancías como acero y otros metales ferrosos, cemento, alcohol y abonos por Lituania como parte de las sanciones de la Unión Europea. Por lo que hoy su ubicación geoestratégica se ve 'encapsulada'.
Todo lo anterior ha llevado a una imposición de diez paquetes de sanciones económicas contra Rusia lo que ha ocasionado una verdadera “montaña rusa” del rublo.
Pero como consecuencia de este estrangulamiento económico y al vivir en una fase de la globalización donde las economías son interdependientes, los siete países más industrializados se han visto afectados con una presión inflacionaria que no se había visto por décadas atrás.
Estados Unidos ha tenido que asumir el costo a través de una inflación que se disparó por meses. Por lo que la sociedad civil desaprueba aún más la gestión de Biden no sólo por financiarla sino porque sus bolsillos la padecen. Y si la guerra se prolonga, el año 2024 puede costarles la presidencia a los Demócratas.
La Unión Europea, un gran bloque que se caracteriza por la fortaleza económica y su gran capacidad de negociación, también ha enfrentado una inflación agonizante. Es decir, nadie se ha escapado.
Y como resultado de todo lo anterior, esta escalada de inflación ha afectado los precios internacionales de alimentos poniendo el riesgo la seguridad alimentaria.
Esto llevó a la urgente necesidad de establecer un corredor azul[3] en el Mar Negro para destrabar las más de 20 mil millones de toneladas de granos atrapados en Ucrania.
Por lo que el escenario futuro se tiñe de tonos grises con líneas punteadas de incertidumbre. El pronóstico de crecimiento económico para este año es muy reservado para todos los países.
Además, de que la prospectiva económica a largo plazo irónicamente posiciona a Rusia como la décima economía para el año 2036.
Concluyendo, no se debe pensar que esta guerra sólo es contra Ucrania. Es una guerra contra la seguridad internacional y la estabilidad (imperfecta) del escenario internacional que prevalecía antes del 24 de febrero del 2022. Pero en un mundo multipolar, es impensable creer que iba a prevalecer el status quo ya que estamos en una nueva era de las relaciones internacionales, una era con nuevas amenazas y crisis globales. Una era bautizada por la suscrita desde hace más dos años atrás como Segunda Guerra Fría 2.0.[4]
La autoroa del artículo, la Dra Aribel Contreras Suárez es coordinadora de la Licenciatura en Negocios Globales de la Universidad Iberoamericana
- Miembro de AMEI
- Asociada e integrante de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre la crisis Rusia-Ucrania en COMEXI
Twitter: @AribelContreras
[1] https://www.elsoldetoluca.com.mx/analisis/politica-y-negocios-la-linea-roja-de-biden-y-putin-7581149.html
[2] Fundada en 1255 durante la expansión germánica en territorio eslavo, la ciudad se llamaba Königsberg. Fue conquistada en 1945 por los soviéticos tras una dura lucha con los nazis y rebautizada como Kaliningrado. Rusia dice que las medidas de la Unión Europea violan el Acuerdo de Colaboración y Cooperación de 1994 y la Declaración Conjuntamente de 2002 sobre el tránsito entre Kaliningrado y el resto del territorio de Rusia. Pero no ve su violación al derecho internacional.
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