Universidades no pueden ser transformadas en empresas, ni los estudiantes en clientes
“Sólo merece la pena vivir la vida que se vive para los demás”
Albert Einstein
La escuela y la universidad no pueden ser transformadas en empresas, y los estudiantes no pueden ser transformados en clientes, dijo en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México el doctor Nuccio Ordine, defensor de las humanidades y de la formación humanista en la universidad.
En su conferencia ‘¿Gozar o poseer? Las felicidades y lo inútil’, el académico italiano, especializado en filosofía y literatura del Renacimiento, mencionó que “el deber de la escuela y de la universidad es más bien el de hacer entender a nuestros estudiantes que no deben ir al instituto ni asistir a la universidad para obtener un título. El instituto y la universidad son oportunidades que la sociedad nos ofrece para que intentemos ser mejores”.
Pero, ciertamente, quienes estudien para adquirir un saber crítico, para convertirse en mujeres y hombres libres, que razonen de manera autónoma, estarán en condiciones de superar los exámenes de manera brillante y se graduaran con las mejores calificaciones.
Sin embargo, los estudiantes no tienen la culpa de acudir al instituto y a la universidad con el único objetivo de conseguir un título, pues “viven en un contexto social en el que cada elección, cada gesto, cada palabra, debe responder a un beneficio personal, a una lógica utilitarista que exige el provecho material”.
Ordine, que asistió a la IBERO por invitación de su Departamento de Educación y su Dirección de Servicios para la Formación Integral, compartió con quienes acudieron a escucharlo que el hombre moderno y universal es el hombre apurado, que no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad y “no comprende que algo puede no ser útil, no comprende tampoco que en el fondo lo útil puede ser un peso inútil, agobiante, si no se comprende la utilidad de lo inútil”.
Para el humanista europeo, el hombre sin tiempo, que corre con la mirada fija en la meta, ofrece un retrato de la infelicidad que hoy en día reina en las más diversas ciudades del mundo. “El hombre afanoso es aquel que piensa realizar su felicidad persiguiendo el bienestar económico, pero la adquisición de una casa más grande, de un automóvil de lujo, de un televisor dotado de la tecnología más avanzada, ¿comporta de verdad un aumento de felicidad?; es difícil responder con precisión a esta pregunta”.
No obstante, mencionó que en las últimas décadas una serie de investigaciones realizadas por economistas, sociólogos y psicólogos han mostrado que no existe una correlación significativa entre el aumento de la renta y la felicidad. “O mejor, que esta correlación se revela cierta sólo hasta un determinado umbral; cuando se pasa por ejemplo de una situación de pobreza a una situación en la cual es posible satisfacer las necesidades básicas de la vida. Más allá de este umbral, el aumento de la renta no se traduce automáticamente en un aumento de la felicidad”.
Defenderse del utilitarismo
El Dr. Ordine afirmó que la idea de poder cultivar una pasión en nombre de un placer desinteresado y gratuito no encuentra terreno fértil en la actual sociedad. “Vivimos en un contexto político, social y económico dominado cada vez más por la dictadura del utilitarismo. Ya no nos sorprendemos cuando antes de cualquier pequeña elección cotidiana alguien pregunta: para qué sirve; para qué sirve leer poesía, para qué sirve estudiar latín y griego, para qué sirve visitar el Museo de Antropología en México”.
En el universo del utilitarismo un martillo vale más que un cuadro, un cuchillo vale más que una poesía, una llave inglesa vale más que una sinfonía, porque es muy fácil entender la eficacia de los utensilios; mientras que comprender para qué puede servir la música, la literatura o el arte es mucho más difícil.
“Hoy en día, el utilitarismo ha invadido ya ámbitos y espacios de nuestra vida que deberían haber sido preservados de la lógica del beneficio. No podemos convertirlo todo en mercancía, hay instituciones y valores que deberían ser defendidos de esta vida utilitarista”.
Así pues, la gestión empresarial no puede aplicarse a la universidad, ni en general al mundo de la enseñanza. “Si en una empresa hay una rama improductiva, se corta. Transferir este principio a las facultades universitarias produce resultados aberrantes. Si sólo unos pocos estudiantes se inscriben a los cursos de latín y griego la solución para resolver el problema de los costes de los profesores parece ser simple; clausurar su enseñanza”.
Por eso en algunas facultades universitarias están en peligro disciplinas como la filología y la paleografía, porque cuando pasen unas pocas décadas y se hayan jubilado los últimos filólogos, paleógrafos y estudiosos de las lenguas del pasado “habrá que cerrar bibliotecas y museos, y renunciar incluso a las excavaciones arqueológicas y a la reconstrucción de textos y documentos, y todo ello tendrá ciertamente consecuencias desastrosas para el destino de la democracia y de la libertad”.
Para comprender qué se considera inútil en la sociedad basta con mirar los presupuestos de los gobiernos, como el de Italia y el de México, para ver dónde se hacen recortes. “Se recortan los fondos de la escuela, de la universidad, de la investigación científica de base, y luego, de las bibliotecas, de los archivos, de los conservatorios de música, de las excavaciones arqueológicas”.
Saberes inútiles para ser más humanos
Frente a lo anterior, Nuccio Ordine aseguró que se ha vuelto una necesidad defender los saberes que no producen beneficios, aquellos que son considerados inútiles por los políticos. “En el curso de los siglos muchos filósofos, literatos y artistas han insistido en la importancia de los saberes inútiles para lograr que la humanidad sea más humana”.
Mas no hay conciencia de que la literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza, constituyen el líquido amniótico en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un vigoroso desarrollo.
Sobre el “acto creativo de la vida” llamado literatura, que él enseña en la Universidad de la Calabria en Consenza (Italia), dijo que está motivada sólo por un auténtico gozo, y es ajena a cualquier aspiración al beneficio. Es “un acto gratuito exento de finalidad precisa, capaz de eludir cualquier lógica comercial; inútil por lo tanto, porque no puede ser monetizado, pero necesario para expresar con su misma existencia un valor alternativo a la supremacía de las leyes del mercado y del lucro”.
Y así lo plasmó el escritor colombiano Gabriel García Márquez en su novela Cien años de soledad, que Ordine citó: ‘Con su terrible sentido práctico, ella no podía entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos, y así sucesivamente, de modo que tenía que trabajar cada vez más, a medida que más vendía, para satisfacer un círculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a él no era el negocio, sino el trabajo’.
En ese sentido, el doctor Nuccio Ordine opinó que el interés de los estudiantes no debe ser el diploma; sino el viaje para aprender. Y añadió que: “Invertir en la enseñanza y la cultura significa educar a los jóvenes en el amor por el bien común, en el respeto a la justicia, en la solidaridad humana, en la tolerancia, en el rechazo a la corrupción, en la democracia”.
Con una buena escuela y con una buena universidad, problemas como la corrupción y evasión fiscal pueden combatirse. “Con la formación de estudiantes y ciudadanos capaces de amar el bien común y de oponerse a la lógica del beneficio que ha desencadenado un egoísmo asfixiante… sigo pensando que la cultura puede ser un antídoto contra la lógica dominante del utilitarismo, una forma de resistencia contra la dictadura del beneficio”.
“Los seres humanos no somos islas separadas de un archipiélago; todo ser humano está unido a la humanidad entera como un pedazo de tierra, está unido al continente entero. Esta es la razón por la cual hoy más que nunca estás reflexiones pueden ayudarnos a dar un sentido a nuestra vida, a entender que nuestra felicidad puede y debe coincidir con lo que nosotros mismos hacemos al servicio de la humanidad”.
Texto y fotos: PEDRO RENDÓN/ICM
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