Benedicto XVI: ¿para qué educar en humanidades?

Dom, 1 Ene 2023
Joseph Ratzinger expresó la importancia de la fe cristiana, inculturada y situada, como una manera de que prevaleciera la dignidad humana
  • Los bienes espirituales, consideró Benedicto XVI, son fundamentales para resolver los desafíos en favor de un reconocimiento universal de la dignidad humana.
  • Benedicto XVI en oración (Foto: Vaticano News)
Por: 
Dr. Alberto Soto Cortés

En una carta escrita el 24 de mayo de 2005, con motivo del coloquio “Cultura, razón y libertad” que se celebraría en la sede de la UNESCO, el Sumo Pontífice Benedicto XVI invitó a los profesores a “perseverar en su tarea exigente y exaltante al servicio de la verdad”, ya que los grupos de poder político y económico tienden a desaparecer y minimizar las identidades culturales, haciendo tabla rasa, borrando la historia e imponiendo valores que sólo generan ganancias y control social. Tal y como su sucesor, el actual Papa Francisco I, Benedicto XVI estaba preocupado por la “política de la cancelación”, fenómeno que no ocurre sólo a nivel de países, sino también al interior de organizaciones de cualquier otra índole.

¿Qué significa “cancelar”? Entre otras cosas es desconocer la diversidad de miradas que nacen de realidades distintas, imponiendo una forma de ver al mundo que reproduce la inequidad, la pobreza y la injusticia. En ocasiones, algunas obras educativas tienden a imponer ideologías o se orientan a satisfacer la necesidad de ciertas empresas y gobiernos de contar con personas conformistas, que no ejercen una crítica sobre el quehacer corporativo y la instrumentación de políticas públicas.

A lo largo de las cartas y de las encíclicas del Papa Benedicto XVI se distinguen pensamientos e ideas dirigidas no sólo a las instituciones cristianas, sino a todas las agrupaciones y personas, independientemente del credo que profesaren. Las instituciones educativas, padres de familia, profesorado, personal colaborador de escuelas, colegios y universidades, pero también alumnas y alumnos, fueron invitados por el Sumo Pontífice a reconocer la necesidad imperiosa de educar(se) fuera de la lógica de la acumulación, de los intereses de unos pocos, en detrimento del mundo y de su naturaleza, donde los pobres cargan con el costo de la carencia, del sufrimiento y el dolor.

Benedicto XVI expresó la importancia de la fe cristiana, inculturada y situada, como una manera de que prevaleciera la dignidad humana. Propuso la necesidad de un diálogo siempre abierto entre culturas y tradiciones religiosas basadas en el “respeto, reciprocidad, apertura y caridad”.[1] De lo anterior se desprende la importancia de las obras educativas, no para acercar a los individuos al sistema de producción (y reproducción) y satisfacer la necesidad de mano de obra para generar riqueza, sino como un espacio donde las personas se reconocen en igualdad, pero al mismo tiempo como sujetos de la historia con una creatividad e individualidad que escucha y es escuchada, que ayuda y es socorrida.

En ese sentido, el Papa no sólo incitaba a una nueva cruzada evangelizadora sino a una postura compartida con otras instancias de la sociedad, como es el caso de los colegios y de las universidades. ¿Cuál es la razón de que la universidad se mantenga como un bastión de las humanidades? ¿Para qué estudiar la historia de las naciones y de las ideas, para qué promover el arte y la literatura? Sencillamente para lograr en “el mundo profano, una cultura digna de la existencia humana, fecundada por la fe, capaz de proponer la belleza de la vida cristiana y de responder adecuadamente a los desafíos, cada vez más numerosos, del actual contexto cultural y religioso.”[2]

En un mundo desigual y con una crisis de caridad, es una tentación pensar que todas las necesidades de la humanidad son de orden material. Los bienes espirituales, a decir de Benedicto XVI, son fundamentales para resolver los desafíos en torno a la destrucción de los ecosistemas, pero también en favor de un reconocimiento universal de la dignidad humana. El conocimiento y la educación, siendo bienes indivisibles, deben de llegar a las diferentes personas, sin dogmatismos, relativismos y exclusiones, y “es urgentemente necesaria una justa igualdad de oportunidades, especialmente en el campo de la educación y de la transmisión del conocimiento.”[3]

El Papa Benedicto XVI tenía conciencia clara sobre el papel de la educación en un contexto donde los gobiernos renuncian a su obligación de garantizar, a todos los niveles, una formación integral y de calidad. Dirigiéndose a la Diócesis de Roma, y reconociendo que se piensa equivocadamente que el conocimiento que vale la pena es el técnico ya que es acumulativo, el Papa expresó que era necesario reconocer que “la libertad del hombre siempre es nueva y, por tanto, cada persona y cada generación debe tomar de nuevo, personalmente, sus decisiones. Ni siquiera los valores más grandes del pasado pueden heredarse simplemente; tienen que ser asumidos y renovados a través de una opción personal, a menudo costosa.”[4] Es decir, cada ser humano tiene que tener la oportunidad de conocer las vertientes del pensamiento y del quehacer con el fin de construirse en libertad, y no bajo moldes e imposiciones. Como lo mencionó el propio Papa en su encíclica Caritas in veritate en la actualidad confundimos la felicidad con el bienestar material,[5] y esto es un problema que se construye desde la educación, ya que si esta no se basa en el reconocimiento de quién es la persona entonces se entra en contradicciones:[6] al no existir la persona la humanidad está perdida, sin rumbo.

Frente a la crisis económica que se presentó en la primera década del siglo XXI, el Papa Benedicto XVI se dirigió a los países más ricos del mundo, incitándolos a invertir en la educación, ya que esta “es condición indispensable para el funcionamiento de la democracia, para la lucha contra la corrupción, para el ejercicio de los derechos políticos, económicos y sociales, y para la recuperación efectiva de todos los Estados, pobres y ricos.” [7] Es decir, la educación propuesta por el Papa Benedicto XVI no es cualquiera, sino una que tienen una profunda raigambre humanista, que se atreva a explorar las diferentes vertientes del pensamiento, que permite la construcción de alternativas y que genere espacios reales de libertad y de creación de una fraternidad basada en la justicia. Por el contrario, la tendencia en los países más ricos (y también en muchos de los más pobres) es favorecer una educación mediocre, sumisa y utilitarista.

El reciente deceso del Papa Emérito Benedicto XVI nos invita a considerar el papel de las instituciones educativas: su legado está vivo y ampliamente conectado con las preocupaciones del Papa Francisco I, como también de diversas personas en múltiples instituciones y organizaciones. Las crisis a las que hizo alusión Benedicto XVI siguen vigentes y por ello es necesario plantearnos una mirada de largo plazo, escuchar todas las voces, invertir y arriesgarnos a comprendernos desde una óptica universal, en una urgencia que no puede conceder más tiempo. Hoy más que nunca, inspirados en la vida y en el pensamiento del Papa Benedicto XVI, es necesario educar en humanidades.

Descanse en Paz.

 

Nota relacionada:

 

* El Dr. Alberto Soto Cortés es Director del Departamento de Arte

 

 

[1] Carta al Cardenal Paul Poupard con motivo de la Reunión pan-asiática de los miembros y consultores del Consejo pontificio para la cultura con los presidentes de las Comisiones nacionales episcopales de la cultura que se celebra en Denpasar, Bali, 15 de noviembre de 2006.

[2] Mensaje del Santo padre Benedicto XVI con ocasión de la XII sesión pública de las Academias Pontificias, 8 de noviembre de 2007.

[3] Mensaje del Papa Benedicto XVI a la Academia Pontificia de Ciencias Sociales con Ocasión de su XIII Asamblea Plenaria, 28 de abril de 2007.

[4] Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI a la Diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21 de enero de 2008.

[5] Caritas in veritate, cap. III, 34, 29 de junio de 2009.

[6] Caritas in veritate, cap.V, 61, 29 de junio de 2009.

[7] Carta del Santo Padre Benedicto XVI al presidente del Gobierno Italiano, Silvio Berlusconi, con vistas al G8 de los Jefes de Estado y de Gobierno (L'Aquila 8-10 de julio de 2009), 1º de julio de 2009.

 

 

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