Rector Electo agradece beneficios recibidos por la Comunidad en 2021
Al concelebrar con sus “hermanos jesuitas” la eucaristía de fin de año, el Padre Luis Arriaga Valenzuela, S. J., Rector Electo de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, agradeció a Dios todos los beneficios y gracias recibidos durante este 2021 “en los trabajos de la Universidad y en nuestras familias”, en los que la Comunidad IBERO aprendió a ser creativa en medio de nuevas maneras de estar y compartir la vida, desde la distancia o en grupos reducidos, de manera virtual o presencial.
“Padre de bondad, queremos hoy, como comunidad, agradecer este tiempo en que tu presencia nos ha ayudado a vivir esperanzados en la búsqueda de caminos nuevos de crecimiento personal y comunitario”, dijo Arriaga, al orar en la misa que se llevó a cabo en la Capilla Universitaria.
Luego de escucharse las lecturas elegidas para esta celebración, el Padre Daniel Stevens, S. J., mencionó, en la homilía, “hoy, en esta acción de gracias, nos acompañan las figuras de los profetas Habacuc, Isaías y Juan el Bautista”, cuyas palabras siguen resonando, y que en este momento histórico para la humanidad y para la Universidad Iberoamericana resultan de gran ayuda para discernir las crisis de los tiempos “y orientar la dirección de nuestra búsqueda de la justicia que Dios quiere”.
¿Quiénes son los profetas hoy?, ¿cuáles son los signos de nuestros tiempos?, ¿qué exige de nosotros la justicia que Dios quiere? y ¿cómo la Universidad puede contribuir a la justicia?, marcaron el tema central del mensaje profético escuchado; ante lo cual, el Padre Stevens apuntó que también son tópicos primordiales “en la entraña, en la vértebra y en el sentir de la Universidad”.
Las lecturas escuchadas en la misa, comentó, hacen referencia a la justicia que Dios quiere, la que anuncian quienes vienen del desierto de aquella situación en la que tiene lugar la experiencia de Dios, la conciencia lúcida sobre lo esencial en la vida de las personas, sobre la diferencia entre lo necesario y lo superfluo del desierto de las pérdidas. Y también es la justicia que la Compañía de Jesús busca desde su carisma.
“El Padre Adolfo Nicolás (otrora Prepósito General de la Compañía de Jesús) nos recuerda que la universidad sólo tiene futuro si ella sabe superar los desafíos que le aparecen, si revela su pertinencia para la sociedad de cada época y consigue actualizar su misión, contemporáneamente expresada en las orientaciones jesuíticas con el binomio del servicio de la fe y la promoción de la justicia”.
Es así que la justicia que Dios quiere, y desde la que el apostolado intelectual de la Universidad quiere contribuir, es aquella que da a toda persona, sin distingo ni discriminaciones, lo que necesita, es decir, lo esencial y lo necesario para vivir con dignidad como persona y como hijo o hija de Dios.
“Para que esto llegue a ser verdad en esta sociedad es necesario abajar muchas montañas de bienes y dineros acumulados, y levantar muchos valles de pobreza y humillación; abajar muchas colinas de poder, y levantar muchos barrancos de marginación, exclusión, desempleo e indefensión jurídica”.
Lo anterior, “es allanar los caminos del Señor, para que Dios pueda transitar por esta sociedad y venir hacia nosotros, o para que esta humanidad esté en condiciones de reconocer y acoger su presencia”. Por eso, es tiempo de preparación, de cambio y de apertura a lo nuevo, de buscar en los signos de estos tiempos nuevos.
Mas allanar los senderos no quiere decir buscar un pensamiento único, uniforme e igual; que es lo propio de estos tiempos. “Lo nuevo, es buscar en la interioridad, entrar en uno mismo, evaluarse y juzgarse. Encontrar en la experiencia ese nexo que hay entre la conversión del corazón y la relación social y política, una relación nueva entre los seres humanos. Los pueblos y las naciones no pueden darse sin la reconciliación social y política, sin el intento y la búsqueda de la paz”.
Regresando a la figura del desierto, Stevens explicó que en el lenguaje bíblico el desierto es símbolo de crisis -ahí no hay comida, agua, morada, ni trabajo-; pero también es símbolo del encuentro con Dios, como recuerda Oseas 2:16, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón. “Porque es en situaciones de desierto cuando el ser humano siente su fragilidad, su necesidad de Dios, es cuando el ser humano acude a Él”.
Dicho esto, el jesuita agregó que todas las personas, familias, comunidades y sociedad en general, incluidas las universidades, pasan por momentos de desierto, de aridez, de crisis que hacen sufrir y generan dudas y desgano. Y, “para mucha gente que padece hambre, desnudez, enfermedades, este mundo, en las condiciones actuales, no es el mejor sitio para reír o ser felices. El sistema parece que les declara la muerte a las utopías: justicia, amor, paz, fraternidad. Y aquello de preocuparse por un mundo justo y fraterno pareciera que pertenece a tiempos pasados”.
Hoy la Universidad es consciente que ha de hablar desde el desierto, que es hacerlo desde la austeridad, la humildad y desde lo mejor de uno mismo y con una familiaridad con Dios. El desierto así entendido es de donde viene Juan, donde se conoce cuál es la justicia que Dios quiere; aquella que no se conforma con dar a cada uno lo que le corresponde, lo que merece, a lo que tiene derecho. “Ésta es, en el mejor de los casos, la justicia que se promueve desde los centros de poder, pero el resultado de esta justicia pareciera que es, cada vez más injusticia”.
Decía el Padre Pedro Arrupe, S. J. (quien también fue Superior General de la Compañía de Jesús), el mal se vence con bien, el odio con amor y el egoísmo con generosidad; y todo ello es necesario en este mundo concreto para implantar la justicia, rememoró Stevens, quien añadió que para ser justo es preciso “soportar generosamente los efectos de la injusticia, negarse a seguirle el juego y, sobre todo, sustituir su dinámica por la dinámica del amor”.
Al retomar la palabra, el P. Arriaga pidió a Dios conceder a los miembros de la Comunidad IBERO lo que más necesitan para concluir con gozo este tiempo de trabajo, “y refuerza nuestra esperanza para seguir formando personas competentes y compasivas”.
El Padre Luis aprovechó la ocasión para agradecer a quienes integran la IBERO “todas sus atenciones, su gran hospitalidad que han tenido hacia mi persona en estos días que estuve visitando la Universidad Iberoamericana. Gracias de veras, de todo corazón, por su apertura, por su generosidad y, sobre todo, por su cariño al proyecto educativo de la Compañía de Jesús”.
Finalmente, dijo que él ve personas muy comprometidas con la IBERO, altamente competentes y con capacidades de convertir a esta institución en la mejor universidad privada del país. “Estoy seguro que lo vamos a lograr con la ayuda de Dios y, desde luego, con la ayuda de esta gran familia, de este complejo educativo confiado a la Compañía de Jesús, la Universidad Iberoamericana y sus proyectos”.
Dicho esto, concluyó la eucaristía deseando a todas y todos una muy feliz Navidad y un muy esperanzado 2022.
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PEDRO RENDÓN/CM
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