¿Qué significa para mí decir: soy hombre?

El taller de masculinidades que se organizó en la IBERO en el marco del paro nacional del 9M inició con una pregunta simple. Y entonces se desató la reflexión colectiva. Decenas de varones reunidos en el Auditorio Xavier Scheilfer y de Amézaga plantearon sus puntos de vista e hicieron patente su disposición a ‘romper lanzas’ con comportamientos cotidianos que son parte de una masculinidad malentendida que ha perseguido al género a lo largo de toda la historia.

El propósito de la reunión: identificar que nos toca cambiar, en tanto que hombres, para que las garantías de una vida digna y con respeto acompañe a las mujeres no solo un día ni dos, sino que sea permanente. La hipótesis: la forma en que somos hombres debe facilitar una relación respetuosa –y armoniosa-- con ellas.

Desde una de las butacas del auditorio, con voz firme y segura, el estudiante Jan planteó que el significado de hombre exige reconocernos fuera de los roles de género que nos han sido impuestos y que nos impiden alcanzar nuestro verdadero potencial como personas, además de que nos hacen daño.

Esos ‘papeles’, acotarían Iván y Diego --los facilitadores, estudiantes de Doctorado, el primero de Estudios Críticos de Género, el segundo de Educación— son “camisas de fuerza” con las que nos han obligado a andar, que dificultan nuestra capacidad de movimiento, que nos vuelven rígidos y distantes emocionalmente a nuestro entorno, porque, bueno, existe toda una trayectoria histórica que nos ha venido diciendo que “así debe ser un hombre”.

Ser hombre –esgrimió Dante, alumno— debería ser, antes que otra cosa, ser persona, ser íntegro, tener capacidad para identificar dónde estás bien y dónde estás mal, para romper así con pactos incluso con aquellas personas que nos paternaron y acabar con la ‘cofradía’. Valga la pregunta: como grupo social, como categoría de género, ¿hemos oprimido (a las mujeres) y nos hemos aprovechado de esos distorsionados privilegios que brinda el solo hecho de ser varones?

Medio centenar de integrantes de la comunidad IBERO en el auditorio y una idea en común que flota en el ambiente como grito de guerra: Crecimos en un mundo de estereotipos, de prácticas sexistas y misóginas que están muy normalizadas, pero que no queremos reproducir más. Debemos deconstruirnos (recomponernos, adoptar una nueva estructura desde distintas esferas), y empezar cada quien por sí mismo.

Lo cierto es que, a manera de acuerdo y en forma unánime, se lanzó la declaratoria de que el mundo ultrapatriarcal y machista es un lugar al que no vamos a regresar. Y el postulado se celebró. Los esfuerzos por el reconocimiento de los derechos de las mujeres no deben quedarse solo en jornadas de un día. Ya no hay marcha atrás, coincidieron alumnos, académicos, investigadores, empleados.

Texto: Jorge Cervantes.

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