El Sismo de 1979 que Llevó a la IBERO de Coyoacán a Santa Fe

Vie, 19 Sep 2025
Las clases solo se suspendieron cinco días hábiles, gracias a la resiliencia y solidaridad de la comunidad universitaria y de instituciones externas
La tragedia abrió paso a la construcción del campus en Santa Fe, inaugurado en 1988 y hoy convertido en símbolo de fortaleza e identidad de la IBERO

El 14 de marzo de 1979 la mayor parte de las instalaciones de la Universidad Iberoamericana (IBERO) Ciudad de México (CDMX) que entonces estaban situadas en el campus de Avenida Cerro de las Torres -en la Campestre Churubusco de Coyoacán-, fueron destruidas por un sismo, así lo describe el libro "La Universidad y el Reto del México Contemporáneo: Edición Conmemorativa del XL Aniversario de la Universidad Iberoamericana 1983".

El sismo de 7.6 grados causó afectaciones a los edificios de la IBERO como el taller de la facultad de Arquitectura y oficinas administrativas. El movimiento telúrico sucedió durante la madrugada y aunque en el campus se encontraban vigilantes, empleados y empleadas del Centro de Cálculo, ninguna persona resultó lesionada.

La comunidad universitaria oportunamente tomó conciencia de que, en un sentido fundamental, el factor humano era lo que daba vida a la institución y, por tanto, no había sido ninguna catástrofe.

La pérdida súbita de la mayor parte de las instalaciones materiales de la IBERO constituyó un parteaguas en su historia. Se hallaron "instalaciones provisionales", a las que se adaptaron docencia y alumnado de nuestra casa de estudios.

Enrique Portilla Osio -en la fotografía que se muestra del lado derecho- era el rector de la IBERO y tras las afectaciones se suspendieron las labores académicas para evaluar el impacto de los daños y encontrar alternativas que permitieran retomar las clases y demás actividades. Al menos cinco edificios colapsaron total o parcialmente.

Sin embargo, hubo una extraordinaria capacidad de la comunidad universitaria para que recobrara su ritmo y su modo de operación ante un golpe tan brutal. Solo se suspendieron las clases durante cinco días hábiles.

El entonces Rector y los directores de los Departamentos de la IBERO hicieron frente a la crisis. Aceptaron el ofrecimiento de estas instituciones y se impartieron todos los estudios de licenciatura; además, decidieron la rápida construcción de las aulas provisionales.

Lo anterior fue posible una semana después del derrumbe, gracias a la generosidad y a la solidaridad de un gran número de instituciones y personas entre las que destacan el Instituto Politécnico Nacional (Esime Culhuacán), el Instituto Cultural y el Colegio de Ingenieros Civiles de México.

Estabilidad en medio de la adversidad

El 31 de mayo de 1979, se inauguraron las instalaciones conocidas como “gallineros” donde se impartieron clases durante el verano de ese año. La biblioteca y las instalaciones que no sufrieron daños, albergaron a la Universidad hasta 1988.

Se pudo reanudar con la totalidad de las actividades docentes sin alteración de los horarios. A los tres meses todos retornaron a su propio campus. Otros cursos también se impartieron en el Colegio de Ingenieros Civiles de México.

A los cuatro meses de sucedido el sismo se logró la estabilidad en medio de la adversidad, pues se terminó con la recuperación de la mayoría de aquellos archivos y pertenencias que habían quedado sepultados bajo los escombros.

En ningún momento se removió a una sola persona trabajadora y no disminuyó la demanda por ingreso a la institución; por el contrario, se incrementó, para generar en el otoño de 1979 una población estudiantil más numerosa.

Gracias al Patronato Fomento de Investigación y Cultura Superior A.C. (FICSAC), se adquirieron los terrenos para edificar el complejo universitario donde hoy se asienta la IBERO en Santa Fe, Ciudad de México (CDMX). En la primavera de 1988 abrió las puertas la que hoy conocemos como la sede actual.

Texto: Luis Reyes/Fotos:  Archivo Históricos UIA/BFXCy Cortesías de José María Nava Towsend

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