#Elecciones2018 Es hora de tomar postura: defensa de académica 'chaira'

Lun, 28 Mayo 2018
La académica deslinda a la Universidad Iberoamericana y sus autoridades del texto que suscitó la polémica e invita a sus críticos a debatir
  • De izquierda a derecha: Jaime Rodríguez, candidato independiente a la Presidencia; Ricardo Anaya, aspirante del PAN-PRD-MC; José Antonio Meade, del PRI-PVEM-Panal; y Andrés Manuel López Obrador, de Morena-PES-PT (Tomada de Siete24).
Por: 
Dra. Ivonne Acuña Murillo*

El 21 de mayo se publicó en el portal de la Universidad Iberoamericana mi artículo #Análisis AMLO gana, Anaya miente, Meade pontifica y ‘el Bronco’ se cuela, las diversas interpretaciones de que fue objeto me llevan a deslindar, motu proprio, a la IBERO y sus autoridades de lo que ahí sostengo. Como en toda publicación, las ideas ahí vertidas son responsabilidad directa de quien escribe.

Lo anterior no supone que me desdiga de lo escrito ni que acepte las acusaciones de que he sido objeto. Me explico.

El título del artículo tuvo la intención expresa de llamar la atención; esto es, quien escribe debe buscar: primero, condensar en el título lo mejor posible el tema que va a desarrollar; segundo, procurar que éste sea lo suficientemente llamativo para invitar a quien lo vea a seguir con la lectura del párrafo primero, cuyo objetivo no es sólo explicar brevemente aquello que se tratará en las páginas siguientes, sino atrapar a las y los lectores.

Tengo que confesar que la estrategia publicitaria, por llamarla de alguna manera, tuvo más éxito del esperado. El artículo causó revuelo y mi nombre se vio involucrado en una serie de ataques, insultos, descalificaciones, sugerencias a volver a estudiar la primaria, reclamos para que la IBERO bajara el artículo y se deslindara de su contenido, adjetivaciones de ‘chaira’, etcétera. Hubo también defensas de quienes se preguntaban si quienes hicieron los comentarios negativos realmente leyeron el artículo o se quedaron únicamente con el título y desde ahí sacaron conclusiones.

Sin embargo, en lo que considero un exceso, las descalificaciones e insultos se hicieron extensivos a la Universidad Iberoamericana y a sus autoridades. En este caso, y como digo en el primer párrafo, asumo totalmente la responsabilidad sobre lo escrito y agradezco que en dicha institución exista libertad de cátedra, misma que no se traduce en clases libres donde quien imparte una materia pueda desatender los contenidos de ésta para contar anécdotas o decir lo que sea, sino que dicha libertad supone ampliar los tópicos básicos y usar los materiales, bibliografía y estrategia didáctica que cada docente considere convenientes.

Reconozco, igualmente, la enorme libertad que se respira en la IBERO, institución que hace honor al ‘espíritu universal’ que debería animar a toda institución de educación superior, en la que tienen cabida todas las expresiones religiosas, ideológicas, económicas, políticas, sociales, culturales, sin que estas interfieran en la función principal de la Universidad, a saber: formar profesionistas y personas comprometidas con su sociedad, en particular con los grupos menos favorecidos. Esto es, en la IBERO se respeta el derecho a la diferencia, a la libertad de expresión, a decir lo que se piensa, a acordar y a disentir. Todo en un marco amplio de corrientes de pensamiento, donde lo dicho requiere de sustentación.

En este sentido, la IBERO hace honor al origen etimológico de la palabra ‘universidad’, la cual procede del latín universitas, nombre abstracto formado sobre el adjetivo universus-a-um (‘todo’, ‘entero’, ‘universal’), derivado a la vez de unus-aum (‘uno’). Simplificando, se podría decir que ‘universidad’ remite a pensar en un espacio que lo contiene todo. La pregunta por supuesto es ¿qué es ese ‘todo’? Para responder a esta pregunta, me remito al uso que de la palabra se hacía en el Renacimiento y que remite a una visión globalizadora de toda la realidad.

Desde este punto, se puede avanzar que el término ‘universidad’ hace referencia al estudio de toda la realidad, pero con la conciencia de que, desde ninguna teoría, corriente de pensamiento, escuela, autor, autora, disciplina, materia, postura, se puede abordar realmente en su totalidad tal estudio, de manera que se precisa de la confluencia de todas las visiones.

Se hace necesario también aclarar que la objetividad total no existe ni en las llamadas ciencias duras como las matemáticas o la física, donde la elección de un tema de investigación y desde dónde se le mira no puede sustraerse a la subjetividad. Mucho menos en las ciencias sociales, como la sociología, la comunicación o la ciencia política, en las que quien investiga forma parte de la realidad que observa, lo cual no se traduce en una serie de interpretaciones arbitrarias sino en la aplicación de rigurosos marcos teórico-metodológicos.

Así que, como me enseñó mi profesor Hugo Zemelman, uno de los grandes académicos de El Colegio de México, es desde mi subjetividad o por mejor decir mi eje ‘Z’, aquél formado por mis prejuicios, certezas, prenociones, conocimientos, experiencia, ejercicio profesional y académico, valores y convicciones, incluso mi propia química cerebral dotada de millones de neuronas de la empatía (descubiertas por Giacomo Rizzolatti) leo la realidad política de México y desde ahí vi y comenté el segundo debate presidencial, materia de esta polémica.

En primer lugar, mi observación es la de una analista política que requiere datos suficientes para construir su propia lectura a partir de lo visto y escuchado.

En segundo lugar, presencié el debate a partir de ciertas categorías teóricas con las cuales imparto la materia de Comunicación y Opinión Pública, como: modelos y formas de comunicación política, opinión pública, esfera pública, comunicación política, marketing político, noticias falsas (fake news), rumores, imagen, narrativa, posicionamiento, idea fuerza, etcétera, mismas que utilicé en mi artículo Imagen, discurso y estrategia de los candidatos presidenciales, el cual puede ser consultado en https://bit.ly/2sdRx0a.

En tercer lugar, mi observación es la de una ciudadana preocupada por el grado de descomposición social y violencia alcanzados por el país, problemas asociados fuertemente con la corrupción política y social, la enorme impunidad, la desigualdad, la pobreza, el rencor social, el desencanto por la política, los políticos y sus partidos, el saqueo a que han sido sometidos los recursos nacionales, tanto humanos como naturales.

Me inquieta en particular el cercano proceso electoral en el que a la vista de todas y todos se está buscando la manera de ir más allá de la voluntad mayoritaria e imponer una opción política diferente a la que va a la cabeza en intención de voto, burlando abiertamente el derecho a elegir en libertad a quien ha de gobernarnos, principio básico de cualquier democracia digna de ese nombre.

Por otro lado, para que no quede duda en torno a mi postura, como ciudadana y no como académica, esclarezco, y atendiendo a mi libertad de expresión y decisión me declaro inconforme con aquellos gobiernos que en los últimos tres sexenios no han hecho lo suficiente para evitar que dicho estado de cosas se siga reproduciendo y me decanto por el único plan de nación que no ha sido probado, con la conciencia de que más importante que el hombre es el proyecto y con la obligación irrenunciable de vigilar que lo prometido se cumpla, en caso de que esta propuesta sea la que obtenga el triunfo el 1 de julio.

Una vez hecha esta declaración de principios, me preocupa además el ambiente de linchamiento que se ha generado en torno de quienes expresan una postura u otra, sin importar a quien apoyen o defiendan. No se ha aprendido en el país que en un debate se confrontan ideas no personas y que lo dicho por una es tan respetable como lo dicho por la otra.

Desde esta aseveración, sostengo que, haciendo conciencia sobre mi eje ‘Z’, busqué hacer a un lado mi postura política al escribir este artículo y que apliqué el marco teórico-metodológico que me pareció adecuado, por lo que comencé expresando claramente que:

Definir al ganador del debate supone analizar las necesidades y estrategias de cada candidato. Para AMLO, lo importante era mantener la ventaja, no enojarse y no caer en las provocaciones de sus adversarios y, como algo extra, mostrarse más activo en el debate; para Anaya, exponerse como un buen debatiente, como quien domina el escenario y quitarle puntos a López Obrador; para Meade, dar un salto que le permitiera replantear su imagen, rebasar a Anaya y colocarse en posibilidades de competir con López Obrador; para Jaime Rodríguez, ‘el Bronco’, hacer presencia, provocar y tratar de verse como un candidato serio a ocupar la silla presidencial.

Afirmación en la que me sostengo y a partir de la cual analicé el desempeño de cada uno de los candidatos. Casi para finalizar el artículo, especulo en torno al resultado que supondría el que alguno de los candidatos, que se ubican en segundo, tercer o cuarto lugar en las encuestas, hubiera ganado el debate y pondero lo que significaría en función de la intención de voto de cada uno y su distancia en relación con el puntero en las encuestas.

La conclusión, a ninguno le alcanza para volverse competitivo frente a López Obrador, aseveración sostenida desde la teoría que apunta que un debate no necesariamente cambia la intención de las y los votantes y por la mayoría de los principales encuestadores de este país y cuyos estudios y opiniones están disponibles en diversas plataformas y redes sociales.

Por otro lado, para afirmar que Anaya mintió me basé en los datos duros proporcionados por la Plataforma Verificado.mx; y cuando dije que Meade pontificó, hago referencia a su tono de voz, a sus gestos, a su forma de conducirse, de moverse, de ponderar, de explicar como en un salón de clases o en una conferencia un tema cualquiera.

En cuanto a Jaime Rodríguez decidí observar su capacidad o la falta de ésta para presentarse en calidad de presidenciable y no solamente como el elemento disruptor de un debate. En todos los casos tomé en cuenta lo hecho por cada candidato en el debate anterior, las expectativas cumplidas y no cumplidas (lo cual asenté por escrito y puede ser consultado en https://bit.ly/2s75Q7M), para comparar su desempeño en el segundo debate.

Una vez explicados los marcos teórico-metodológicos aplicados en el análisis del segundo debate, aprovecho  para responder a quienes asumen que mi postura política puede interferir con mi desempeño académico, sosteniendo que hago lo posible porque mis estudiantes analicen todas las estrategias de comunicación política de políticos, gobernantes o candidatos y candidatas, así como la respuesta de la opinión pública en torno de éstos sin omitir o privilegiar a alguno de ellos o ellas, a pesar de que, en el actual contexto, haya quien se sienta incómodo o incómoda al hablar de algún candidato en particular.

Aclaro que la intención última de este artículo no es profundizar la división que la ciudadanía enfrenta desde 2006, año en que la disputa por la Presidencia de la República llevó a la polarización de una sociedad que se vio divida a partir de una campaña de lodo en la que se satanizó a uno de los contendientes, sin dar oportunidad a las y los votantes de decidir por sí mismos por quién votar o por quién no.

Dicho lo cual, me encuentro en la mejor disposición de compartir y debatir mis ideas en cualquier escenario, en particular en la universidad que me ha dado la oportunidad de crecer como académica y analista, dando cabida a todas las posturas.

Cierro este texto recordando y suscribiendo las palabras que se adjudican al filósofo francés Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.

*La Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

 

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