En solidaridad con UCAB, docente venezolano realiza estancia académica en IBERO

Jue, 25 Jun 2020
Desde febrero, el Dr. Gilberto Resplandor ha estado colaborando con el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE)
  • Dr. Gilberto Resplandor, académico de la UCAB (Foto: Casandra Guajardo).
  • En su visita a la IBERO, el Dr. Resplandor participó en el 'Foro de diálogos. Educación y Equidad'.
  • Resplandor, en una de las mesas de trabajo del Foro; a su lado se encuentra la Dra. Arcelia Martínez, investigadora del INIDE.

Como parte de la iniciativa ‘UCAB: Acciones Solidarias’ que la Universidad Iberoamericana Ciudad de México (IBERO) gestiona conjuntamente con la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), el doctor Gilberto Resplandor Barreto, docente de esta hermana institución jesuita venezolana, realizó una estancia académica en la IBERO, donde compartió su experticia como profesor-investigador del Centro de Investigaciones para la Educación, la Productividad y la Vida de la UCAB, Extensión Guayana.

Desde el 10 de febrero, día en que inició su estancia entre nosotros, el Dr. Resplandor ha estado colaborando con el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE). En su calidad de ‘académico visitante’, ha impartido conferencias, publicado artículos de divulgación, prestado apoyo en la ‘Red Temática de Investigación de Educación Rural’, colaborado en el abordaje metodológico de la investigación ‘Procesos de transculturación en una comunidad educativa multicultural urbana’, y participado en el ‘Foro Educación y Equidad’, entre otras actividades.

En vísperas de que concluya su estancia en México, Resplandor Barreto concedió a Prensa IBERO la presente entrevista, en la que hace un breve recuento de su paso por la Universidad Iberoamericana y comparte su opinión acerca de la educación en su país, Venezuela.

¿De todas las actividades en las que ha tenido oportunidad de participar, cuál es la que más le ha agradado?

—Mi mayor satisfacción se encuentra en haber participado en los distintos eventos que realizó el INIDE de manera presencial en la IBERO (antes del confinamiento por el COVID-19), que ciertamente son un instituto y una Universidad preocupados por el impulso y desarrollo de la educación desde diferentes aristas.

Mi participación en diferentes encuentros, foros y presentaciones de proyectos me permitió hacer aportes, que fueron valorados en su justa dimensión, al ser considerados pertinentes, relevantes y precisos. Ese reconocimiento le da a uno la seguridad de que la información y el conocimiento que posee puede ser socializado y aprovechado en otros contextos, no solamente en mi universidad, la UCAB.

¿Qué le significa el que la IBERO le haya abierto la puerta a algunos docentes venezolanos como usted, para venir a hacer una estancia académica en este momento de crisis política en su país, que se agravó con la pandemia del coronavirus?

—La invitación se hizo efectiva el año pasado, producto de una posibilidad de intercambio académico que impulsa la UCAB en Venezuela, a través del Secretariado de Internacionalización. Aplicar para un programa de estos es una gran posibilidad de aprendizaje, por lo que se comparte.

A mí me motivó participar en este programa de ‘Acciones Solidarias’ la estancia previa que tuvieron en la IBERO varios  profesores y profesoras de Venezuela, cuyo relato de lo vivido y de lo que se produjo como ganancia para nuestra universidad me llevó a realizar todas las diligencias para hacer realidad este intercambio.

Como universidades jesuitas que son la IBERO y la UCAB, ¿qué coincidencias ve en sus modelos educativos, en cómo viven el espíritu ignaciano dentro de sus campi?

—Lo que las une es la Compañía de Jesús, la educación desde la congregación de los jesuitas, cuya filosofía de gestión está orientada hacia la búsqueda de la excelencia, por lo que nosotros manejamos en Venezuela el ‘magis ucabista’, el ‘magis ignaciano’, que también impregna la acción del personal de la IBERO.

Debo decir con mucha satisfacción que encontré apoyo no solamente en el área que impulsa el Programa de Acciones Solidarias UCAB 2020 con la IBERO, sino en el INIDE, en la persona del Dr. Stefano Sartorello, su director; en Verónica Águila, su secretaria; y en todas las demás personas que conforman este instituto. Es muy importante para mí reconocer el respeto, el aprecio mostrado, la solidaridad y la calidez de los encuentros, porque eso dice mucho del ambiente de una universidad jesuita.

En su opinión, ¿qué tan importante resulta ser el espíritu crítico de las universidades jesuitas en los contextos en los que se encuentran enclavadas?, por ejemplo, el de la violencia en México y el de la crisis política en Venezuela.

—Creo que la figura de las universidades es muy importante desde el punto de vista de asumir con objetividad y con mucha crítica constructiva las situaciones que se enfrentan.

En mi país hay una situación particular, que son los conflictos generados por el decreto del Arco Minero del Orinoco, en el sur de Venezuela. La explotación minera sin control, que ha conllevado la implementación de este decreto, ha traído y está trayendo consecuencias graves en los ecosistemas en Venezuela, al punto de comprometer los cursos de agua dulce que nutren al Río Caroní (el segundo más importante de ese país), y que podrían de alguna manera colapsar la generación de hidroelectricidad, un tipo de energía que surte a casi el 70% de Venezuela.

Además, este problema ha provocado en las poblaciones originarias cercanas a los campamentos mineros, desplazamientos, pérdida de costumbres ancestrales, e inclusive desaparición y eliminación de personas. Todo ello ha propiciado que la Universidad Católica Andrés Bello asuma una postura muy crítica ante esta situación, al punto que hay investigaciones que se han estado realizando y que han producido mucha información respecto a lo que sucede.

Usted impartió en la IBERO la conferencia ‘El Sistema Educativo Venezolano: Realidad y Mito’; ¿cuáles son algunas de esas realidades y mitos de la educación en Venezuela?

—A raíz de la implementación de lo que se ha conocido en Venezuela como ‘Socialismo del siglo XXI’, una ideología distinta a lo que realmente nosotros veníamos viviendo como país democrático, más propensa al comunismo que al socialismo; y con la imposición de un conjunto de situaciones que han ido “dorando la píldora”, cambiando la forma de pensar de lo que tradicionalmente éramos, se ha propiciado que la educación se convierta en uno de los elementos fundamentales para impulsar esta transformación.

Y desde el 2007, con la implementación de lo que desde el gobierno nacional se ha denominado ‘el sistema educativo bolivariano’, se ha intentado imponer un conjunto de fundamentos filosóficos e ideológicos que de alguna manera contradicen el espíritu democrático que ha caracterizado o que caracterizó a la sociedad venezolana por varias décadas.

En el portal ‘Educación Futura’ usted publicó el artículo ‘El Magisterio Venezolano y sus luchas por las reivindicaciones de los docentes’, ¿cuáles son algunas de estas reivindicaciones?

—En principio, el rescate de todos sus beneficios, no solamente económicos, sino también sociales, fundamentalmente el rescate del prestigio de la profesión docente. En mi país, y creo que también en muchos de América Latina, la profesión docente ha sido menospreciada, y en Venezuela se ha hecho común que cualquiera ejerza la docencia, cuando ciertamente se requiere de competencia y de un conjunto de aptitudes que conduzcan a que la educación impartida sea de calidad.

En estos momentos, producto de una reconversión monetaria que sucedió en mi país en agosto de 2018, las reivindicaciones de los docentes están económicamente muy por debajo de lo que implica el ejercicio de la profesión y la responsabilidad que tiene ante la sociedad, en cuanto a la formación de las nuevas generaciones. Hoy día el salario de docente está más que devaluado, y más que devaluado cuando el sueldo mínimo en Venezuela es de apenas dos o tres dólares y la cesta básica mínima que requiere una familia promedio de cuatro o cinco integrantes está por el orden de los 200 dólares.

Eso ha ocasionado mucho descontento y la renuncia de muchos docentes, pues a pesar de la vocación que tienen, han buscado otra manera de subsistir, porque su ingreso salarial como maestros no les permite llevar una vida acorde con lo que necesitan.

A otros textos suyos, publicados en el ‘Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia’ y en ‘Educación Futura’, los intituló ‘ El Estado Venezolano vulnera el Derecho a la Educación’ y ‘La Educación Venezolana está en crisis’; ¿por qué afirma esto?

—Fundamentalmente porque en la infraestructura de las instituciones educativas se ha dejado de atender todo lo que había representado en décadas anteriores un mantenimiento preventivo, que ofrecía ambientes agradables, donde podía apreciarse el trabajo sostenido y en equipo que se hacía de forma cooperativa en las comunidades educativas y centros educacionales.

Los planteles educativos en Venezuela, en cuanto a lo que es infraestructura, hoy día dejan mucho que desear. Hay un deterioro progresivo de las instituciones, por un desmejoramiento en todo el servicio que se presta al interior de los planteles, relacionado con suministro de agua potable, uso de baños, alumbrado interno y externo, mobiliario, material instruccional y didáctico; nada de eso es realidad hoy día.  Aunado a esto hay que agregar la desvalorización del trabajo del docente y la falta de un ingreso acorde a su elevada misión.

Desde la instauración de ‘el sistema educativo bolivariano’ se hace mucho alarde de la existencia de una educación de calidad, cuando eso no es cierto; de una atención a las comunidades y a las necesidades de formación y actualización de los docentes, lo cual tampoco es real; y si se realizan algunas actividades, como encuentros pedagógicos, generalmente están muy impregnados de la ideología del ‘socialismo del siglo XXI’ del gobierno y todos esos principios filosóficos que caracterizan a ‘la educación bolivariana’.

Algunos académicos e intelectuales han dicho que la pandemia del coronavirus es un problema en parte generado por un modelo económico que depreda el medio ambiente, que ha provocado gran desigualdad económica y una mayor pobreza, ¿qué tipo de educación se necesitaría impartir en las universidades de América Latina  para contrarrestar estos problemas?

—Esta realidad que nos ha impuesto el COVID-19 nos tiene que conducir a repensar la educación. En el momento que se pretenda asumir una “normalidad”, el intentar volver a la educación tradicional, en la que el aula era el sitio fundamental para la obtención de aprendizaje, yo creo que eso ya no va a ser posible.

Desde la academia es necesario visualizar cuál es la educación que se requiere de cara a los años que están por venir, para construir futuro, y evidentemente debemos darle un vuelco a la educación en la actualidad. Creo que es importante que se generen debates para determinar, con base en cada una de las realidades que caracterizan a los distintos países de América Latina, cuál es el tipo de educación que se requiere, de cara a propiciar el desarrollo local, con miras también a contribuir al desarrollo global, porque no podemos estar de espaldas a la comunidad internacional.

Acciones Solidarias

La Mtra. Rocío de Luna Meléndez, coordinadora de Relaciones Académicas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, señaló que ésta se sumó en el 2019 a la iniciativa ‘Acciones Solidarias’ de la Universidad Católica Andrés Bello, al ser ambas, integrantes de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL).

Esta iniciativa implica que profesores de la UCAB sean invitados a la IBERO para que realicen actividades académicas de docencia, investigación, tutoría, asesoría, desarrollo de productos académicos, conferencias y participen en conversatorios u otras acciones organizadas por la Universidad y que estén en su ámbito de experticia. La primera edición de esta iniciativa se llevó a cabo en el semestre Primavera 2019 y contó con la vista de siete docentes venezolanos.

Texto y fotos: PEDRO RENDÓN/ICM

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