Huerto IBERO comparte cosechas con comunidad vulnerable por COVID-19
El día que la Universidad Iberoamericana se vio obligada a cerrar sus puertas a causa de la contingencia sanitaria derivada del COVID-19, el futuro del Huerto José de Acosta S.J era incierto. Los planes para inaugurar el nuevo espacio a finales de abril y de presentar esta nueva área a toda la comunidad universitaria se tornaban cada vez más improbables. No obstante, el equipo de investigación, que llevaba más de tres semestres trabajando en el diseño y la gestión del espacio, buscaría la manera de mantener vivo el proyecto.
Unas semanas previas al cierre del campus, con el apoyo del Instituto de Investigación Aplicada (InIAT); el Departamento de Arquitectura, Urbanismo e Ingeniería Civil; la Dirección General de Formación e Incidencia Ignacianas; y alumnos voluntarios de la organización Cambio Ibero, se terminaron de sembrar las 42 variedades de flores, hierbas y hortalizas en las ocho camas de cultivo con las que cuenta el huerto tales como: col rizada, betabeles, rábano, jitomate cherry, acelga, menta y hierbabuena, entre muchas otras que comenzaban su ciclo de vida, sin prestar atención a lo que pasaba en el mundo.
Por su parte, la mudanza y clausura del antiguo invernadero —donde durante cuatro años se alojaron 40 hidromacetas repletas de begonias, mastuerzo, lavanda, hierbabuena y fresas y donde participaron alumnos y profesores de todos los departamentos— se tornaba inminente. Así pues, solo un día antes del cierre de la universidad, con el apoyo de académicos y el equipo de jardinería de la IBERO, el antiguo invernadero logró desalojarse y las plantas que lo habitaban encontraron un nuevo hogar en el Huerto José de Acosta S. J.
Lo que ha sucedido en el huerto durante estos meses de contingencia, demuestra que el trabajo y la dedicación que el equipo de investigación sembró en el proyecto está dando frutos. El espacio luce verde y emana una sensación de tranquilidad y esperanza en estos tiempos difíciles. Asimismo, comprueba la relevancia de contar con áreas verdes comestibles para hacer frente a la inseguridad alimentaría que se detona en una crisis como ésta.
Desde que la IBERO cerró sus instalaciones por la cuarentena, tuve a mi cargo visitar dos veces a la semana el Huerto para cuidar y dar mantenimiento al espacio. Repartí cosecha al equipo de seguridad que resguarda la Universidad y a quienes se han sumado a cuidar este espacio durante estas semanas. Tal es el caso de Pablo, quien previo a trabajar en la IBERO colaboró en un vivero en Xochimilco y nos compartió las mejores técnicas de recuperación de semillas y cuidado del frijol acoyote, una especie endémica en nuestro país.
Además, y debido al gran volumen de cosecha del huerto, se han compartido hortalizas frescas con el Albergue la Esperanza de las Voluntarias Vicentinas, una institución de asistencia privada que da hospedaje y tratamiento a personas enfermas y sus familiares cuando no tienen otro sitio donde hospedarse. Actualmente, seis jóvenes que padecen cáncer y el equipo que los cuida se han visto beneficiados por las verduras del huerto.
En definitiva, el Huerto José de Acosta S. J. ha demostrado ser un espacio de enorme relevancia y compromiso con los valores jesuitas de la Universidad y continuará trabajando para demostrar la trascendencia que un espacio verde productivo puede tener, no sólo en momentos de crisis, sino siempre.
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