Mathieu Lehanneur Visita la IBERO: “La Inspiración no cae del Cielo”
“La inspiración no cae del cielo: se busca, se trabaja, se persigue”, dijo Mathieu Lehanneur, diseñador de la antorcha olímpica, el pebetero de relevos y el de los Juegos Olímpicos de París 2024, ante un auditorio repleto de estudiantes y docentes reunidos en el auditorio José Sánchez Villaseñor de la Universidad Iberoamericana (IBERO) Ciudad de México (CDMX).
Durante la celebración por los 70 años del Departamento de Diseño de nuestra casa de estudios, el creador francés —reconocido por obras que fusionan arte, tecnología y biología— compartió con humor, honestidad y cierta melancolía su manera de entender el diseño como espacio para pensar, sentir y transformar la realidad.

El encuentro recorrió los proyectos que han marcado su trayectoria: desde visualizaciones de datos sobre salud pública hasta la antorcha olímpica de París 2024. Pero más que hablar de objetos, Lehanneur habló de emociones, procesos y humanidad. “El diseño no es cuestión de forma —dijo—, sino de cómo hacer que los demás sientan algo verdadero”.
A lo largo de su relato, recordó sus días de estudiante y el choque entre la academia y la vida profesional. “No hay diferencia entre ambas si entiendes que diseñar es observar”, afirmó.

“Los buenos proyectos nacen cuando te atreves a mirar lo que todos ignoran”. Así narró cómo uno de sus proyectos —un sistema de tratamiento con antibióticos— evolucionó en una exploración sobre el cuerpo, la cura y la belleza de lo cotidiano.
Además, hizo un llamado a redefinir el aprendizaje. “No abran solo libros de diseño. Lean filosofía, economía, política. El mundo está ahí, no en Pinterest”. Para Lehanneur, el diseñador del siglo XXI debe ser una suerte de traductor entre lo visible y lo invisible, entre la ciencia y la emoción.

Uno de los momentos más celebrados por el auditorio fue cuando explicó el proceso de creación de la antorcha olímpica de París. “No queríamos un objeto perfecto —recordó—, sino un símbolo que respirara, que llevara dentro el agua del Mediterráneo, ese mar que une culturas y pueblos”. La antorcha, dijo, debía hablar de igualdad, de luz y de comunidad. “Diseñar para los Juegos Olímpicos no era cuestión de fuego, sino de humanidad compartida”.
Mathieu Lehanneur: “Si un diseño no emociona, no sirve”
Luego, se refirió a la necesidad de romper los límites del diseño. “Muchos diseñadores somos conservadores. Nos quedamos en la estética o el marketing. Pero el diseño puede entrar en un hospital, en una iglesia, en un laboratorio. Debe hacerlo”.

Contó cómo transformó un encargo religioso en una experiencia espiritual y cómo un proyecto hospitalario se convirtió en una ventana artificial que ofrecía “cielos distintos” a los pacientes.
“Diseñar es provocar una emoción, no fabricar un objeto”, insistió. Y añadió que la emoción es una función tan concreta como la ergonomía o la usabilidad: “Si un diseño no emociona, no sirve”.

Al responder a las y los estudiantes, insistió en que la inspiración no es un milagro: “No es una visita divina; es un proceso. Si sabes lo que buscas, lo encontrarás”. Citó a Newton y sonrió: “La manzana cayó porque él estaba pensando. Nada ocurre por azar”.
En el cierre, Lehanneur habló de la responsabilidad del diseñador: “No se trata de hacer cosas bellas, sino cosas que importen”. Recordó que muchos jóvenes diseñadores sienten miedo ante la mediocridad o la comparación, pero el secreto está en la autenticidad. “Un buen proyecto no siempre existe. A veces es solo una utopía. Pero hay que soñarlo igual”.
El auditorio lo despidió con aplausos largos y preguntas curiosas. Él bajó del escenario con una sonrisa: “Diseñar —dijo— es mi manera de rezar. Es mi forma de entender el mundo”.
Fotos: Luis Reyes
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