#Opinión. Ecoansiedad y educación superior: construir esperanza frente al colapso

Mié, 22 Ene 2025
Ma. Fernanda Sánchez, Coordinadora General de Formación y Acción Social de la IBERO, analiza cómo nutrir la práctica educativa orientada a la justicia socioambiental y a la esperanza frente al desasosiego
La ecoansiedad conlleva signos de depresión, ansiedad y apatía frente a un panorama de precarización, desigualdad social y deterioro ambiental
  • La Comunidad IBERO está comprometida con el cuidado de la Casa Común. Foto: Yazmín Mendoza.

Por: María Fernanda Sánchez Contreras, Coordinadora General de Formación y Acción Social de la IBERO

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La ecoansiedad es un trastorno presente en un número creciente de jóvenes que pertenecen a la denominada Generación Z, el cual conlleva signos de depresión, ansiedad y apatía frente a un panorama de precarización, desigualdad social y deterioro ambiental.  El presente análisis tiene como objetivo justificar la importancia de incorporar los impactos a la salud mental de las personas como una de las dimensiones clave de la crisis socioambiental. Adicionalmente, propone la integración de la educación ambiental y la educación socioemocional como enfoques pedagógicos que pueden nutrir la práctica docente para el desarrollo de competencias orientadas a la justicia socioambiental en el estudiantado universitario.

Son muchas las voces que, desde hace décadas, han advertido sobre el inminente colapso social y ambiental al que nos enfrentaríamos. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático, en su más reciente reporte (IPCC, 2023, p. 4), ha reiterado que “las actividades humanas, principalmente a través de la emisión de gases de efecto invernadero son, sin lugar a dudas, causantes del aumento gradual en la temperatura de la superficie global”. Las estimaciones coinciden en que nos acercamos peligrosamente a un aumento de hasta 3.2°C para el final del siglo XXI, lo cual tendría efectos devastadores que aún es difícil prever con exactitud.

A raíz de este incremento han podido constatarse cambios de clima radicales en casi todas las regiones del planeta, lo cual ha significado “pérdidas y daños a la naturaleza  y  a  las  personas,  siendo  las comunidades más empobrecidas y vulnerables las más afectadas” (IPCC, 2023, p. 5). Desafortunadamente, se prevé que estas consecuencias sigan aumentando, tanto en intensidad como en sus efectos multiplicadores, por lo cual, las acciones de mitigación y adaptación en  todas  las  áreas  del  quehacer  humano  toman  ya  un  nivel  de  urgencia.

El Huerto IBERO busca ser un referente en impulsar la adopción de la agricultura urbana en comunidades universitarias y la sociedad.

 

Desigualdades sociales y su relación con la crisis ambiental

En este contexto, las desigualdades sociales merecen una consideración especial, pues si bien quienes padecen con mayor fuerza los estragos de la crisis ambiental son las personas más desfavorecidas, en los sectores más privilegiados aún no permea un sentido de justicia que conduzca a realizar los ajustes necesarios para la reducción de impactos socioambientales.

Como lo ha reportado Oxfam en su último informe, en 2019, 1% de  la  población  considerada  super  rica  fue  responsable  de  la  misma cantidad de emisiones de carbono equivalente a las del 66% más pobre de la humanidad. Por si fuera poco, “las inequidades económicas entre los países ahora son 25% mayores debido a los efectos del calentamiento global” (Oxfam, 2023, p. 15).

A todo lo anterior, debemos sumar los recientes acontecimientos que han cimbrado nuestras vidas y han modificado para siempre la forma en que habitamos el mundo. La pandemia por Covid-19 exacerbó aún más las desigualdades entre pueblos y personas que pudieron o no acceder a servicios de salud y que tuvieron que enfrentarse a una mayor precarización. Los conflictos armados en distintas regiones del planeta, la violencia  generalizada  por  grupos  criminales  o incluso por acciones estatales, la creciente movilización de grupos antiderechos, etcétera, han sumado dificultades a un fenómeno ya de por sí complejo; sin olvidar que, en todos los casos, son las mujeres, las disidencias sexuales, los grupos racializados y otras minorías quienes padecen los peores impactos.

 

La ecoansiedad en las juventudes universitarias

En este escenario las juventudes han tenido que desplegar sus talentos y sus sueños, pero éstos vienen invariablemente acompañados de miedos y preocupaciones. Sería poco realista esperar que, ante tales adversidades, un estudiante de 18 años que recién ingresa a la universidad o una futura egresada (ambos pertenecientes a la llamada generación Z), no miren con intranquilidad e incluso con miedo el futuro que les espera. Esta situación no es menor, dadas las consecuencias que trae consigo. Según cifras  de  la  Organización  Mundial  de  la  Salud  (OMS, s. f.), actualmente 25% de la población mundial siente soledad o aislamiento, y cada año 150,000 jóvenes de entre 15 y 29 años cometen suicidio. Es por esta razón que, a todo el complejo entramado descrito, debemos sumar un nuevo elemento de análisis que está afectando la salud  mental  de  las  personas,  especialmente  las  más  jóvenes.  Nos referimos a la ecoansiedad.

Jornada de reforestación, organizada por CamBio Colectivo MX y el Centro Ibero Meneses, en la Barranca Río Becerra Tepecuache, en imagen del 7 de septiembre de 2024. Foto: IBERO.

 

¿Qué papel jugamos las y los docentes universitarios frente a este reto  educativo? ¿Qué tipo de formación requiere, tanto profesorado como estudiantado, para resignificar un mundo aparentemente colapsado? ¿Puede la educación ambiental, de la mano con la educación  socioemocional, ofrecer  una  mirada  de  esperanza  frente  al  desasosiego?

Para leer completo el artículo “Ecoansiedad y educación superior: construir esperanza frente al colapso”, visita aquí el último número de la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, que aborda el tema “Respuestas a la crisis socioambiental desde el ámbito educativo”.

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