Opinión | El Futuro Arde III: la Justicia Energética se Queda Atrás

Mié, 19 Nov 2025
La crisis climática no es sólo tecnológica: es histórica, política y profundamente desigual
La pregunta clave es: ¿quién debe asumir la responsabilidad y cómo debe construirse una transición energética justa?
Por: 
Mtro. Enrique Healy Wehlen, en colaboración con alumnas y alumnos de Ingeniería en Sustentabilidad Ambiental: Sofía Coria Pérez, Ana Paula Zárate Landolfo, Sebastián Ruíz de Gorordo, Manuel Rodríguez Beltrán, Jorge Quiroz Lozano y Adán Hernández Muñiz

Una deuda histórica

Lo que hoy llamamos crisis climática es el resultado de un proceso acumulado durante más de tres siglos. Aunque muchos países que no son responsables históricos del problema aportan voluntariamente a la reducción de emisiones, la mayoría de la población mundial no generó los gases que hoy amenazan el futuro del planeta.

El Carbón Majors Report demuestra que 100 compañías son responsables del 71% de las emisiones industriales de gases de efecto invernadero desde 1988. (Climate Accountability Institute, 2017)

En términos de consumo, un informe de Oxfam (2023) señala que el 10% más rico de la población mundial es responsable del 50% de las emisiones, mientras que el 50% más pobre apenas contribuye con el 7%. (Oxfam, 2023)

Más allá de la tecnología

En El Futuro Arde I y El Futuro Arde II se planteó la necesidad de sustituir aceleradamente los combustibles fósiles por energías renovables, apoyándose en la integración de solar y eólica, la eficiencia energética y límites globales a la generación.

No basta con imaginar un reemplazo tecnológico. La electromovilidad, por ejemplo, suele presentarse como solución mágica, cuando en realidad abre nuevos frentes de explotación de recursos y desigualdad en las cadenas de valor. La transición energética no es neutra: redefine el poder, la ocupación del territorio y los intereses geopolíticos, con ganadores y perdedores. (Healy, E. 2025)

Un Mundo de Emisiones Desiguales

La justicia energética se queda atrás, las emisiones de CO₂ generadas anualmente a causa de electricidad varían mucho entre continentes. Los cálculos muestran que Asia es el mayor emisor, con 13.8 gigatoneladas de CO₂ al año, seguido por Norteamérica con 3.9 GT y Europa con 1.7 GT. En total, 21.4 GT de CO₂ (equivalente a 21,400,000,000,000 kg de CO₂) fueron emitidas en 2024 de acuerdo con la International Energy Agency. (Gráfica 1)

Sin embargo, al analizar las emisiones de carbono a causa de la electricidad por habitante en los diferentes continentes el panorama cambia: en promedio cada habitante en Norteamérica emite alrededor de 6.4 GT anuales de dióxido de carbono (CO₂) a la capa de ozono, mientras que en Asia un habitante genera menos de la mitad, apenas 2.9 GT de CO₂ anual. Por último, al comparar con África, resulta de suma importancia destacar que apenas alcanzan el promedio de 1 GT de CO₂ anuales, lo que evidencia la enorme desigualdad en la distribución de las emisiones a nivel mundial. (Gráfica 2)

 

Gráfica 1: Gigatoneladas de CO₂ emitidas anualmente en cada continente

Gráfica 2: Gigatoneladas de CO₂ emitidas por habitante anual  

*Es importante señalar que estas cifras de emisiones de CO₂ no contemplan al sector transporte. (IEA, 2024)

Justicia Energética

Como se muestra en las gráficas, el mundo presenta una injusticia energética, la contaminación ambiental nos afecta a todos y la destrucción proviene de la minoría, debemos ser ciudadanos del mundo (Futuro arde II) y cuidar al planeta conscientes que es de todos para lograr los cambios necesarios y urgentes.

La justicia energética sirve como guía para orientar hacia una construcción de políticas energéticas, equitativas y centradas en la supervivencia humana. No solo busca equilibrar el acceso a los recursos, sino también garantizar que las decisiones en materia de energía consideren la dignidad, las necesidades y los derechos de todas las personas.

Países como Alemania y Dinamarca se distinguen por tener altos niveles de justicia energética. Su ejemplo refleja un compromiso profundo con la equidad social, la sostenibilidad ambiental y la responsabilidad compartida frente al futuro del planeta. (UPME, 2023)

Dinamarca

Logra justicia energética al combinar: Sostenibilidad ambiental, participación ciudadana y equidad social. Así mismo, la energía se ve como un bien común, con costos y ganancias compartidos entre las comunidades. Ejemplos:

  • País líder en energías renovables y participación ciudadana.
  • Desde los años 70, tras la crisis del petróleo, redujo su dependencia de combustibles fósiles.
  • Invirtió fuertemente en energía eólica.
  • Hoy, más del 70% de su electricidad proviene de fuentes renovables.
  • Meta: ser carbono neutral para 2040.
  • Ofrece subsidios para: Eficiencia energética en viviendas y transporte público limpio.
  • Los beneficios no se concentran en grandes empresas. (IEA, 2025), (The Danish Energy Agency, s.f.).

Alemania

Alemania entiende como justicia energética una herramienta de democracia y bienestar colectivo, no solo de mercado. Logra una justicia energética ya que combina responsabilidad ambiental, inclusión económica y participación social. Ejemplos:

  • Tienen un plan nacional (2010) llamado Energiewende (“transición energética”), para sustituir progresivamente el carbón y la energía nuclear por fuentes renovables.
  • Ha invertido en infraestructura descentralizada, donde miles de hogares y pequeñas empresas producen su propia energía mediante paneles solares y la venden a la red mediante tarifas de apoyo (feed-in tariffs).
  • Protege a los consumidores con precios regulados y ayudas para hogares vulnerables, buscando que nadie quede excluido del acceso a la energía. (Federal Minister of economy affairs and energy, 2025)

 México

México ocupa una posición estratégica en el mapa energético. A pesar de su enorme potencial, sigue dependiendo en un 75 % de combustibles fósiles y sólo un 25% proviene de energías limpias. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), más de 1 millón de personas (sobre todo en zonas rurales e indígenas) no tienen acceso estable a la electricidad, lo que refleja una clara deuda de justicia energética en el país.

Oportunidades

México es uno de los países con mayor diversidad energética del planeta. Su territorio reúne condiciones óptimas para la transición energética justa:

  1. Energía solar: México se encuentra dentro del “cinturón solar del mundo”, una franja donde la radiación solar es la más alta del planeta. En estados como Sonora, Chihuahua y Coahuila, la radiación alcanza más de 6 kWh/m² diarios, lo que coloca al país entre los 10 lugares con mayor potencial solar del mundo.

Un ejemplo de justicia energética en México son los proyectos llamados Oasis que buscan crear ecosistemas autosostenibles.

El concepto de "oasis de energía, agua y alimento" (EAA) se puede interpretar de dos maneras: como el nexo agua-energía-alimentos (AEA), que describe la interconexión vital entre estos tres sectores, o como la creación de espacios autosuficientes que combinan la gestión de estos recursos de manera sostenible. Usa energía solar para bombear agua, abastecer de agua potable a una comunidad y permitir el cultivo de huertas locales para producir alimentos.

  • Captan la radiación solar mediante módulos fotovoltaicos.
  • Almacenan energía en baterías o sistemas híbridos.
  • Distribuyen electricidad a viviendas, pozos, sistemas de riego, estaciones de carga o incluso plantas de tratamiento de agua.
  • Proveen de electricidad a escuelas en las comunidades marginadas.
  • El concepto de “oasis” implica no solo generar energía mediante paneles fotovoltaicos, sino también regenerar el entorno —por ejemplo, mediante bombeo solar para reforestación o producción de alimentos.

Acceso equitativo a la energía

Impulsar micro-redes comunitarias con energía solar o eólica en regiones sin servicio estable, gestionadas por las propias comunidades, fomentando la participación ciudadana y cooperativas energéticas.

Educar y cambiar hábitos: Desarrollar una cultura energética nacional, concientizando a los ciudadanos del mundo en la cooperación y la equidad para abastecer de energía limpia para todos. (Healy, E., 2025)

Más allá de la tecnología

En El Futuro Arde I y II se planteó la necesidad de sustituir aceleradamente los combustibles fósiles por energías renovables, apoyándose en la integración de la energía solar y eólica, la eficiencia energética y límites globales a la generación.

No basta con sustituir combustibles fósiles por energía renovable. La Electromovilidad, por ejemplo, aunque prometedora, abre nuevos frentes de explotación y desigualdad. No genera beneficio climático, no es accesible para todos y no hay tecnología para abastecer la carga de autos.

La transición energética no es un proceso neutro: reconfigura relaciones de poder y patrones de desarrollo, con efectos que tienden a impactar de manera desproporcionada en los sectores más pobres.  La ciencia es clara, pero la política y la desigualdad marcan la diferencia en cómo enfrentamos el problema.

El ejemplo de una verdadera transición energética en México: Oasis o invernadero solar.

  • Es accesible para todos.
  • Tecnología ya desarrollada.
  • Es sostenible energéticamente.
  • Contribuye directamente con el cambio climático.
  • Provee un beneficio social y cultural.
  • Logra llegar a comunidades marginadas.

Un futuro en disputa

Hoy, la temperatura aumenta entre 0.1 °C y 0.2 °C por década; de mantenerse la tendencia, superaremos 1.7 °C hacia 2050. No frenar este ascenso significa encaminarse a la catástrofe. La diferencia entre limitar el calentamiento a 1.5 °C o permitir que alcance 2 °C puede marcar la supervivencia de millones:

  • Reducir la pérdida de ecosistemas incluyendo insectos, mamíferos y reptiles.
  • Evitar que los arrecifes de coral desaparezcan casi por completo.
  • Mantener hielo en el Ártico.
  • Conservar especies marinas y su disponibilidad alimentaria.
  • Mitigar la acidificación de los océanos.
  • Evitar una pérdida masiva de tierras cultivables y producción de alimentos.
  • Garantizar acceso al agua potable para millones de personas.

El verdadero dilema

La conclusión es clara: la tecnología por sí sola no salvará al planeta. Las acciones necesarias deben ser rápidas, efectivas y radicalmente transformadoras. Pero, sobre todo, deben poner la justicia social en el centro. Una transición energética que ignore las desigualdades históricas está condenada a repetir los mismos errores. El desafío de nuestro tiempo no es inventar más tecnología, sino atrevernos a construir justicia en un futuro que arde.

Referencias:

 

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